Hoy, se ha popularizado el concepto de “inclusión forzada” entre quienes alegan que en las películas y series televisivas de años recientes se imponen personajes interpretados por gente que no es blanca o no se identifica como persona cis heterosexual. En otras palabras, son actores y actrices que no forman parte de la norma en términos de lo que Hollywood y las grandes cadenas productoras de contenido de entretenimiento han representado históricamente.
Quienes denuncian esta supuesta inclusión forzada son generalmente las mismas personas que arremeten contra aquellas iniciativas de equidad en beneficio de las mujeres e integrantes de las comunidades LGBTIQ+. Son igualmente quienes apoyan y se hacen eco de los grupos antiderechos en sus cruzadas misóginas, homofóbicas, transfóbicas y racistas.
En años recientes, uno de los ejemplos más comentados sobre una supuesta inclusión forzada fue el anuncio de la nueva versión de la película La Sirenita de Walt Disney. Un simple monitoreo de las redes sociales cibernéticas mostrará que no fueron pocas las personas que criticaron la decisión de escoger una actriz negra para interpretar al personaje principal de la película: la sirena “Ariel”. Entre esos comentarios negativos hacia la producción, se le acusó a Disney de no ser fiel a la versión original de la película. En ese filme de 1989, el personaje principal es una animación de una sirena de tez clara y pelo rojo. Por su parte, la nueva versión pautada para salir este año es una adaptación en la que el elenco principal aparece en su “forma humana” y no como caricaturas.
Muchas personas alegaron que la nueva “sirena negra” arruinó la infancia de quienes crecieron viendo el filme animado de 1989. Más allá de plantear que la selección de la actriz Halle Bailey era un ejemplo de inclusión forzada, foristas virtuales llegaron al extremo de plantear el disparate de que escoger a una actriz negra era un caso de “racismo a la inversa” contra las mujeres blancas y pelirrojas.
En ese sentido, estas personas ofendidas con la actuación de Bailey partieron de la premisa de que los personajes ficticios como las sirenas deben ser únicamente blancos. Peor aún, compararon a La Sirenita con la película de la guerrera china Mulán, y cuestionaron qué pasaría si para una futura versión de ese filme seleccionan a una mujer estadounidense negra como protagonista. Claramente, tal planteamiento representa otra incoherencia de quienes, a conveniencia, fallan en comunicar la diferencia entre una historia protagonizada por un personaje ficticio y una trama que, aunque también es ficticia, está basada en las experiencias de un personaje femenino que pertenece a un grupo étnicamente definido.
En vez de hablar de supuestos racismos a la inversa contra personas blancas, mejor cuestionemos por qué las personas blancas han sido el estándar de belleza dominante de Hollywood por tantas décadas. ¿Por qué una sirena tiene que ser siempre representada por actrices blancas? No hay tal cosa como inclusión forzada, cuando los datos en la actualidad continúan mostrando que las personas negras aún no son representadas en proporción a su presencia e importancia en la sociedad estadounidense. Un estudio, publicado en el 2021, por la firma McKinsey & Company reveló que solo el 11% de los roles principales en las películas son liderados por personas negras. El informe, además, destacó que todavía prevalecen los personajes basados en estereotipos raciales.
Las acusaciones de la supuesta inclusión forzada también vienen acompañadas por cuestionamientos a la integración de la diversidad sexual y de género en las tramas de las películas o series televisivas. Un ejemplo bastante comentado, en el 2022, fue la publicación de la película Lightyear, también producida por Walt Disney. En ese filme, hay una corta escena en la que dos mujeres se besan. La decisión de integrar una pareja de lesbianas causó furor entre los grupos antiderechos que buscan cualquier pretexto para mostrar su odio hacia las personas de las comunidades LGBTIQ+. Hubo hasta varios llamados a boicotear la película.
Lo peor de estos argumentos sobre las alegadas campañas de inclusión forzada es que parten de la premisa de que quienes no son personas blancas cis heterosexuales son los “otros”, los “sujetos raros” que no deben tener representación en las artes y en los productos mediáticos. Hablar de inclusión forzada es partir de la premisa de que estos actores y actrices que se alejan de la “norma” son extraterrestres que no forman parte de nuestras sociedades.
Estos planteamientos son de la peor calaña en lo que respecta al racismo, el sexismo, la homofobia y la transfobia. Lo que nos han impuesto históricamente no es una inclusión forzada, sino una exclusión forzosa liderada por quienes insisten en negarles una vida digna a todas las personas, indistintamente de su género, raza, etnicidad, orientación sexual y trasfondo social. Son los mismos mercaderes del odio de siempre, pero disfrazados ahora de críticos de cine y analistas de series de Netflix.