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Darle la vuelta a Puerto Rico caminando y regresar a casa a salvo

Julie North

Esta historia tiene un final feliz. El 1 de junio de 2020, antes de que amaneciera, Julie North, una estadounidense residente en Rincón, salió caminando de su casa y regresó cuatro semanas y dos días más tarde, de la misma forma, caminando.

En 30 días, recorrió 351 millas con el mecanismo de transportación que primero conoció el ser humano, sus propios pies.

Todo comenzó en la quietud

Sin trabajo y con muy poco en lo que ocupar su tiempo durante la pandemia, North, de 36 años, salía cada mañana a caminar por su vecindario para despejarse un poco del encierro requerido para el aislamiento.

“En febrero tuve mucho trabajo. En marzo, todo se volvió muy silencioso”, cuenta en entrevista con Todas la mujer, quien es agente de viajes. De una semana a otra, todos los planes de sus clientes quedaron cancelados.

En sus caminatas mañaneras, cada vez, llegaba un poco más lejos, hasta que, un día, sin darse cuenta, terminó en Añasco.

No le costó mucho imaginarse que, si había caminado de un pueblo a otro, quizás, podría darle la vuelta a la isla. Así que hizo una búsqueda en Google y no encontró datos de alguien que lo hubiese hecho antes; solo información relacionada con el evento para ciclistas Vuelta a Puerto Rico, que propone recorrer la isla en bicicleta en cuatro días. Eso fue suficiente para inspirar su propia ruta.

“Quise esperar a que flexibilizaran el toque de queda y establecí la fecha de comienzo el 1 de junio. El inicio del mes da una sensación de hoja en blanco, como una nueva oportunidad de empezar algo grande”, cuenta en un inglés salpicado de palabras en español con acento boricua.

“Tengo pies. ¿Por qué no los voy a usar?”

Para ella, natural de Colorado, uno de los ocho estados de montaña, y asidua de los viajes y las aventuras en la naturaleza, caminar es lo más natural del mundo. Planificó su ruta y cargó con su celular con aplicación de mapas y con un mapa de papel que le permitieron seguir el trayecto y saber dónde estaba en cada momento. Fue por andar a pie y escoger los pequeños caminos vecinales antes que las autopistas, comenta, que pudo saludar a decenas de personas por el camino.

Julie North 3

Las sorpresas del camino

Parte de lo que complica la experiencia de trasladarse a pie entre lugares, aun a corta distancia, en Puerto Rico, es la falta de una infraestructura que deje de privilegiar los autos por encima de los peatones y ciclistas.

Habiendo recorrido la isla entera, North celebra las veces que se topó con aceras “que, de repente, aparecían de la nada”.

La posibilidad de caminar por una acera a la orilla de la carretera, mejor salvaguardada de los carros que le pasaban por el lado a alta velocidad, la hizo pensar en lo deseable que sería que Puerto Rico contara con una infraestructura que invitara a conocer la isla a paso lento.

“De Arroyo a Patillas hay una acera que es perfecta para caminar. Igualmente, el camino de Loíza a San Juan es hermoso”, recuerda sobre algunos de los trayectos que más disfrutó.

Mientras, de Patillas a Yabucoa y de Yabucoa a Humacao, le tocó caminar en paralelo a la autopista y, según narra, fueron trayectos difíciles en los que camiones le pasaban por el lado muy rápido y muy cerca.

“De todas formas, si voy a morir, prefiero morir haciendo esto que sentada en el sofá de mi casa”, completa la narración con una risa.

Julie North

Lo que hace una mujer caminando sola

Durante el recorrido, también se encontró con mucha gente que se sorprendió de verla caminar por su cuenta o de encontrarla en una barra sin compañía, comiendo alguna empanadilla y tomando cerveza sola.

Está claro que la imagen de una mujer caminando autopistas y caminos rurales que no tienen acera, con una mochila al hombro y un palo en su mano para apoyarse y espantar a los perros, no forma parte de la colección de estampas en el imaginario colectivo puertorriqueño.

“Como mujer, es difícil dejar de pensar en lo que tengo que hacer para estar segura y a salvo. Soy una persona muy conversadora y eso se puede confundir con estar coqueteando. Creo que funciona siempre tener un plan. Si estaba cenando en un lugar y un muchacho me empezaba a coquetear o buscaba pagarme una cerveza, le salía al paso mencionando que mi esposo estaba trabajando y que solo estábamos de pasada por el lugar”, explica sobre respuestas que ya tenía pensadas, anticipando que ese tipo de situaciones ocurrirían.

