Conocí a Luis Negrón personalmente hace años, un día que visitaba La Esquinita, un pequeño espacio con potencial de librería en Santurce Pop, que ya hoy es una en la calle Loíza, como bien se nombra, La Esquina. En aquel momento, me dijo que hacía falta más mujeres que narraran a Puerto Rico. Luego, comencé a tomar con él un taller de creación literaria de no ficción que no terminé porque la pandemia y los duelos hacen todo más complejo.
Cuando leí Mundo cruel por primera vez, en una de mis clases de literatura, supe que no era cualquier libro de cuentos y que, definitivamente, no estábamos hablando lo suficiente de él. Yo, una joven de veintitantos, recién llegada del área oeste, blanca y heterosexual, leyendo experiencias gays santurcinas que me volaron la cabeza. Como esas revelaciones de algo que nunca has leído porque el canon es nacionalismo y paisajes bellos. Perdonen.
Sin embargo, al leer Mundo cruel, recordé a Manuel Ramos Otero y también a toda su generación del 70. Una generación que rompió con los imaginarios literarios pasados y que alcanzó una conciencia intelectual que regresó a la base de la cultura popular. Luis Rafael Sánchez, Ana Lydia Vega, Magali García Ramis por mencionar algunes, se sentaron a escribir sobre las cotidianidades familiares y sociales para visibilizar y denunciar sobre minorías empobrecidas y la marginalidad a las que se les condenaba, donde la oralidad en lo escrito fue protagonista en muchas ocasiones, pero ese es otro tema. Como bien menciona Daniel Torres en su reseña, en Mundo cruel, “el narrador se muestra irreverente e impertinente, nos lleva de la mano para salir a los exteriores sórdidos de una ciudad llamada San Juan […] Luis Negrón se acerca mucho a las narrativas de Ana Lydia Vega”. Imposible olvidar a “La Tipa” de Ana Lydia en Letra para salsa y tres soneos por encargo con su magistral irreverencia y destrucción a la frágil masculinidad heteronormativa.
No es casualidad que sea la misma Ana Lydia Vega quien escriba el prólogo de la tercera edición que reseño en esta nota. Vega recalca la importancia de Santurce como el espacio medular donde circulan las acciones y circunstancias de los personajes. Es un “mundillo gay, microcosmos enclavado en el intramuros capitalino, es el protagonista indiscutible del libro” (14). No se equivoca cuando describe que estos cuentos en esencia “recogen con lucidez, con humor, con realismo y con simpatía las complejidades interiores del tránsito entre el underground de la closetización y la integración de los plenos derechos ciudadanos” (12).
Yo digo que en ese tránsito hacia los plenos derechos seguimos vagando. Hace unas semanas, se publicó la cuarta edición de Mundo cruel y la presentación de El jardín como una obra dramática independiente de los cuentos. El tiempo es perfecto. De los nueve cuentos que aparecen en la tercera edición, entiendo que El elegido es el más pertinente para estos días.
El elegido es el primer relato que encontramos en el libro. El narrador en primera persona nos cuenta sobre su experiencia en la iglesia desde su niñez y las “profecías” sobre lo que sería su vida al servicio de Jehová. “Crecí con la certeza de ser un ungido” (23), decía. Su padre y sus hermanos no eran muy devotos de la iglesia, pero nuestro narrador era fiel con su mamá. Más adelante, nos habla sobre la primera revelación que recibió. El tono paródico hace su entrada. Encuentra a dos hijos de “hermanos” de la iglesia teniendo sexo en el baño:
“En ese momento tuve mi primera verdadera revelación. El cuerpo entero me lo decía: yo quería estar en el lugar que se encontraba el hijo del hermano Pabón. Cuando me sintieron, se asustaron, pero los pude calmar cuando comencé a bajarme el pantalón. No los pude tocar, en ese mismo instante entró el hermano Samuel y nos cogió” (24).
Nuestro narrador descubre que siente deseos sexuales por sus compañeros y también pasa de ser un ungido a ser el hereje familiar. Sin embargo, entre los amigos de la iglesia, la cosa es distinta, pues “para los demás muchachos eso era irresistible. Todos querían ser mi novio” (25). De ahí en adelante, las experiencias sexuales del narrador se multiplican hasta llegar al propio pastor de la iglesia.
Sin embargo, considero que una de las figuras medulares de este cuento es su padre. Es interesante el escepticismo que tenía al principio sobre la iglesia y su repentina incursión a la supuesta fe en cuanto supo que a su hijo, el “ungido”, le gustaban los hombres. Así lo afirma el narrador, pues “mi padre decidió meterse también al Evangelio para ver si a fuerza de oración me cambiaba. Se había cansado de darme palizas cada vez que me cogía manoseándome con algún primo o me sorprendía modelando frente al espejo del family” (25). Al final, vemos como el pastor termina enamorado del narrador, quien se burla de las realidades ocultas que la iglesia busca reprimir sin tregua. Como según lo describe Luis Rafael Sánchez en la contraportada de la más reciente edición, estos personajes «tan libre[s] como tan libertino[s], tan humorístico[s] como tan lacerante[s] […] conmemora[n] el deseo que, por fin, se atreve a decir su nombre».
Más allá de visibilizar las circunstancias que se dan en las instituciones religiosas, Luis Negrón resiste a esas violencias a través de la parodia. Como bien comenta Carlos Pardo en una reseña de El País a la segunda edición en el 2016, la escritura de Negrón es “no solo una comunidad gay, sino una picaresca de los excluídos. Esta limitación […] le permite una escritura de sobrentendidos, confiada y empática, con una recurrencia a la caricatura como forma de resistencia, de protección”. Inolvidable fue la alusión a las conversaciones del narrador con el hijo del pastor en las que fantaseaba con personajes bíblicos, como el torso de David y las piernas de Goliat “que con aquello de que era un gigante, mi imaginación volaba” (25).
Como expliqué arriba, el tiempo es perfecto. La primera edición de Mundo cruel vio la luz en el 2010, la segunda en el 2012, la tercera en el 2017 y ahora la cuarta en el 2021. Un año en el que una esperaría que avanzáramos y las historias de elegidos ya no existieran. Hasta hace poco, en las vistas públicas para la aprobación del Proyecto del Senado 184 que prohibía las terapias de conversión y que fue descartado, escuchamos algunas historias parecidas a las de nuestro narrador en El elegido y otras aún peores.
La violencia, el maltrato familiar y el uso de los fundamentos religiosos para controlar y torturar la vida de las personas de la comunidad LGBTTQIA+ siguen siendo la orden del día. Aún existen estos padres, aún los fundamentalistas se empeñan en escoger el odio a nombre de Dios. En un país donde tenemos a dos legisladoras de un partido político que abiertamente se nombra en contra de los derechos ciudadanos, que hablaba Ana Lydia Vega en aquel prólogo y de otres que prefieren el silencio, se torna urgente que escritores como Luis Negrón ocupen la silla de al frente. Los tiempos nos avisan y el barco cada día empuja más a la derecha. Toca darle un golpe de timón desde todos los frentes y la literatura no se queda atrás, también empuja y va.