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¿Se puede ser feminista y estar a favor de la pornografía?

Foto por Sergey Zolkin en Unsplash

Uno de los temas que aún trae mucha controversia tanto dentro como fuera de los círculos feministas es el de la pornografía. Sea por su consumo, creación o edición, siempre hay muches autores que escriben sobre las implicaciones éticas, morales y sociales de la pornografía en nuestra sociedad. Si bien es cierto que, a través de los años, ha ido cambiando la manera en que se hace pornografía, no es menos cierto que dichos cambios han traído nuevos retos al respecto. 

En los años 90, muchas feministas radicales escribieron textos en los que describían la pornografía como una vía para grabar y reproducir las violaciones de las mujeres implicadas. Activistas feministas radicales blancas como Catharine MacKinnon concluyeron, en sus análisis, que la pornografía era dirigida al consumo de los cuerpos de las mujeres por parte de los hombres y que dicho acto influía a nivel subconsciente sobre las conductas sexuales de estos. De antemano, es necesario reconocer que muchos de los argumentos de estas autoras vienen de una época en la que la pornografía no era como la conocemos hoy en día. Esto se debe a que, para los 1990, apenas nos encontrábamos en el comienzo de la era de las computadoras y la mayoría de la pornografía que se consumía provenía de revistas, libros y videocintas rentadas o compradas en tiendas para adultos. 

Para este tiempo, la mayoría de la pornografía de adulto consumida y vista era la heterosexual, entre hombres y mujeres. Quienes siempre tenían el control sobre la edición, creación y distribución de la pornografía eran los hombres. Los ángulos de cámara anteponían el placer de los hombres sobre el de las mujeres, y el rol de ellas era reducido a actuar su parte dentro de las grabaciones o sesiones fotográficas, sin tomar parte de las decisiones importantes sobre cómo sería distribuida su imagen. 

Tomando en consideración ese contexto, se entiende el valor de las críticas hechas por feministas como MacKinnon a la pornografía, pues era lo que imperaba en aquel momento. Sin embargo, parte de las críticas hechas a MacKinnon y otras feministas radicales van dirigidas a cómo desde sus textos se desprendía una esencialización y universalización de la experiencia de las mujeres ante la pornografía. Muchas de las feministas abolicionistas de la pornografía pensaban que las mujeres dentro de la industria pornográfica siempre se encontraban en una posición de subordinación y violación de sus cuerpas, sin importar cuánto control ellas tuviesen sobre su cuerpo, decisiones o contenido. Este análisis no solo fue uno que partía desde la idea binaria de subordinación de hombre-mujer, sino que solo consideró la pornografía heterosexual y desplazó las experiencias de las comunidades LGBTTIQAP+. 

Cabe señalar que estos actos de invisibilización no son inusuales para muchas de estas autoras, pues se ha visto a través del tiempo que muchas se rehúsan a reconocer identidades trans, al punto de considerarles una amenaza al feminismo.

Ya habiendo considerado argumentos de las feministas abolicionistas, recordamos nuestra interrogante inicial, ¿se puede ser feminista y estar a favor de la pornografía? 

Hoy en día, reconocemos que históricamente la pornografía ha contribuido a la subordinación, no solo de las mujeres, sino que de otros cuerpos feminizados y hasta el de los mismos hombres. Por otro lado, dicho reconocimiento no significa que la experiencia sea universal e igual para todas las personas. 

Es meritorio señalar que las transformaciones sociales a través de los avances tecnológicos trajeron cambios positivos dirigidos al empoderamiento de muchas cuerpas e identidades que históricamente habían sido invisibilizadas por los hombres. Desde hace varios años, tenemos páginas cibernéticas que permiten que hagas tu propia cuenta y seas tú quien crea, maneja, edita y monetiza tu contenido.

Actualmente, las páginas web más famosas para este tipo de interacción son OnlyFans, JustFor.Fans y otras similares. Estas páginas permiten que le creadore de la cuenta pueda subir contenido pornográfico (fotos y vídeos) suyo al que solamente tienen acceso personas que paguen por una suscripción (algunas opcionalmente te permiten tener suscripción gratuita, pero que solo permiten visualizar el contenido completo al pagar por un servicio parecido al “pay-per-view”). Aunque no todas son páginas de contenido pornográfico exclusivamente, la mayoría de las publicaciones son de índole sexual.

Tener páginas de suscripción de contenido ha cambiado la manera en que las personas, en especial cuerpos feminizados, trans y/o cuir, pueden tomar control sobre su sexualidad y su trabajo sexual. Los perfiles más famosos de OnlyFans son gestionados por mujeres cisgénero, mujeres trans y personas no-binarias. Estos actos cambian la narrativa de quiénes son aquellas cuerpas que tienen el derecho a la pornografía. Las personas gordas, femme, no-binarias, con diversidades funcionales, negras, entre muchas otras, han sido históricamente excluidas de la pornografía, bajo la presunción de que nadie quiere ver dichas cuerpas disfrutando de su sexualidad. Tener el control en plataformas de suscripción ha permitido que estas identidades cambien la narrativa tradicional de la pornografía. Incluso, algunes creadores de contenido hacen colaboraciones con otras cuerpas diversas para apoyar a visibilizar y monetizar su contenido.

Ciertamente, no deseo romantizar las nuevas maneras de trabajo sexual y de creación de contenido pornográfico. Sabemos que aún hay muchas personas dispuestas a robar el contenido y monetizarlo sin dar crédito o apoyar a le creadore original. También, se entiende que existen muchos otros riesgos al momento de exponerse de esta manera a través de la web. Hay muches jóvenes siendo explotades sexualmente para vídeos que están siendo subidos a las redes. Reconocemos que hay redes de trata humana en en las que graban a personas para monetizar sus cuerpas sin pagarles ni un centavo. No obstante, esto no debe ser razón para concluir que la pornografía es inherentemente mala, en especial cuando es evidente que en las situaciones mencionadas anteriormente no median factores esenciales como el consentimiento, la mayoría de edad ni la autoría del contenido. 

Muches feministas (y transfeministas), trabajadores sexuales y creadores de contenido consideran que hay maneras más éticas de crear contenido erótico y pornográfico de manera en que priorice el placer de quien está creando el contenido o proveyendo el servicio y que reciba compensación justa por ello. Estas maneras más éticas ponen al consentimiento en el frente como una práctica revolucionaria que permite romper con la manera histórica en que las cuerpas marginalizadas han sido explotadas y tratadas. Por esto, muches feministas están a favor del empoderamiento de las cuerpas en la pornografía, siempre y cuando no medie coerción, explotación por parte de terceros ni falte consentimiento.

Yo, en lo personal, pienso que esta discusión la toca tener quienes participan de dicha práctica, pues como dirían les miembres de Entre Putxs PR: “Nada sobre nosotres, sin nosotres”. 

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