Sí, sentía miedo. Fue hace poco más de cuatro años. Pero tenía tantos deseos de hacerlo que planifiqué, empaqué y me fui, con todo y miedo, sin nadie a mi lado. El “balde de agua fría” me cayó encima en el taxi que me llevaría a un hotel en Cartagena, Colombia. “¡¿Qué estás haciendo?! ¡¿Qué haces en un taxi sola en Colombia?! ¡Nadie te está esperando en el hotel! ¡Estás loca!» Era la primera vez que pisaba tierra extranjera, solo conmigo. A la verdad que nunca había pensado en esa posibilidad hasta que una situación familiar me motivó a dar el paso. Y allí estuve por cinco inolvidables y maravillosos días, conmigo. Me gustó… Desde entonces, me convertí en fiel creyente de que toda mujer debe viajar sola, aunque sea una vez en su vida.
A Cartagena le siguió Ecuador y, tan reciente como marzo pasado, Nueva Zelanda, una nueva oportunidad de viajar en solitario porque hacía un par de años que no lo hacía. Los dos últimos viajes, previos a este, los hice en compañía, una experiencia que disfruté. Por eso, un viaje no descarta al otro. Pero cuando llegó la oportunidad de Nueva Zelanda, volví a experimentar el placer de viajar sola, algo que mi cuerpo, alma y espíritu necesitaba tras enfrentar un año de varios retos de salud, profesionales y otros tantos que aparecen cuando eres adulta.
Los placeres de viajar “sola”
A Nueva Zelanda, la elegí porque siempre quise conocer la cultura polinesia y tiene varios de los atractivos que suelo buscar cuando viajo: actividades outdoor, un buen sistema de transporte público, y relativa “seguridad”. El viaje lo planifiqué con cuatro meses de anticipación que me requirieron varias horas de lectura, intercambio de correos, análisis y elecciones, lo que hace este tipo de experiencia más complicado y esforzado porque no lo dejas todo en las manos de una agencia. El resultado, sin embargo, vale la pena: un traje hecho a tu medida.
Cuando viajas sola, en realidad, no estás sola, estás contigo, con tus deseos, tus gustos y tus intereses. Estás viajando con la personita que se supone más te guste en este planeta; es una cita entre tú y ella, a quien deberías saber cómo querer y complacer. Llegar a este punto es importante, porque si aún no has empezado a conocer todo lo que te identifica, un viaje en solitario te ayudará a comenzar el maravilloso camino del autodescubrimiento. Para mí, ha sido importante identificar todo lo que me gusta y no me gusta, porque al saber quién soy, tengo una guía al momento de tomar cada una de las decisiones de vida, desde las más insignificantes hasta las más trascendentales. Sí, porque cuando te conoces, te eres fiel y sabes marcar límites, algo que te dará tranquilidad. Además, al tener clara y amada tu identidad, podrás compartirla con otros que quieran disfrutarla, no cambiarla. No podemos permitirnos perdernos a nosotras mismas. Pero si ya estás clara con todo lo que te identifica, pues un viaje en solitario te embriagara de alegría.
Cuando viajas sola, estás en control de todo, solo te tienes a ti misma. Por un lado, haces lo que quieras, como quieras y cuando quieras; intentas cosas nuevas, te mimas y retas; y haces nuevos amigos. Pero, por el otro -nada relajante- tu seguridad depende de ti, así que te tienes que aguzar y protegerte; la prevención del peligro es indispensable. Te tienes que autoregular. Por ejemplo, una de las chicas alemanas que conocí, menor que yo, me dijo: “I don’t sleep when I’m traveling”. Nada de eso, elimina la posibilidad de una mala experiencia, en mi caso, pasé un gran susto cuando me robaron efectivo en uno de los viajes.
