El grito está debajo de la piel. Está luchando, retorciéndose, quiere escapar y liberarse. Viene acompañado de la desesperación y la incertidumbre. Queda forzosamente ahogado por la vergüenza, la culpa y el miedo.
La angustia silenciada se alberga en su estómago. Irremediablemente, crece y se alimenta por sí misma para revolcarle su estómago y causarle malestar. Le provoca un estado constante de expectativa, intranquila e inquieta, esperando el próximo cantazo que le reventará el estómago y la dejará sin aire.