(Foto por Luis Meléndez en Unsplash)
Los largos turnos laborales que le tocaron durante los brotes de influenza y micoplasma, anteriores a la crisis de COVID-19, le provocaron a Aisha Rosario Burgos, una enfermera de 24 años, una parálisis facial que la mantiene hace tres semanas fuera de su trabajo. Si su neurólogo la autoriza, podría volver al hospital esta semana para asumir un nuevo reto, el coronavirus.
“De diciembre para acá, hemos atendido a muchos pacientes con influenza y micoplasma. Por consiguiente, muchos empleados se enfermaron a la misma vez. No teníamos el personal completo. Hemos tenido que doblar turnos”, aseguró la profesional, quien también es madre de un niño de 4 años.
Desde que se reportó el 8 de marzo el primer caso de una persona bajo investigación por sospecha de COVID-19, los números van en aumento. Hasta el momento, hay 573 casos positivos de coronavirus en Puerto Rico y 23 de estas personas han muerto. De las fallecidas, dos eran enfermeras. El personal sanitario, enfermeras como Rosario Burgos, se encuentran en la primera línea de riesgo de contagio y asumen los mayores costes físicos y emocionales. La situación se exacerba cuando, además, son madres solteras. Esta es la situación de Rosario Burgos.