Puerto Rico está experimentando su quinto repunte de casos de COVID-19. Sí, hemos estado aquí en otras cuatro ocasiones. No todos han sido iguales, y de todos hemos aprendido algo. A pesar de tener más información, experiencia y herramientas, el Departamento de Salud pasó, de reaccionar tarde, en recientes ocasiones, a simplemente no reaccionar.
La positividad en pruebas sube, y las hospitalizaciones también. En promedio, todos los días muere un boricua por COVID-19. Se estima que hasta 40% de las personas que se infectan con el coronavirus sufren de covid persistente. Además, ha disminuido el uso de mascarillas en lugares públicos, la efectividad de las vacunas es continuamente retada por nuevas variantes y poco más de la mitad de las personas vacunadas tienen el refuerzo.
A pesar de todo lo anterior, el secretario de Salud, el doctor Carlos Mellado, reitera una y otra vez que no tomarán mayores medidas y que la responsabilidad, en este punto, recae en cada persona.
La salud pública no es individual
Lo que el secretario parece obviar es que la salud pública no es individual; nunca lo ha sido, ni lo será. La salud pública es colectiva. Controlar una epidemia no es un acto individual, es un acto y esfuerzo colectivo. Y eso lxs salubristas y la comunidad científica del país nos lo han dicho hasta la saciedad. Ocupa que las acciones y expresiones del doctor Mellado contradicen esos principios esenciales de la salud pública.
A principios de esta semana, pareciera ser que el doctor Anthony Fauci, el principal asesor médico del presidente estadounidense Joe Biden, y el secretario Mellado se pusieron de acuerdo para crear falsas ilusiones sobre la pandemia. Fauci, en entrevista con PBS, dijo que EE. UU. está “fuera de la fase de pandemia”. Mientras, el secretario de Salud aseguró que es “momento de que nuestra gente se empodere de la salud y tenga responsabilidad individual”. La diferencia es que Fauci, días después de sus expresiones originales, en entrevista con el Washington Post, aclaró que lo que quiso decir fue que estamos “fuera de la fase pandémica explosiva”, y que “realmente estamos en una fase de transición, de una desaceleración de los números a, con suerte, una fase más controlada y endémica”.
Mellado, por su parte, lo que ha hecho es reiterarse. Además de mostrar un desdén hacia las medidas preventivas con expresiones como las que hizo a principios de abril, cuando dijo que estaba “loco porque flexibilicen todo”.
A finales de marzo, CienciaPR (donde orgullosamente cumplo el rol de gerente de Proyectos Comunitarios y Especialista en Alcance Científico) hizo un llamado a continuar el uso de mascarillas en espacios públicos y cerrados para mitigar un posible repunte. Ya en ese entonces se avistaba un aumento de casos y, como bien hemos aprendido, la salud pública es prevención. Y una parte esencial de la prevención es que lxs expertxs levanten bandera cuando hay que apretar las medidas preventivas y que reiteren con empatía las acciones que la gente debe tomar. No se trata de no confiar en que las personas saben que hacer, sino de reconocer cómo funciona el comportamiento humano y que la fatiga es REAL.
Le tienen que hablar al pueblo
Las palabras importan; la consistencia también. Decir que el pueblo “sabe qué hacer” sin tomar acciones concretas hacia la prevención, como campañas educativas continuas, y mientras se desmantela el Sistema Municipal de Investigación de Casos y Rastreos de Contacto es lavarse las manos.
Un espacio de oportunidad para Salud son sus intervenciones mediáticas y conferencias de prensa. Desde donde, típica y lamentablemente, Salud tiende a minimizar la emergencia, explicar las cosas de forma confusa, omitir información científica valiosa que contextualiza, dar a entender que no estaban al tanto de lo que se les recrimina o actuar como si la cosa no fuese con ellos.
También, parecen ser organizadas de la misma forma que lo hace un partido político cualquiera, en reacción a controversias o buscando exculparse. Estas son oportunidades para informar a medios y al pueblo sobre la estrategia, sus puntos fuertes y débiles, y generar expectativa de cambio y mejoría.
Salud podría utilizar su presupuesto para educar sobre la covid persistente y otras secuelas, fomentar el debido uso y acceso a pruebas, auspiciar el uso de mejores mascarillas (KN95 y N95), promover los refuerzos a las personas que los necesitan, apoyar a mejorar la ventilación y educar sobre cómo hacerlo (además de invertir e incentivar que locales y edificios lo hagan). En otras palabras, accionar desde la evidencia científica.
Nunca es tarde si la dicha es buena, y Salud está a tiempo de reconocer sus carencias y afinar el rumbo que nos haga sentir que, aunque imperfecta como todo en la vida, la estrategia que sigue es la que mejor utiliza las herramientas que tenemos. No tenemos por qué seguirle los pasos a los EE. UU., una de las peores naciones en la escala de manejo pandémico con su visión tan individualista.
La urgencia de educar no ha terminado. Casi 600,000 contagios y 4,200 muertes por una enfermedad prevenible debe ser nombrada como es, una absoluta tragedia.
El gobierno tiene que cumplir con su deber. Porque nada ni nadie les puede sustituir. ¡Hagan su trabajo!
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