(Foto por Oliver Cole en Unsplash)
Una travesía llena de vicisitudes y violencias puede también presentar un reto a las nociones tradicionales de género. Las inmigrantes dominicanas que llegan a las costas de Puerto Rico en yola no solo transgreden los roles que se espera de ellas en su país de origen, sino que, además, participan de una movilidad transnacional que reta la propia geografía política de las Antillas.
A juicio de la investigadora Glorimarie Peña, estas transgresiones trascienden el acto de violar las leyes migratorias de dos países y se constituyen también en ejercicios políticos sobre el cuerpo, la economía y el derecho a decidir de estas mujeres.
“La transgresión es definida por un límite y que se sobrepasa ese límite. Desde esa perspectiva, ellas rebasan y sobrepasan fronteras nacionales, ya eso es otra ruptura completamente distinta. Rompen patrones familiares porque se espera que el hombre sea la cabeza del hogar y sea el que salga. Cuando se quedan solas, ellas son las que toman ese rol”, expresó Peña a preguntas de Todas.
“Transgresiones al mismo cuerpo, cosas que ellas no quisieran hacer lo tienen que hacer dentro de esta misma movilidad. Así que yo creo que ellas van a lo largo de toda la travesía, desde la decisión, incluso ya establecidas aquí en Puerto Rico, sobrepasando esos límites y transgrediendo esos límites”, añadió la también estudiante de maestría en Historia en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR).
El aspecto de la movilidad u otras formas de comunicación entre dos territorios representa una de las principales características de estas migrantes. Según Peña, estas mujeres siempre buscan la manera de ampliar su geografía de influencia, convirtiéndose así en sujetos transnacionales dentro del contexto caribeño.
“Además de sufrir y cometer transgresiones, estas mujeres establecidas en Puerto Rico mantienen vínculos directos con su país de origen y realizan prácticas transnacionales como el envío de remesas, el voto ausente, poseen la doble ciudadanía y contemplan un retorno en vaivén”, explicó la estudiante graduada durante su exposición Migrantes dominicanas en Puerto Rico: Memorias de la travesía en yola, celebrada el pasado 25 de abril en el Recinto de Río Piedras de la UPR, como parte del ciclo de Conferencias Caribeñas auspiciadas por el Instituto de Estudios del Caribe.
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La lucha constante que estas mujeres protagonizan en aras de conseguir mejores oportunidades, mayores ingresos económicos y libertades individuales, choca con una serie de obstáculos y violencias que pueden limitar sus deseos de movilidad transnacional.
Como parte de su investigación, Peña hace referencia al caso de una mujer llamada Luisa, a quien entrevistó para su trabajo de tesis. Luisa sostuvo relaciones sexuales con el hombre que coordinó el viaje en yola de República Dominicana hacia Puerto Rico. Fue la manera en que la mujer dominicana describió el “pago” por la deuda monetaria que tenía con el encargado de organizar la travesía.
“Cuando él llega otra vez, volvió y me dice: ‘¿Tú quieres salir a tomarte una cerveza?’ No te voy a decir que le dije que no porque le dije que sí, porque yo me quería ir”, narró Luisa en la entrevista que le hizo Peña.
Al reaccionar al testimonio de Luisa, la joven investigadora de la UPR explicó que la migrante dominicana “transgredió su propio cuerpo para poder asegurar un buen porvenir para sus hijos y, a pesar de que le fue difícil para ella contar esta parte de su travesía, con su nieto en sus brazos, menciona que se no arrepiente, ya que gracias a eso aseguró el futuro de sus hijos”.
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En ocasiones, y a pesar de la violencia de género que pueden experimentar algunas de estas migrantes, su llegada a Puerto Rico, igualmente, presenta nuevos retos y oportunidades, particularmente a quienes llegan solas y se convierten en las únicas proveedoras de sus familias que residen en República Dominicana.
“Estas relaciones de padre e hijos van a ser distintas en los términos hombre, mujer. Muchas veces, a pesar de emigrar, si eres el proveedor o la proveedora del hogar estas responsabilidades te acompañan hasta el país receptor y por muchos años”, comentó Peña en referencia a las mujeres que se convierten en jefas de familia, una vez llegan a Puerto Rico y comienzan a trabajar para enviar dinero a sus hijos en su país de origen.
Las nuevas oportunidades también se plasman por medio del ejercicio de la movilidad transnacional entre dos territorios políticos distintos.
“Para Luisa, el regreso es estar seis meses en Puerto Rico y seis meses en la República Dominicana”, expuso la investigadora.
El proyecto de investigación de Glorimarie Peña estudia las travesías en yola desde 1985 al 2000. Su padre llegó a Puerto Rico en uno de estos viajes que, por décadas, han cruzado el Canal de la Mona en busca de oportunidades. La joven se identifica como una mujer transnacional.
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