Y ocurrieron.

“Si estás en esa situación -de encontrarte sola en una barra o un restaurante-, en general, las tres preguntas que te hacen son ‘¿qué haces?’, ‘¿estás casada?’ y ‘¿tienes hijos’? Y, lamentablemente, tengo que tomar muy en cuenta cómo esta persona me va a percibir si le digo que sí, que estoy casada, y que estoy caminando alrededor de Puerto Rico sola. Realmente, como sociedad, tenemos que cambiar esa forma de masculinidad. Así que como mujer he tenido que navegar eso, y no les doy detalles a las personas ni les dejo saber a dónde voy”, agrega al establecer que está bien dar excusas como una forma de sentirse segura y evitar tratos indeseados.

Julie North

 

Se levantaba a las 3:45 a.m., y salía entre 4:00 a.m. y 5:00 a.m., y caminaba hasta cerca del mediodía. A media mañana, solía hacer una parada en alguna panadería para comer y recargar energías.

En cada parada, Julie consiguió hospedaje con amistades, conocidos de amistades, y utilizó su cheque de estímulo federal para costearse estadías en hospederías puertorriqueñas y espacios de alquiler que no recibían visitas desde febrero. Intentó, cada vez, contactar directamente a los dueños para que pudieran recibir su pago sin intermediarios.

“La meta era devolverle a la gente de Puerto Rico. Cuando estaba en Guánica, el lugar donde me quedé no había tenido huéspedes desde diciembre, por los terremotos. Y yo quería poner dinero en el bolsillo de los locales”.

North también piensa que, al empezar sus recorridos diarios tan temprano, cualquier persona que hubiera podido hacerle daño estaría durmiendo todavía. Además, cargaba con un cuchillo que pudiera serle útil como herramienta de supervivencia por el trayecto y confiaba en sus destrezas de autodefensa. Estaba segura de que si alguien quería hacerla pasar un mal rato, se defendería por el rato suficiente hasta que pasara algún carro con personas que pudieran ofrecerle ayuda.

“Nunca sentí que estuve en peligro, más allá de unos cuantos perros”, expone. “Sí me entristece recibir muchos mensajes de mujeres que me dicen: ‘He querido hacer lo mismo que tú por tanto tiempo, pero siento que no es seguro’. Saber que hay una barrera que impide que las mujeres hagamos algo me hace querer tumbar esa barrera y que todas podamos hacerlo”.

Lee aquí: Fotoensayo: “Camino por el centro de la carretera”

“No debería ser diferente”

Pero, no se trata solo de lo que todavía provoca entre la gente la idea de que una mujer esté caminando por su cuenta.

Solo pensarlo hace retumbar aquella frase que hace cinco años pronunció un teniente de la Policía de Puerto Rico que estaba a cargo de investigar la muerte de la cantautora Ivania Zayas, arrollada por un conductor que se fue a la fuga cuando caminaba hacia su casa, como un cuestionamiento sobre el lugar, la hora y la forma en que pueden las mujeres transitar las vías públicas.

Persiste, además, el recuerdo de Alexa, una mujer trans que caminaba de pueblo en pueblo, sin tener casa, hasta que los miedos y los odios activados con la homofobia desencadenaron su asesinato el 24 de febrero pasado.

“Siempre estuve consciente de que mi experiencia, ahora mismo, no hubiese sido la misma si yo hubiese sido una mujer negra. Siempre tuve en mi pensamiento a tantas mujeres negras que no pueden ni siquiera caminar para ejercitarse en sus propios vecindarios por el miedo a que un policía les dispare”, recordó.

“Tengo que reconocer los privilegios que tengo como una mujer blanca. La sola posibilidad de poder caminar así… Sí, por el camino, muchos tipos me tocaron bocina, pero me hace preguntarme si eso se hubiese quedado ahí para cualquier otra persona y creo que no. No debe ser así”.

El 30 de junio, Julie North regresó a su casa con una gran sonrisa de satisfacción en su rostro. La recibió un grupo de amistades que la esperaban sabiendo que estaba bien. Fue un final feliz.

 

 
 
 
 
 
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Su deseo es que su experiencia no sea solo de ella, sino que sea una posibilidad para cualquier mujer que quiera hacerlo.

“Yo no quiero estar en el ‘spotlight’ si otras mujeres no me pueden acompañar. Lo que hice me hace sentir genial, pero solo es genial si otras mujeres también lo pueden hacer, si las puertorriqueñas, si las mujeres negras puertorriqueñas pueden hacerlo”, puntualizó.

Julie North

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