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La vida de las personas peligra durante fenómenos naturales como huracanes y terremotos, por lo cual se consideran eventos traumáticos. Asimismo, los individuos en situación de desigualdad social como las mujeres, niños, niñas y personas LGBTTQ+ están aún más expuestos a la vulnerabilidad. Por esta razón, la doctora Diana Valle Ferrer creó un protocolo luego del huracán María, en el 2017, para identificar y atender a mujeres víctimas y sobrevivientes de violencia de género en situaciones de desastre.
“[A] pesar de que todas las personas son impactadas durante un desastre natural catastrófico, las víctimas/sobrevivientes de violencia de género sufren desproporcionadamente al tratar de escapar del agresor y sobrevivir el desastre”, establece el escrito que se dirige al personal que trabaja directamente con la gente en situaciones de desastre.
El Protocolo para la identificación y atención para víctimas / sobrevivientes de violencia de género en situaciones de desastres explica y describe las distintas reacciones de las personas, que se dividen en cinco: emocional, cognitivo, físico, conductual y espiritual.
“Todas las reacciones están relacionadas al nivel de miedo, dolor, pérdida, trauma y terror causado por el evento. Las reacciones varían entre personas desde necesitar tratamiento profesional hasta no necesitar apoyo o cuidado”, dispone el texto redactado por la también integrante de la Coordinadora Paz para la Mujer.
El documento expone que hay que apoyar a las víctimas sin recurrir a actos condescendientes y paternalistas porque solo agravan la situación. De esta manera, deben establecerse relaciones de apoyo y conductas solidarias que validen y aseguren el bienestar de las sobrevivientes.
Falta de coordinación expone a víctimas y sobrevivientes
Valle Ferrer recalcó la importancia de que haya coordinación entre los distintos niveles del gobierno y organizaciones comunitarias o sin fines de lucro para atender las necesidades de estas personas desde diversas áreas.
“Ahora mismo, estamos viendo que no hay tal coordinación. Los esfuerzos que se están haciendo no son esfuerzos coordinados”, dijo la también profesora de la Escuela Graduada de Trabajo Social Beatriz Lassalle sobre las ayudas que está recibiendo el sur por los temblores de las últimas semanas. “No hay una coordinación interestatal”, continuó.
Con ella, coincidió la directora de Proyecto Matria, Amárilis Pagán Jiménez, quien denunció que la situación de caos ha provocado que la ciudadanía opte por arriesgar su vida para hacer lo que el gobierno debería estar haciendo y no hace.
“Toda esa ayuda no es suficiente porque no hay coordinación que responda a la visión amplia y estructurada de lo que debe ser una respuesta a desastres”, consideró. “A días del terremoto del 7 de enero, nuestro gobierno comete los mismos errores del pasado: no da información, no consulta con las comunidades afectadas, no activa planes concertados, usa el dolor para hacer campaña de medios y abandona a la gente que necesita apoyo y servicios”, agregó al denunciar la situación como una violación de derechos humanos.
Urge la necesidad de personal adiestrado
La ansiedad y el agobio que sienten las personas afectadas, así como otras que, aunque no viven tan cerca del epicentro, atestiguan el manejo de la emergencia, las ha llevado a rememorar la experiencia vivida tras el huracán María hace dos años.
Durante los tiempos post-María, Valle Ferrer, junto con integrantes de la Coordinadora Paz para la Mujer, adiestró a 300 trabajadores sociales que laboraban en los refugios.
“Nos percatamos que, efectivamente, no tenían un protocolo, pero sí se habían encontrado muchos casos de violencia tanto de maltrato de menores como de pareja”, relató Valle Ferrer.
Actualmente, la defensa que tienen las víctimas y sobrevivientes de violencia en estados de emergencia es buscar ayuda, según la profesora.
Por tal razón, los refugios deben contar con personal adiestrado para atenderlas a nivel emocional y físico, añadió.
“Cuando viene un trauma como [el que causó] el huracán María y ahora los terremotos, se experimentan muchas sensaciones que se vivieron cuando hubo la violencia”, sostuvo Valle Ferrer.
De la experiencia luego del huracán María, la Universidad Interamericana publicó, en 2018, el informe titulado Voces de mujeres, en el que se expuso a un gobierno ausente con respuestas desorganizadas.
Igualmente, resaltó que los albergues de emergencia no estaban preparados para atender a personas trans ni personas de la comunidad LGBTQ+.
“Es importante crear espacios seguros para que las personas de estas comunidades puedan refugiarse durante las emergencias y hacer visibles sus necesidades ante el gobierno y las agencias que proveen ayuda humanitaria”, lee el informe que sostiene que las respuestas a los fenómenos deben partir con un enfoque de género.
Medidas para evitar la violencia en los refugios
El protocolo menciona algunas recomendaciones para prevenir casos de violencia de género en los refugios. Algunas de las sugerencias son limitar la cantidad de refugiados, mantener los espacios iluminados, contar con sistemas de comunicación, designar áreas para niños y niñas, entre otras gestiones.
Asimismo, el texto destaca que se deben garantizar espacios privados para quienes deseen denunciar y buscar asistencia para una situación de violencia y separar a la víctima del agresor, si están en el mismo refugio.
Este medio solicitó a la oficial de prensa de la Oficina de la Procuradora de las Mujeres información sobre el tipo de gestión que está realizando para atender situaciones de violencia de género en los refugios y a personas sobrevivientes de violencia de género refugiadas, pero la solicitud no fue respondida.