Ilustración de Rosa Colón
En este 2024, se llevará a cabo otra edición del evento deportivo más importante del planeta: los Juegos Olímpicos de Verano. En esta ocasión, la ciudad francesa de París será la sede de esta justa global. Nuevamente, y como ha ocurrido ininterrumpidamente desde las Olimpiadas de 1948, Puerto Rico participará con sus atletas nacionales. Al igual que en los pasados dos Juegos Olímpicos (Río de Janeiro 2016 y Tokio 2020), en París 2024, la delegación deportiva puertorriqueña podría tener más mujeres que hombres.
Se da por sentado que destacadas atletas como la tenimesista Adriana Díaz y la pasada medallista de oro en los 100 metros con vallas, Jasmine Camacho-Quinn, participarán de estas Olimpiadas. Asimismo, existe una alta posibilidad de que el Equipo Nacional de mujeres en el baloncesto logre obtener una clasificación por medio de un torneo preolímpico que se celebrará en febrero en China. Estos escenarios posicionan nuevamente a las mujeres como las protagonistas de las delegaciones deportivas que representarán a Puerto Rico en las próximas competencias multideportivas internacionales, incluyendo París 2024.
Recordemos que las únicas dos medallas de oro olímpicas alcanzadas por atletas representando a Puerto Rico las obtuvieron dos mujeres: la tenista Mónica Puig en el 2016 y Camacho-Quinn en el 2021. Por tal razón, plantear que, en la última década, gran parte del deporte nacional puertorriqueño tiene rostro de mujer, no es un capricho ni un comentario al azar. Es, en realidad, un reconocimiento y una celebración a las aportaciones que las mujeres deportistas han hecho como embajadoras de Puerto Rico ante el resto del mundo.
Si bien estos pronunciamientos celebratorios hacia las atletas son valiosos y necesarios, el mayor reconocimiento que se le puede dar a las deportistas puertorriqueñas es continuar trabajando por mejorar sus condiciones.
Resulta indispensable reconocer que la inequidad de género sigue siendo un problema significativo en el deporte. La coyuntura de París 2024 debe aprovecharse para nuevamente ampliar las conversaciones sobre deporte y género, y proponer estrategias dirigidas a continuar combatiendo las desigualdades y violencias que las mujeres experimentan en las actividades atléticas.
A continuación, comparto algunas sugerencias en aras de que el apoyo a las mujeres deportistas puertorriqueñas no se limite a una celebración efímera por las Olimpiadas, sino que se convierta en una agenda de país, aprovechando la coyuntura de París 2024:
1. Las secciones de deportes deben ampliar la cobertura hacia las mujeres deportistas. Aunque los triunfos de atletas como la tenimesista Adriana Díaz y la boxeadora Amanda Serrano son reseñados, estas publicaciones ocurren principalmente cuando estas reconocidas mujeres sobresalen en eventos internacionales de importancia. No son pocos los días en que las secciones deportivas de los medios de prensa de mayor alcance se enfocan solo en los deportes masculinos y omiten completamente reseñas sobre mujeres o equipos femeninos. Debe aumentar la cobertura y monitoreo hacia las ligas o clubes en los que participan mujeres. Asimismo, el enfoque no debe limitarse a reseñar solamente aquellos deportes que la sociedad ha etiquetado históricamente como “femeninos” o “aceptados para las mujeres” (ejemplos: voleibol y tenis), sino que la cobertura debe incluir la mayor cantidad posible de deportes en los que participan las mujeres.
2. Las personas que aspiran a ser periodistas de deporte deben tomar talleres sobre cómo trabajar el periodismo desde un enfoque con perspectiva de género. Hacer crónicas o reseñas sobre mujeres en el deporte no necesariamente implica trabajar un periodismo con enfoque de género. Mayor cantidad no siempre es mejor calidad. Los talleres para periodistas podrían ser integrados a la oferta de cursos de educación continua y formación profesional que ofrecen organizaciones como el Centro de Periodismo Investigativo.
3. Urge continuar capacitando a entrenadores, líderes federativos, árbitros y oficiales de mesa sobre temas como la desigualdad de género y la violencia de género en el deporte. Uno de los problemas principales surge cuando existe un desfase o inconsistencia entre las denuncias de las atletas y las opiniones de quienes ostentan posiciones de poder en el deporte. Mientras cada vez más mujeres atletas están conscientes de que en el deporte existe una problemática de desigualdad y violencia de género, quienes dirigen federaciones y clubes muchas veces menosprecian estos asuntos o los niegan, ya sea por ignorancia o por temor a perder los privilegios que sus posiciones de poder le otorgan.
4. Insistamos en que la brecha salarial y de recursos entre hombres y mujeres deportistas es una realidad que continúa precarizando a las atletas. No caigamos en la trampa de justificar esta inequidad planteando que “eso tiene que ser así ya que los hombres venden más que las mujeres en el deporte». Cuestionemos ese discurso basado en meras cifras de mercado y en la idea de que los cuerpos de les atletas son meros objetos de consumo. Cuando se trata de abogar por nuevos modelos en favor de la justicia social, ampararse en frases como la de “los datos son los datos” atrasa las luchas por la equidad y nos incita a pensar que las cosas están bien como están solo “porque [supuestamente] funcionan”.
5. Continuemos integrando al deporte en la agenda de las luchas feministas y de aquellos movimientos que abogan por una sociedad más justa e inclusiva. Es la mejor forma de celebrar y darle continuidad a las aportaciones de las mujeres que, contra viento y marea, han luchado por Puerto Rico desde las trincheras del deporte. ¡Por un 2024 de conquistas en el terreno de juego y en las estructuras de gobernanza del deporte!