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Palestina: “No se debe normalizar el dolor”

Manifestación en apoyo a Palestina en Puerto Rico

Foto de archivo por Ana María Abruña Reyes

Tres activistas de ascendencia palestina y dos académicas feministas puertorriqueñas se unieron, este miércoles, en un llamado para que quienes favorecen la igualdad de derechos de todas las personas se manifiesten en solidaridad con los pueblos originarios que son ocupados, perseguidos, marginados y exterminados por los régimes de opresión, como coinciden que ha estado sucediendo en Palestina desde 1948, y que se ha intensificado con el genocidio en la franja de Gaza.

“Todas nuestras opresiones están imbricadas… No se puede dar una lucha para que las mujeres vivan una vida digna, si no se integran las luchas”, enfatizó la socióloga puertorriqueña Firuzeh Shokooh Valle durante su alocución en el panel Genocidio en Gaza: Un asunto feminista. Se refirió a la interconexión de las opresiones de género, raza, clase, sexualidad y religión. 

No se debe permitir que se convierta en norma el genocidio. No se debe normalizar el dolor, no se debe normalizar el sacrificio… la insensibilidad. La neutralidad no es más que una falacia liberal, que, en realidad, adopta la posición del opresor”, exhortó la boricua palestina Natalia Ibrahim-Abufarah Dávila a una audiencia conectada virtualmente desde distintos países.

Mariana Iriarte Mastronardo, organizadora del panel —quien es profesora del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, y coanfitriona del pódcast La sala de Todas—, puntualizó que “las grandes masacres solo han sido posibles por la complicidad consciente o inconsciente del silencio de quienes no la ejecutan, pero sí la presencian”. 

Las panelistas, provenientes de Chile, Argentina y Puerto Rico, se permitieron reflexionar y argumentar las razones por las cuales la liberación de Palestina, como un territorio ocupado desde 1948, es un asunto feminista, según lo ha declarado la Colectiva Feminista Palestina. 

Shokooh Valle recordó que el colonialismo, la guerra y las ocupaciones han reproducido durante siglos estructuras patriarcales. “Han intentado destruir a las mujeres —particularmente, a ciertas mujeres negras, indígenas, pobres, migrantes— por sus múltiples roles como luchadoras… cuidadoras y reproductoras de vida, siendo la violencia sexual una de las armas más utilizadas”, dijo.

De izquierda a derecha, las panelistas Natalia Ibrahim-Abufarah Dávila, Nadia Silhi Chahin, Melody Fonseca Santos, Fátima Rashid y Firuzeh Shokooh Valle. 

Estas mujeres, como las palestinas, encarnan en sus cuerpos… la multiplicidad de violencias, opresiones y resistencias, que deben estar al centro de los feminismos que practicamos y a los que aspiramos, llamó la también profesora auxiliar en Franklin & Marshall College (Pennsylvania).

Analizar la ocupación de Palestina y el genocidio en Gaza requiere un lente abolicionista, debido al régimen militar y carcelario estalecido por el Estado israelí, comentó Shokooh Valle. Este no sólo ha oprimido al pueblo palestino, recordó, sino que ha apoyado, a través de armas y entrenamientos militares, a las dictaduras en países caribeños y latinoamericanos en República Dominicana, Chile, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Argentina. Además, produce y exporta tecnologías de vigilancia y represión, razón por la cual argumentó: “Nuestras resistencias no entienden de fronteras”.

La segregación racial y las violencias de género

Por su parte, la jurista chilena de ascendencia palestina, Nadia Silhi Chahin, ofreció un contexto histórico y enumeró una serie de discriminaciones contra el pueblo palestino, que hacen evidente el carácter racista de las intervenciones militares. Mencionó, entre ellas, que la población palestina está sujeta a un régimen en el que las propiedades tienen que permanecer en un 93% a personas judías, lo que impone un impedimento de acceso a la tierra. 

Ibrahim-Abufarah Dávila destacó que este genocidio ya ha sobrepasado las cifras de muertos del Nakba —conocido como la gran catástrofe— de 1948, en la que hubo más de 750,000 palestinos desplazados y 15,000 asesinados, tras la Organización de las Naciones Unidas avalar la creación del Estado de Israel. 

Desde el 7 de octubre en que Hamás dirigió un ataque contra Israel, han muerto sobre 15,000 palestinos; mientras, sobre un millón han sido desplazados de sus hogares.  El Estado de Israel ha atacado, además, las facilidades de salud, la infraestructura de agua potable y ha discapacitado a la población mediante sus bombardeos.  

En 2021 y 2022, las organizaciones Human Rights Watch y Amnistía Internacional, respectivamente, emitieron informes documentando la segregación racial que se venía cometiendo desde hace décadas y denunciaron que consistía un crimen de lesa humanidad. 

La profesora puertorriqueña Melody Fonseca Santos explicó que la segregación racial es un crimen contra la humanidad, que consiste de una dominación de un grupo racial sobre otro, una intención de mantener un contexto de opresión sistemática sobre el grupo marginado y actos inhumanos, según definido por estados internacionales. 

Argumentó que este régimen implica la separación de familias, la limitación de libre movimiento entre los territorios, la negación de actas de nacimiento, la demolición de viviendas y negación de los permisos para reconstruir los hogares. Sobre esto último, enfatizó: “Los hogares conforman el espacio donde cobra vida la solidaridad entre mujeres, la colaboración y creatividad feminista, las políticas de cuidado y afectos que también sostienen a la comunidad”. 

Este sistema punitivo también se ha manifestado en violencia sexual en los puntos de cotejo israelí. “La violencia en contra de las mujeres, entre ellas la violencia sexual, ha sido usada como arma de guerra contra el enemigo masculino. La mujer palestina, en este sentido, es usada como objeto para violentar al otro”, puntualizó Fonseca Santos, también integrante del proyecto político Colectiva Feminista en Construcción.

Críticas al feminismo colonial y blanco

Las panelistas también dirigieron sus críticas hacia los feminismos que se ejercen desde espacios coloniales, de supremacía blanca y liberalismo individualista. “El feminismo blanco es indefendible”, expuso Fonseca Santos al hablar sobre la complicidad de mujeres con estos sistemas opresores amparado en nociones de libertad femenina. 

Fátima Rashid, argentina de ascendencia palestina y directora del Museo Itinerante Fadwa Tuqan, coincidió que el feminismo liberal y hegemónico pretende limitar a las mujeres en países “tercermundistas” a un rol pasivo, pese a que son estas mismas mujeres, por ejemplo en Palestina, “las semillas y custodias de los jardines de la resistencia”.

Ibrahim-Abufarah Dávila contrastó la solidaridad, que caracteriza a los feminismos anticoloniales, antirracistas y de otros grupos marginados, con las tradiciones liberales de algunos feminismos que surgen en Estados Unidos.  “Los feminismos liberales y sionistas se basan en discursos para silenciar y socavar las aspiraciones colectivas de las mujeres palestinas y sus compañeras de lucha”, denunció quien integra el Palestinian Feminist Collective y el Palestinian Youth Collective.

La estudiante graduada criticó esta corriente de feminismo colonial por “ver a las mujeres palestinas como víctimas indefensas, que necesitan ser salvadas de su propia cultura, sociedad y religión, al mismo tiempo que las vuelve desechables”.

“El feminismo es incompatible con el sionismo. Estar a favor de Palestina y en contra del antisemitismo van de la mano porque todos los sistemas de opresión se refuerzan mutuamente, y ninguno puede combatirse de forma aislada”, reforzó Ibrahim-Abufarah Dávila.

 

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