La violencia contra las mujeres tiene múltiples dimensiones. Su manifestación más extrema: el feminicidio. Es decir, el asesinato de una mujer por el simple hecho de serlo.
Devenir mujer es estar en peligro de muerte. Sin embargo, hay ocasiones en que la violencia patriarcal se manifiesta de maneras mucho más sutiles. Tan sutiles que puede ser difícil no solo entenderlas, sino, además, identificarlas. Son formas que están dirigidas a mantener el control de la vida de las mujeres de diferentes maneras: manipulación, gaslighting, cuestionamiento sobre las capacidades y aptitudes en general, cuestionamientos sobre la capacidad de ser una “buena madre”, entre otras. Es una violencia que está orientada a que nos cuestionemos nuestra sanidad mental, lacerar la autoestima y amor propio, desconfiar de nosotras mismas y nuestras capacidades e incluso de lo que a plena vista se presenta como hechos concretos.