Cuando viajas sola, conoces a otras mujeres como tú. En Nueva Zelanda, esta fue una de mis agradables sorpresas. Desde el primer día que me monté en el autobús público de Inter City, que me llevaría a recorrer cuatro pueblos de la Isla del Norte, me encontré con mujeres menores o mayores que yo que estaban en las mismas, algunas por primera vez. Por lo general, una de las dos inicia la conversación, y el hielo usualmente se rompe con un “a dónde vas”. Si hay intereses similares, como el estar sola, hay posibilidades de que pases unas buenas horas en su compañía o incluso se conviertan en amigas. Pues qué pasa. Cuando conectas con una mujer que viaja sola, nace una solidaridad, una hermandad, y nos empezamos a cuidar unas a las otras. Mi hermana Libna me ha hablado mucho de que las mujeres nutrimos, especialmente a nuestras familias y parejas, y eso lo veo en los viajes a solas. Esa característica está bien marcada. Las mujeres que viajamos solas nos cuidamos, nos apoyamos, nos velamos; nos esperamos, nos damos consejos e intercambiamos experiencias. “Safe travels wherever you’re going next”, me escribió Dina de Estados Unidos, oriunda de Filipinas. En este viaje, conocí a cinco maravillosas mujeres, de diferentes edades, países y trasfondos, pero con algo en común, se disfrutaban a ellas mismas. Una de ellas me sorprendió: Dagmar, de Alemania, rentó un carro y viajó por las dos islas. ¡Yo todavía no me he atrevido a hacer eso! Todavía…
Cuando viajas sola, puedes trazarte una meta personal y alcanzarla. Hace ya casi un año, me operaron una rodilla, por lo que los músculos de esa pierna se debilitaron y tuve que hacer ejercicios terapéuticos para fortalecerlos. En el panorama reciente, no cabía la posibilidad de realizar actividades de alto impacto. Decidí, entonces, ser una buena paciente. A los seis meses, me dieron de alta de las visitas. Me había rehabilitado. Así que cuando planifiqué el viaje, me aseguré de que uno de los highlights fuera un hike, un pasatiempo que descubrí luego de los 30. Confieso que esa década marcó el inicio de una búsqueda y acentuación de identidad. Abracé este pasatiempo porque me provoca varias emociones: sorpresa, adrenalina, alegría, satisfacción y una gran enseñanza de vida. La caminata en las montañas se convierte en una película de la vida humana. En los hikes, no todo es alegría. Las subidas y bajadas son muy agotadoras y retantes, te cuestionas por qué estás haciendo eso, se te quitan las ganas de tomar fotos, y lo único que quieres es llegar a terreno plano. A eso, le añades que, durante los hikes, los escenarios cambian constantemente, como las temporadas en la vida. En el Tongariro Alpine Crossing, el hike de ocho horas que hice en Nueva Zelanda, vi como 10 suelos y/o alrededores distintos; a eso le agrega los cambios en el clima que tiene la zona alpina. También, se evidencia el dicho de que cada quien va a su ritmo. En mi caso, siempre era de las últimas, pero llegué, y logré llegar a los sobre 6,000 pies. Ahhhh. Pero cuando llegas a la cima, la sonrisa te cubre el rostro y dices: “La recompensa de la montaña es la vista”. Sin lugar a dudas, la vida misma.
Cuando viajas sola, pules varias destrezas de vida, y la lista es larga: improvisar y planificar; manejar un presupuesto y establecer prioridades; escuchar y preguntar, para encontrar respuestas a problemas previstos e imprevistos; elegir, descartar; arriesgarte, abstenerte; confiar y desconfiar. Un curso intensivo de la vida, pero divertido y gratificante.
Comienza a planificar tu viaje
Si mi historia te animó, no lo dudes más y panificar tu viaje en solitario. A continuación, te cuento la “fórmula” que sigo para crear un viaje:
- Lee artículos de mujeres viajando solas.
- No te lances de pecho. Vete primero de tres a cinco días a un destino cercano, a ver cómo te va contigo.
- Elige el destino: playa o montaña, playa y montaña; ciudad o pueblos, pueblos y ciudad… Luego, busca los artículos que, por lo general, se titulan “10 mejores cosas que hacer en…”. Como mínimo, yo busco tres highlights, atracciones por las que definitivamente quiero ir a ese sitio. En ocasiones, podrás irte sola a determinada atracción, pero en otras, será mejor pagar un tour de un día. Entre tus gustos y lo que ofrecen los países que investigues, lograrás encontrar el destino ideal.
- Compra el pasaje entre dos y cuatro meses mínimos de anticipación para que encuentres buenas ofertas. Algunas aplicaciones que te pueden ayudar son Kayak y Hopper.
- Verifica si necesitas visas e información del país, incluyendo alertas, en la página web de U.S. Department of State, Bureau of Consular Affairs.
- Investiga los medios de transporte. Yo siempre indago por el transporte público entre pueblos, los metros y los trenes.
- Tu hospedaje principal debe ser en el centro de la ciudad, área turística. Desde ahí, podrás tomar el transporte público o iniciar las excursiones diarias que te llevarán a tus principales atracciones.
- Como ya identificaste los highligts y el transporte, debes crear tu ruta de viaje: la ciudad de llegada, los pueblos que visitarás, y el regreso a la ciudad.
Una amiga de la infancia me dijo recientemente: “Yo quisiera tener esa valentía que tienes de viajar sola, pero me da miedo”. No pude responderle todo lo que quería en el instante, pero hoy le diría que, con tan solo pensarlo y decirlo, está dando el primer paso hacia ese anhelo.
Todas tenemos la capacidad de hacer actos valerosos, no importa si es viajar sola, estudiar una larga carrera, criar a un hij@ sola, o aspirar a crear tu propia empresa. Si deseamos algo -que nos hará bien, sin dañar a nadie-, nada debería detenernos. A eso, le llamo amarnos a nosotras mismas, un acto que se aleja del egoísmo, porque el amor propio es fuente de amor al otro. Cómo amar, si no te sabes amar. Así que, si en esta temporada de tu vida amarte es irte a viajar sola, ¡hazlo ya!