I.
Cuando escribo, casi siempre, comienzo sin saber a dónde quiero llegar. Me permito soltar en el teclado. Entonces, pienso que así no se puede ser escritora, que tengo que tener más claro cuáles son mis objetivos o mis propósitos al escribir. Pienso que debo perseguir algo, alguna métrica, un ritmo, algún tema “importante” o algo que las demás personas esperen o quieran leer, pero luego me niego a eso y me despojo hasta el cansancio.
Escribir, para mí, se siente como un orgasmo laaargo, que demora en culminar y que una sabe que es mejor conseguirlo cuando no se está buscando con insistencia, cuando una accede simplemente al placer, a disfrutar lo que se está sintiendo y se permite un “desconocimiento” de lo que puede ser el final.
Pero me gustan los finales felices.