“Eres una persona maravillosa. Nunca he recibido un trato como el que tú me has dado. Has cumplido con todas mis expectativas y mucho más. Sin embargo, sólo practico la monogamia. Es una pena que no seamos compatibles. Sé que la persona que sea tu pareja verdaderamente será muy suertuda de tenerte en su vida”.
¡Ay, diosas divinas! No pensé que esta vez llegara a escuchar esa frase tan temprano. Pero, ¡si apenas nos conocemos hace unos días y hoy es la primera vez que nos vemos en persona! ¿Ustedes ven por qué ya no tengo paciencia y prefiero no salir en citas?
Miren, me considero una persona poliamorosa. Esto significa que puedo enamorarme de más de una persona a la vez y que puedo tener relaciones romántico-sexuales con múltiples parejas. Además, practico las relaciones abiertas, lo cual se refiere a una relación en donde mi(s) pareja(s) y yo podemos interactuar sexualmente con otras personas (en mi caso particular, con unas reglas dialogadas previamente).
La cita, al principio de esta columna, es solo un pequeño fragmento de la gran cantidad de comentarios que recibo cada vez que interacciono románticamente con alguien. En síntesis, ocurre lo siguiente: la persona decide conocerme sabiendo que practico el poliamor. Nos conocemos en persona y tenemos una química que no se da muy a menudo. Justo luego, me confiesa que cumplo con todos sus estándares y hasta traigo muchas cosas muy valiosas a cualquier relación. Pero, como casi todas las interacciones que he tenido, se me notifica que desafortunadamente no podemos estar juntes. ¿Por qué? Porque soy poliamorose.
¡Sí! Leyeron bien. O sea, puedo cumplir a cabalidad con todas y cada una de las cosas que la otra persona desea de una pareja, pero ¡nunca es suficiente! Sólo tengo que utilizar una palabrita mágica para cambiarles los semblantes de alegría y cambiarlos a unos de tristeza. Y, aunque no lo crean, esta es de las frases más suaves que he escuchado en torno a las relaciones no monogámicas.
No me malinterpreten: mi intención no es obligar a nadie a ser poliamorose. Mi problema, con muchas de las personas monógamas, es cuánta tortura pretenden hacernos pasar a las personas poliamorosas al tener que escuchar sus comentarios desinformados y prejuiciados sobre las relaciones no monogámicas.
“¡¿En qué te afecta mi poliamor?!”, he gritado, varias veces, al vacío inmediatamente después de haber leído a alguien en alguna red social achacarle al poliamor la culpa de la infidelidad hecha por su pareja monógama. Afortunadamente, para usted, lectore, yo no me quedo callada ante estas injusticias. Es por eso que he decidido hacer lo que más me ayuda a soltar: escribir al respecto y publicarlo en un periódico. Todes hacemos eso, ¿no?
Bueno, pues, les confieso que había considerado escribir una columna en tono más neutral, pero, ¡esta vez dije que no! Aunque no necesito dar explicaciones, les diré la razón principal del cambio en el tono: ¡ya estoy harta de intentar conectar con alguien en una cultura que te quiere meter la monogamia por ojo, boca y nariz!
Acompáñenme en lo que será una “pequeña” lista sobre los comentarios desinformados y preguntas que más recibo sobre lo que es practicar el poliamor y las relaciones abiertas. ¡Ah! Y para hacer la conversación un poco más divertida, también le añadí mis respuestas. Y no, no busco ser taxativa sobre el tema. Eso se lo dejo de asignación a usted, quien me lee. Confío en su potencial de leer y encontrar su camino en este polipapelón puertorriqueño.
Ahora sin más, comenzamos con un segmento al que le he decidido muy cariñosamente llamar “Comentarios y Respuestas”, por eso de que siempre que tengo estas conversaciones siento que estoy en un debate televisado. Los comentarios son los que recibí de personas monógamas desinformadas y las respuestas son una combinación de lo que dije, al momento, así como lo que se me ocurrió mientras redactaba este escrito.
“Comentarios y Respuestas”
C: “Ay, pero es que no te quiero compartir con nadie”.
R: ¿Compartirme? ¡Ni que yo fuera un bombón pa’ chupar que luego de tocar tu saliva no quieres que nadie más lo saboree! ¡¿A ti quién te dijo que te pertenezco!? ¿Se supone que al escuchar tu comentario sienta riachuelos bajar por mis panties? Nene, por favor, hazme el favor y deja de fantasear conmigo así. Las personas no le pertenecemos a NADIE. Ni a nuestras madres ni a nuestros padres, criadores ni parejas. A nadie. La idea de que alguien nos pertenece es un valor patriarcal y colonial. ¡Deconstrúyete! Entrar a una relación bajo la presunción de que alguien nos pertenecerá es un comportamiento sumamente dañino.
C: “La realidad es que si yo estuviera en una relación poliamorosa mi pareja y yo estaríamos peleando todo el tiempo, porque yo soy demasiado celoso”.
