Fotos de la página eraseunavezenelcaribe.com / Kenneth Rexach
Cuando pensamos en el jíbaro puertorriqueño en la cultura popular, tenemos interpretaciones limitadas. Personajes sin dimensión, víctimas de su pobreza y controlados por sus deseos: baile, botella y baraja. Un disfraz importado de Latinoamérica que puedes comprar en Walmart.
La película Érase una vez en el Caribe comienza con una huelga. Los trabajadores de la Hacienda están reclamando mejor paga y trato. El líder es alguien que reconocemos inmediatamente como el “Idealista” y al lado suyo el “Oportunista”. La multitud se mueve para darle paso a nuestro “Héroe”, con machete en mano. Al otro lado del camino, los “Rompehuelgas” se preparan para picotear.
El director y escritor Ray Figueroa nos trae una película puertorriqueña influenciada por los vaqueros de Sergio Leone y los samuráis de Akira Kurosawa. En la montaña, las cosas se resuelven de frente con machetes que tienen nombre y piden sangre. Este es el mundo de “Juan Encarnación”, interpretado por Héctor Aníbal, un excapataz y ahora un simple trabajador de la caña.
La trama es sencilla, pero compleja a la vez. “Juan Encarnación” regresa de un día de trabajo y encuentra que se han llevado a su pareja “Pura” (Essined Aponte). “Juan”, ya sospechando a los culpables, comienza un peregrinaje de venganza con su hija “Patria” en mano (felicito a la niña que interpretó a “Patria” que a sus pocos añitos se robó todas sus escenas).
“Juan”, literalmente, corta un camino hacia “Pura” mientras los secuestradores le envían más y más obstáculos. Las peleas con los machetes son variadas, violentas, pero no gráficas. La coreografía está basada en el cocobalé, un baile de bomba con machetes. No voy a entrar en todos los detalles del camino de “Juan” y “Patria”, pero les digo que está lleno de acción, música, comedia y cariño por la montaña y los que la viven.
El otro lado de la historia, la carga “Pura” ahora secuestrada en una casona lujosa, donde se le tienta con trajes de seda, baños de jazmín y dulces de “afuera”. Todo esto puede ser su vida, solo tiene que ser la esposa del hombre que la arrancó de su familia.
“Pura” podría ser el personaje femenino pasivo, la razón para que “Juan” busque el machete de debajo de la cama y regrese a su vida violenta. Sin embargo, la película nos presenta una mujer activa e inteligente que tiene fe en su pareja, que ama a su niña por encima de todo.
“Pura” no es el único personaje femenino bien realizado. “Celia” (Kisha Tikina Burgos) es un personaje trágico, puesta para convencer a “Pura” de su gran suerte porque, en su experiencia la vida fuera de la hacienda, no es para mujeres. “Rosa”, interpretada por Dolores Pedro, es una mujer negra realista y luchadora, lista para pelear por una causa justa.
Le doy mención honorífica a “Mayoral Correa” (Néstor Rodulfo), o el vende patria tenaz y atrapado en el pasado; a “Mr. Beekman” (Modesto Lacén), trágicamente leal a su jefe gringo; y a “Lázaro” (Yussef Soto Villarini), el defensor de los trabajadores convertido trovador.
En los últimos años, hemos sido bendecides por los dioses del cine con producciones originales boricuas como Picando alante, Perfume de gardenias, La pecera y, sí, hasta Zack: enfrentamiento mortal, entre otras, y ahora podemos añadir Érase una vez en el Caribe a la lista.
El cine puertorriqueño está creciendo gracias al sacrificio y trabajo de cineastas, actores y personal que lo dan todo para darnos películas que nos representan y entretienen. Saquen sus machetes* y vayan a ver Érase una vez en el Caribe en el cine y prepárense para una épica historia del oeste boricua.
*Por favor, no lleven machetes a Caribbean Cinemas.
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