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Charo Mina Rojas y la resistencia afrocolombiana

Charo Mina Rojas

(Fotos y vídeos de Ana María Abruña Reyes)

Para Charo Mina Rojas, la resistencia es la única alternativa para vivir en dignidad.

Lo sabe porque desde temprano en su vida ha tenido que resistir para sobrevivir.

La activista de derechos humanos y miembro de Proceso de Comunidades Negras de Colombia conoció la desigualdad en su entorno más inmediato, su casa. Nacida en un barrio negro en Cali, creció como tantas otras, en un hogar patriarcal. Eran muchas mujeres y solo algunos hombres, pero estaba claro que ellas les servían a ellos.

“Era obvio que allí había unas situaciones de injusticia”, rescata sobre esos tiempos en que comenzó a tomar conciencia del machismo que impregnaba su vida y la de todas a su alrededor.

Fuera de su casa, conoció otras formas de discrimen. Recuerda, por ejemplo, cómo las monjas del colegio donde estudió sus últimos años de escuela superior le negaron la oportunidad de presentar los exámenes que había perdido mientras estaba enferma. Charo era la única negra y a la única a la que le ponían ese tipo de trabas, según cuenta.

Al machismo y al racismo, como lo ha contado tantas veces antes, se le suma una tercera forma de discriminación que es la de ser pobre. No podía participar de actividades extracurriculares porque en su casa no había recursos para el pasaje ni ropa para ponerse.

El conflicto

Las experiencias de su niñez y adolescencia no son Charo Mina Rojasdiferentes a las que viven todavía hoy las niñas negras e indígenas en Colombia, sobre todo en la región de la costa pacífica, una de las más empobrecidas del país y más afectada por la violencia.

“Hay estudios que muestran que las mujeres y las niñas negras son las más expuestas a formas de violencia sexual. Eso tiene un componente racista muy fuerte porque hay todo un imaginario alrededor de la mujer. Hay un componente del ejercicio del poder, de lo masculino sobre lo femenino, pero también racial, pues son violencias ejercidas por hombres mestizos y hombres blancos”, señala.

Mina Rojas ha hecho su trabajo de defensa de derechos humanos en un contexto de conflicto armado que tiene su origen en los intereses económicos sobre esos territorios ocupados en su mayoría por poblaciones negras e indígenas. Se concentra en educar a otras mujeres afrodescendientes sobre sus derechos.

“La tierra es un valor económico dentro del capitalismo. Por eso, vivimos en guerra porque los poderes capitalistas neoliberales quieren controlar la tierra, pero nosotros tenemos la tierra y la queremos seguir teniendo”, establece.

“Lo que queremos es la autoridad y la autonomía de decir qué pasa en esa tierra, qué se explota, qué se usa, qué se debe conservar y quién debe estar allí o no puede estar allí. Ese es el ejercicio de autonomía que hacemos y lo que se convierte en punto de confrontación con esos intereses económicos”.

Y es que, como describe, la tierra no es para quienes la viven un objeto comercializable. Es un espacio de vida que se protege, precisamente, viviéndola.

Pero, en esos contextos de conflicto, las mujeres han sido las más afectadas.

“Obviamente, es una guerra machista, es una guerra patriarcal. Está centrada en una tendencia militarista en la que las mujeres se han convertido en un objetivo militar de la guerra”, subraya sobre esa violencia que no acaba, que se recrudeció luego del 2000 con la aparición del paramilitarismo.

Al principio, dice, los distintos actores del conflicto encontraron que la mejor forma de atacar a los líderes era violando a una mujer de su familia o de su organización. En la medida en que las mujeres comenzaron a asumir posiciones de liderazgo, más aun en el proceso de defensa de derechos humanos, se han convertido en objetivo directo.

“Es una violencia que sí tiene una raíz patriarcal porque los intereses económicos vienen de un sistema que está completamente dominado por hombres y sus mentalidades. Independientemente de que haya mujeres en posiciones de poder, la política que domina es una forma patriarcal de ejercer el poder y se refleja en esas formas violentas, así como se persigue y se criminaliza a las mujeres organizadas”, explicó.

La resistencia

Entonces, la resistencia es la construcción de un proyecto de vida digna que se va haciendo mediante la educación, la organización, que ayuda a crear conciencia identitaria y fortalecer los procesos culturales, y, sobre todo, la permanencia en los territorios para sostener propiedad colectiva.

Mina Rojas cree que las tareas del día a día para levantar la resistencia deben girar en torno al sentido de identidad, como la realización de actividades comunales, talleres, reuniones, vídeos, la iglesia.

“No nos movemos sin afianzar ese sentido de identidad y de pertenencia. No podemos ser seres sin historia. Uno no se organiza si no tiene una razón para qué y una razón es sentirse parte de algo”, enfatizó.

Las conquistas

Mina Rojas fue parte del grupo que se integró en las etapas finales de las conversaciones para un acuerdo de paz que se realizaron en La Habana para terminar el conflicto de más de 50 años entre el Gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Al principio, el proceso excluyó a los pueblos indígenas y negros, pero se tejieron redes de solidaridad internacional hasta que se logró su legitimación.

En la última hora, antes de firmarse el acuerdo, el grupo consiguió la inclusión de un capítulo étnico en el acuerdo de paz, con protecciones para los pueblos indígenas y afrodescendientes en Colombia, incluyendo los derechos de las mujeres afrocolombianas e indígenas.

Charo Mina Rojas

Charo Mina Rojas visitó recientemente Puerto Rico como parte de una iniciativa de Kilómetro 0 en la que se realizaron dos conversatorios: Sembramos viento y cosechamos tempestades: Represiones y resistencias de Colombia a Puerto Rico y No me pidas obediencia, hablemos de violencias, sobre violencia de género, feminismos y resistencias.

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