R: No sé si alguien te ha dicho esto, pero, ¡de seguro eres demasiado celoso para estar en una relación monógama también! ¿De veras crees que tu pareja, sea monógama o no, querrá pasar sus días tolerando tus papelones a causa de tus celos? Sería terrible para cualquier humano pensar que cada vez que vayamos a mostrarnos amistoses con alguien tengamos que limitar nuestra interacción debido a que nuestras parejas pudieran estar en una esquina vigilándonos para comprobar si andamos coqueteando con alguien más. Mira, mi amor, esto es como lo que le digo a toda persona que quiere practicar el poliamor: “Los celos son un sentimiento natural al ser humano, pero lo que hace la diferencia en una relación es cómo actúas en base a ellos”. Si cada vez que tienes un ataque de celos insultas a tu pareja o intentas controlar su vida, entonces, el problema no son tus celos, sino tú. Y para eso, mejor te recomiendo que vayas a terapia y revises el por qué te comportas así cuando sientes celos.
C: “Pienso que el poliamor y las relaciones abiertas son cuernos (infidelidad) permitidos”.
R: ¡Guau! De veras, ¿cuántas veces no he leído esto en las redes sociales? Piensan que con esta frase han destruido cualquier argumento a favor del poliamor y las relaciones abiertas. ¡Qué irónico que quienes más dicen esta frase son las primeras personas en mentir y serles infieles a sus parejas monógamas! La infidelidad ocurre cuando rompes acuerdos preestablecidos con tu pareja sobre cómo debían interactuar sexo-afectivamente con otras personas. Por ejemplo, si entre los acuerdos en pareja, está el de interactuar sexualmente con otras personas -siempre y cuando se notifique con anterioridad-, entonces todo estará bien mientras ambes sean diligentes comunicando que dicha interacción ocurrirá. Cabe señalar que esto es un solo ejemplo de las muchas otras maneras de relacionarse y establecer acuerdos.
C: “Podría practicar el poliamor, pero tienes que prometerme que yo sería tu pareja principal”.
R: ¡NOOOOOO! ¡Ibas bien, pero lo arruinaste al final! Mira, sólo porque te haya conocido primero no significa que automáticamente trataré como menos a mis otras parejas. Todas las parejas deben tener el espacio que se merecen, y sólo porque tú hayas venido antes a mi vida, no te da la potestad de decidir si amo a les otres menos que a ti. Esto es a lo que le llaman “poliamor jerárquico”, algo que no me parece una práctica ética. No es que con mi nueva interacción vaya a descartar TODO lo que tú y yo teníamos antes, sino que vendrá una persona nueva al panorama. En lo personal, prefiero las relaciones en donde las tres (y quien sabe si más) personas estamos en una relación juntas. Cada persona puede complementar la relación con algo que las otras no pueden. No podemos pretender que nosotres, especialmente quienes practican la monogamia, lograremos suplir todas y cada una de las necesidades de nuestras parejas.
C: “No te puedo ofrecer una relación, porque no soy poliamoroso. Pero me gustaría poder interactuar de maneras en donde te doy cariño, salimos juntes a hacer cosas divertidas, conecte a un nivel más profundo y quién sabe si hasta podamos agarrarnos la mano”.
R: ¡¿QUÉ!? Pero, ¿me estás ofreciendo una relación o no? ¡El cómo deseas interactuar conmigo parecería una relación de pareja sin el título! Sé que existe la anarquía relacional, en donde las personas interactúan sexo-afectivamente sin necesariamente establecer unas reglas específicas, pero si es eso lo que practicas, entonces sí eres poliamoroso o, por lo mínimo, una persona no monogámica.
Ay, no, no, no. ¡Ya me molesté! ¡Pasemos a mis palabras finales antes de que comience a llorar encima de mi teclado!
Palabras finales
¿Que, qué? ¿Que aún no te he convencido a ser poliamorose? Bueno, está bien, esa no era mi intención. Cada cual escoge su papelón amoroso. Yo escogí el polipapelón y llorar por más de un hombre a la misma vez. Y pa’ colmo lo he decidido hacer en la maravillosa isla de Puerto Rico. ¡Qué tragedia tan mortífera ha recaído sobre mí!
Bueno, ¡ya me cansé de pelear con los fantasmas del pasado en esta columna! El punto de todo esto es que se nos ha impuesto a través de la cisheteronormativa, el sistema patriarcal y el fundamentalismo cristiano que el único modelo de relacionamiento amoroso con otras personas es el de la monogamia.
Ideas como las de que tenemos una “media naranja”, que nuestra pareja nos pertenece o que sólo debemos tener pensamientos sexo-afectivos hacia ella son pensamientos que han sido naturalizados. Se piensa que nacimos con un chip de fábrica, que contiene estas ideas sobre el amor. Peor aún, se ha normalizado las reacciones violentas, como, por ejemplo, las que están vinculadas a los celos que culminan en feminicidios y violencia de género.
Aunque no nos asumamos como personas poliamorosas o practiquemos relaciones abiertas, es necesario que reconsideremos cómo pensamos nuestras relaciones sexo-afectivas. En ellas no debe haber cabida para la posesión, los celos violentos, el control ni las mentiras. El amor no controla, ni violenta, ni arrebata la autonomía de nadie. El amor es comprensivo, compasivo y liberador.