(Foto por Willín Rodríguez)
Cuando llegué a casa la mañana después de la renuncia, mi madre, entre una cosa y otra, comenzó a criticar la manifestación que hubo frente a la catedral de San Juan. Me bastó, luego, entrar a las redes para constatar con los comentarios de los vídeos y fotos lo conservador, machista y clasista que sigue siendo este país. Me sorprendió mucho que, de todas las cosas que habían sido noticia sobre la renuncia del primer mandatario, la gente le estuviese prestando tanta importancia a un perreo frente a la catedral.
Como mi madre, muchos se quejaron de la manifestación ocurrida el pasado 24 de julio, catalogándola de depravada e irrespetuosa, que la misma atentaba contra los valores de nuestro pueblo. “Apoyo la manera en la que cada cual desee protestar, pero hasta ahí”, “se pasaron”, “no me representan”, fueron varios de los comentarios que se leían en las redes sociales respecto a la manifestación.
No obstante, me tomaré la molestia, como académica que soy, de desglosar y analizar el perreo combativo para argumentar a su favor y demostrar que es igual de válido e importante que el resto de las manifestaciones que se han gestado en las últimas dos semanas de lucha.