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Se llama acoso

Acoso callejero

(Ilustración por Mónica López)

A veces, la gente cree que la cultura, por ser cultura, es algo que es bueno, o que al menos amerita ser perpetrado por los siglos de los siglos amén. Que es algo que se debe mantener intacto, como si fuera natural, innato, auténtico y no algo creado colectivamente que, a su vez, nos crea. Es normal la resistencia al cambio en la cultura, y es verdad que el acoso es parte de nuestra cultura, sobre todo, si entendemos la cultura desde esas prácticas, costumbres, tradiciones y maneras en que construimos lo que somos, y el cómo nos relacionamos. 

La cultura puede entenderse de muchas formas y pudiéramos darle muchísimos significados. Pensemos entonces en lo que no es. La cultura no es una regla incuestionable, la cultura no es una verdad, tampoco es estática, ni mucho menos está escrita sobre piedra. La maravilla de las culturas que podemos desarrollar es que son creadas por nosotras mismas, por nuestras propias ideas, y por nuestras maneras de entender la realidad. Tanto las ideas como la realidad y el entendimiento de ella son cosas que cambian constantemente. 

¿Acaso has pensado igual toda tu vida? Probablemente, la respuesta sea que no, que has cambiado, madurado y crecido. Que ahora tienes otras experiencias, y, por lo tanto, otras maneras de comprender la vida, y eso te lleva a pensar distinto. Entonces, si eso pasa en nuestro ser, y nosotras creamos la cultura, y a su vez la cultura nos crea, valga la contradicción, pues es totalmente natural una cosa: el cambio de la cultura. Quizás, es esa la única manera de ser una mejor sociedad, una mejor persona. 

Hace tiempo que llevamos viendo en nuestro país cómo matan a las mujeres, tanto que estamos en un Estado de Emergencia, tanto que en el pasado año fueron 52 feminicidios. La impunidad y la inacción son el pan de cada día. Todas deberíamos estar de acuerdo con que necesitamos prevenir la violencia de género, que no podemos sostener más el duelo, la pérdida, la cultura de violación y de violencia hacia las mujeres y cuerpos feminizados. 

Y deberíamos estar de acuerdo porque es un asunto de urgencia, que amerita medidas y acciones que por más simples o desvinculadas que parezcan son necesarias para atajar cada una de las manifestaciones de la violencia de género y de la cultura patriarcal y machista que nos mata. No se mata a las mujeres en un día. No nos mata solo el arma, el puñal; nos matan de muchas otras maneras. Y todo comienza mucho antes de que lo pudiéramos siquiera imaginar. 

Es más, imaginen que son una chica que camina por la calle hacia la escuela. Mientras caminas, ves que muy cerca de ti hay un par de hombres, y ya comienzas a sudar. Empiezas a sentirte un poco tensa porque tienes que pasar entre ellos. No quieres que te digan nada. Solo quieres llegar a la escuela. Entonces, pasas y te silban, te dicen lo bella que te ves hoy, y te cuentan cómo por ti hacen cualquier cosa. Tú sigues caminando, bajas un poco la cabeza. Cuando eso te pasa, a veces gritas o respondes que no pediste su opinión, pero cuando lo haces es peor, y te sientes más temerosa y amenazada. Así que por costumbre, y experiencia, prefieres callar y seguir a la escuela. Llegaste entera, y pareciera que eso es suficiente esta vez. 

Pero luego sabes que debes volver a pasar por ese mismo lugar, y que otra vez te van a comentar algo, o van a tratar de acercarse a ti, o comenzarán a seguirte mientras caminas a tu casa. Pasas el día planificando qué ruta tomar para no tener que ver a esos hombres otra vez, pero casi no tienes opciones, aun así lo intentas y caminas por la ruta más larga para evitar repetir la escena de la mañana.

Entonces de nuevo, te topas con alguien y ese alguien te da miedo. Piensas que tal vez va a pasar lo mismo que con los demás, pero pasas por su lado, y no hace gesto, ni intenta detenerte, no te dice nada. En un breve momento, se encontraron casuales las miradas y, simplemente, le siguió el gesto de un saludo breve con la cabeza y una sonrisa cordial. Minutos después llegas a casa y ya te sientes más tranquila. No te acosaron en la tarde, nadie te molestó al caminar, pero aun así, guardas algo de ese inicio del día en el que te sentiste amenazada. Sabes que al próximo día todo puede volver a pasar, y más. 

Las personas con las que te topaste “siendo esa chica” habitaban en el mismo país, en el mismo pueblo, y tenían muchos aspectos culturales en común. Aun así cada persona actuó de manera diferente y eso puede ser por muchas razones. Digamos que aquella persona con la que la chica se encontró de regreso a casa fue alguien que aprendió a relacionarse de maneras saludables en el ámbito social, en su comunidad, y en sus relaciones interpersonales. Los otros dos a los que se encontró en la mañana caminando a la escuela seguían el modo “cultural” predominante, y creyeron que no te hicieron ningún daño con sus comentarios no solicitados, pero te violentaron, porque te incomodaron. Te hicieron sentir avergonzada, con temor y vulnerable, sobre todo considerando que en tu país hay un Estado de Emergencia porque matan a las mujeres. Para poder estar a salvo, tuviste que tomar la vía más larga. Esa vez, eso pareció solucionar el problema, pero no sabes si lo resolverá mañana. 

Las personas que cometen feminicidios, que violan, que agreden sexualmente, que acosan, pueden comenzar con una palabra, con un gesto. Pueden comenzar siendo niños que ven y escuchan, internalizan, normalizan, reproducen y perpetúan al crecer una mala costumbre que no les parece nada más que la “cultura” sobre “cómo se debe tratar a las mujeres”. 

Quizás esa gente, esos niños, están en cualquier calle de Puerto Rico, y son la misma gente que piensa que está mal que maten a las mujeres, y hasta pueden ser los hijos de mujeres asesinadas los que sean víctimas también de la “cultura”. Quién sabe si esa gente que te perturba, cuando caminas siendo esa chica, defiende el Estado de Emergencia, y hasta habla de que hay educar. Pero aun así se resisten al cambio de cultura.

No es sencillo para algunas personas, comprender las raíces de las violencias de género y cómo es que atraviesan nuestras maneras de relacionarnos. Sin embargo, no podemos con más silencio, tenemos que protegernos porque es cuestión de vida o muerte. Le hemos puesto apellidos a las violencias, y ahora nos toca nombrarlas. Así que es buen momento para decir que eso que llamas “cultura” tiene otro nombre: acoso. 

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