Foto por Ana María Abruña Reyes
La buena construcción comienza con cimientos sólidos. Y los cimientos del mundo siempre han sido los mismos: la niñez. Hemos dado pasos importantes para atender la pobreza infantil, pero tienen que ir más allá de promesas políticas y del papel.
Semana tras semana, leemos, sin que se paralice el país, cómo se abusa vilmente de nuestra niñez. Vemos cómo les violentan quienes se suponen protegerles, incluyendo al gobierno; les vemos enfermarse y morir sin acceso a servicios de salud. En el caso de la niñez viequense, todavía sin tan siquiera un hospital; y también les vemos perder acceso a una educación de calidad, a niveles elementales, superiores y universitarios.
La mitad de la población infantil en Estados Unidos, una de las naciones más ricas del mundo, vive en pobreza. De todas sus jurisdicciones, la niñez boricua es la más pobre.
No están segurxs
El 58% vive bajo el nivel de pobreza, mientras que el 37% vive en pobreza extrema. Por esta pobreza, más de la mitad del futuro del país enfrentará retos de salud física y mental, retos en su desarrollo socioemocional y en su desarrollo académico a través de toda su vida.
Y sabemos que, mientras más oscura su piel, más discriminadxs y pobres serán, y peor será su estado de salud, según reveló el estudio Colorismo y disparidades en la salud en los países de origen: el caso de Puerto Rico, de la doctora y antropóloga Isar Godreau y el economista José Caraballo Cueto.
En un país que reporta en promedio un feminicidio por semana, nuestras mujeres jefas de familia son quienes la tienen peor, pues el 68% de las familias lideradas por ellas viven bajo pobreza.
A todo lo anterior, debemos añadirle los efectos que han tenido desastres naturales como huracanes, terremotos y una pandemia, y los desastres provocados por política pública descontextualizada, como la política Rosselló-Keleher de cierre de escuelas públicas. Esta medida, según el actual secretario de Educación, no provocó ahorros para el departamento.
Pero, sí provocó un profundo impacto negativo en los cimientos de cientos de comunidades alrededor del archipiélago.
Madres que ahora tienen que caminar más de una milla, dos veces al día, para llevar y recoger a sus hijxs de la escuela; estudiantes que perdieron su círculo de apoyo y estabilidad; maestras con salarios bajos y con salones con demasiadxs estudiantes; y planteles, que antes servían de punto de encuentro comunitario, hoy cerrados y en deterioro. Y ni un peso se ahorraron.
Vale siempre cuestionar: ¿para quién gobiernan?
Ver para creer
El gobernador Pedro Pierluisi comenzó el año con su firma en proyectos que a todas luces pintan bien, entre ellos el que estableció la Ley de Política Pública de Puerto Rico para Combatir la Pobreza Infantil y la Desigualdad Social, que ordena la creación de la Comisión para Combatir la Pobreza Infantil y la Desigualdad Social en Puerto Rico.
Esta “entidad multisectorial integrada al Departamento de Familia” será conformada por Agricultura, Educación, Hacienda, Desarrollo Económico y Comercio, Salud, Vivienda, la Oficina de Gerencia y Presupuesto (OGP), la Oficina para el Desarrollo Socioeconómico y Comunitario, cinco representantes de entidades sin fines de lucro y tres líderes comunitarios “representativos de las regiones con más pobreza infantil”.
Pero, ojo, que si hay algo que se le da bien a la política local es nombrar una comisión para todo. Algunas de dudosas intenciones e impacto y otras cuyas recomendaciones son ignoradas por quienes mismo avalaron su fundación.
Tenemos el liderato
Una de las principales figuras de la lucha por el bien de nuestra niñez es Marcos Santana Andújar, trabajador social y defensor de derechos humanos, y joven negro, que lleva años dando cátedra sobre cómo garantizarle bienestar a la niñez boricua y caribeña. Marcos fundó la Red por los Derechos de la Niñez y la Juventud de Puerto Rico, que se encargó de suplir de esenciales a albergues de niñxs durante recientes emergencias, y hace poco logró convertirse en concesionario de Head Start en Puerto Rico.
Estas son las personas a las que nuestros gobernantes deben escuchar a la hora de priorizar, asignar y distribuir recursos disponibles. Gente que sabe lo que hace y que tiene prueba de su impacto. Tenemos demasiados ejemplos de esfuerzos políticos que han logrado muy poco, o casi nada, precisamente, por no escuchar a las comunidades que dicen querer servir.
Las comunidades en Puerto Rico conocen sus necesidades y llevan años autogestionándose con poca o nada de ayuda del gobierno. Es lógico ponerles al mando.
Necesitamos que los políticos dejen su violenta demagogia y atiendan con urgencia e intención a nuestra población infantil. Si no son capaces de darnos un presente digno, que al menos se ocupen de asegurar nuestro futuro. Y si no lo hacen por su obligación moral, que lo hagan porque es un mal negocio no hacer nada. Según el Instituto de Desarrollo de la Juventud, la pobreza infantil nos cuesta $4,400 millones anuales.
Si hay algo que se puede salvar de esta distraída colonia, es nuestra niñez. Como no tienen la capacidad de organizarse y salir a la calle a protestar, toca representarles. Por eso, le pregunto a toda persona que cree en un mejor Puerto Rico, si no se construye con ellxs y pensando en ellxs, ¿quién sostendrá los resultados de todos nuestros mejores esfuerzos?