En esta columna, se discutirán temas relacionados con los genitales humanos. Los términos que se estarán utilizando serán los científicos. Es necesario reconocer de antemano que hay personas trans y no-binarie que pudiesen llamarle de forma diferente a su genitalia para reafirmar su género.
Históricamente, las sociedades occidentales han mostrado particular interés en los genitales de los seres humanos. Esto, junto a ideologías patriarcales, ha creado una brecha binaria entre personas con pene y personas con vagina. Como en todo binario, se le dio mayores privilegios a todo sujeto que tuviera pene, se le inferiorizó a toda persona que tuviera vagina y se le invisibilizó a todas las personas que sus características físicas no cayeran dentro de la definición tradicional de hombre-mujer.
A través del tiempo, estas ideas se desarrollaron en lo que hoy le llamamos el falocentrismo, el cual se refiere a el pensamiento colectivo cultural de que el falo (pene) es la genitalia superior y que toda nuestra sociedad debe ser construida en su función.
Entre más grande el falo, más poder tiene el hombre
Parte de la ideología falocentrista orientada a venerar los falos se centra en el tamaño y a quien le pertenece. Entre más grande es el falo de la persona, más estimado es en la cultura. Aquellos hombres que cumplen con las expectativas de un falo grande se pueden sentir en la confianza de hablar libremente de su genitalia y no ser avergonzados. Por otro lado, quienes no cumplen con características de tener un falo “grande”, tienden a ser objeto de burla social, tanto así que se pueden sentir avergonzados de hablar de su falo o incluso sentirse inseguros a la hora de tener relaciones sexuales. Estas prácticas sociales las vemos a diario en espacios de socialización: en el cine, en la música, en la pornografía y dondequiera que pueda permear la sexualidad humana.
Sin embargo, algo que se necesita aclarar es que estos privilegios concedidos socialmente al falo grande solo los tienen los hombres cisgénero. Vivir como persona con identidad de género diferente a “hombre cisgénero” y tener un falo grande es visto socialmente como un “desperdicio” y una “aberración”.
Prácticas feministas contra la superioridad del falo
A modo de empoderamiento, muchas mujeres cisgénero feministas han adoptado la práctica de emitir chistes y comentarios de los penes de los hombres cisgénero hostigadores y agresores. En muchos de estos chistes, se hace alusión al tamaño “pequeño” de los falos de dichos hombres. Esto con el propósito de aprovechar los mismos estereotipos de la cultura falocentrista que privilegia los falos grandes a su favor y provocar vergüenza a sus agresores. Si bien es cierto que estas prácticas ayudan a desarticular el ego masculino, no es menos cierto que dichas prácticas afectan a todas las personas con falo. Al emitir estos comentarios, es imposible no caer en una idea universal sobre los falos que desemboca en ideas falocentristas, capacitistas, racistas y hasta transfóbicas.
El inherente racismo
No debería sorprendernos que el racismo se haya inmiscuido dentro de las prácticas sexuales humanas. Sin embargo, cuando se trata del tamaño de los falos y cómo se relacionan con la raza, podemos ver una latente preferencia a los falos de personas negras. Esta preferencia proviene de la idea de que las personas negras tienen falos más grandes. Diversos estudios se han hecho sobre las diferencias entre los tamaños de los penes entre personas de diferentes países. Sin embargo, muchos no son muy confiables, pues están contaminados con datos autoinformados por los participantes y el sesgo racista por les investigadores. Incluso, muchos de los espacios feministas también han reproducido ideas sobre el tamaño de los falos negros sin siquiera cuestionar el inherente racismo, exotización y fetichismo detrás de sus palabras.
El inherente capacitismo
En nuestra sociedad, el tamaño de los falos es medido en pulgadas. Aquellos que no sobrepasen las seis pulgadas son vistos como un tamaño promedio, mientras que a los que sean de menor tamaño son considerados pequeños. Además, a aquellas personas que le encuentran tener un pene menor de un parámetro científico específico se les considera que son personas con “micropenia”.
Generalmente, el diagnóstico se obtiene comparando el tamaño del pene de la persona con el tamaño promedio en esa sociedad. Tanto el nombre, el diagnóstico y los parámetros han sido cuestionados anteriormente por no ser completamente confiables y estigmatizar a las personas con tamaños de pene menor de cuatro pulgadas. Cualquier expresión haciendo alusión a la inferioridad de los falos que no midan más de seis pulgadas fácilmente terminan en capacitismo, el cual se refiere a discrimen hacia personas con diversidades funcionales y neurodiversidades. Con estas expresiones, se reproduce la idea de que el propósito principal del pene es el de proveerle placer sexual a otros cuerpos, pero que únicamente lo logrará si cumple con un largo y un grosor específico.
La inherente transfobia
Por otro lado, cuando se trata de personas trans, la situación se vuelve mucho más compleja. Muchas personas trans se sienten más cómodas al utilizar términos que vayan más acorde con su identidad de género. Por ejemplo, muchos hombres trans no le llaman “vagina” a su genitalia, sino que le llaman “pene”. Muchos de ellos, luego de pasar por un proceso de terapia hormonal, experimentan un agrandamiento del clítoris.
Debido a que ya históricamente se le ha comparado visualmente la forma del clítoris con un pene, muchos hombres trans reafirman su genitalia bajo el entendimiento de que su genitalia es un pene. Aunque aún no haya mucha información al respecto, muchos hombres trans y personas transmasculinas han reportado que el crecimiento no sobrepasa las 4 pulgadas. Por ende, cualquier chiste que se haga aludiendo al tamaño del pene de todos los hombres, recaerá́ también sobre los penes de los hombres trans y otras personas trans.
Sigamos teniendo estas conversaciones
Una columna es insuficiente para discutir este tema. Es necesario seguir profundizando en nuestros ejemplos sobre cómo el falocentrismo y los chistes que avergüenzan afectan a todes, para garantizar verdadera justicia transfeminista. No podemos sacrificar a personas con diversidades funcionales, personas negras, personas trans ni cualquier otra categoría marginada para vengarnos de los hombres cisgénero agresores. El humillar a otra persona por la totalidad de su cuerpo o por una parte no debería ser una práctica adoptada por ningún movimiento feminista.
Busquemos mejores maneras de atender los asuntos y violencias que vivimos sin atropellar en el camino a otres en situaciones similares.
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