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Cuentan sus historias para visibilizar la población de mujeres en la cárcel

Cinco mujeres que fueron o están privadas de su libertad dialogaron sobre sus vivencias y procesos dentro y fuera de la cárcel durante un conversatorio de la organización A Flor de Piel, en la Facultad de Derecho de la Universidad Interamericana
Conversatorio A Flor de Piel Las mujeres y la cárcel

Fotos por Katja Torres

Alessandra soñaba con ser actriz. María soñaba con cantar y componer. Rosa soñaba con ser abogada. Brenda soñaba con ser estilista. Y Vanessa se prometió a sí misma que cambiaría el rumbo de aquella juventud que estuviera en la disposición de tomar mejores decisiones. Todas visten una camiseta negra en la que se lee “A flor de piel” y, desde un escenario, narran sus experiencias dentro y fuera de la cárcel.  

 “Yo tenía muchos sueños, muchas aspiraciones, muchos deseos, pero mi entorno no me lo permitió [cumplirlos]”, expresó Rosa Arce Vega, presidenta de la junta de directores de A Flor de Piel, la única organización puertorriqueña dedicada a apoyar a la población de mujeres confinadas y exconfinadas del país. “No tuve las herramientas para poder lograr lo que yo sí realmente quería, que no era pisar una cárcel”, continuó desde el teatro de la Facultad de Derecho de la Universidad Interamericana.

Hace cerca de ocho años, Rosa fue indultada de su sentencia de 99 años y, ahora, se dedica a visibilizar y apoyar a las mujeres que están en la cárcel o que alguna vez lo estuvieron.

para ella y para otras cuatro panelistas, el camino ha estado lleno de retos, discrimen, sanación y vivencias que compartieron durante el conversatorio Las mujeres y la cárcel: historias de una población invisible.

Sin embargo, para ella y para otras cuatro panelistas, el camino ha estado lleno de retos, discrimen, sanación y vivencias que compartieron durante el conversatorio Las mujeres y la cárcel: historias de una población invisible. Se trató del primero de una serie de conversatorios auspiciados por la organización sin fines de lucro A Flor de Piel, fundada en 2002. Las periodistas y editoras del medio feminista Todas, Cristina del Mar Quiles y Mariela Fullana Acosta, moderaron la conversación.

Brenda Moya y María Martínez asistieron al taller por medio de un permiso especial, debido a que ambas permanecen privadas de su libertad. 

“Estamos marginadas, empezando por el gobierno”

Cuando Vanessa Lazzú salió de la cárcel, quiso adquirir una vivienda digna para ella y para sus hijos. No obstante, cada vez que le pedían su certificado de buena conducta, su expectativa de encontrar un hogar se volvía cada vez más lejana. Así estuvo ocho meses. “No había muchas personas que estuvieran dispuestas a darnos la oportunidad… cuando mencionan el certificado [de buena conducta] negativo, y uno les dice ‘lo tengo sucio’, pues te lo dicen ahí mismo; si no, te llaman con calma o te escriben un texto [en el que te dicen] que no te van a alquilar la propiedad”, detalló sobre su proceso.

Conversatorio A Flor de Piel Las mujeres y la cárcel

Insistió en que el trámite con las viviendas públicas no fue distinto. “Te dicen que son tres años después que termines [tu sentencia] y aquí, de frente, les digo que no es cierto… Nosotras estamos marginadas, empezando por el gobierno”, expresó.

Además, apuntó a la dificultad para obtener un empleo, también debido a la petición del certificado de buena conducta. Exhortó a la creación de política pública que les proteja de la marginación como consecuencia de haber sido privadas de su libertad.

Por su parte, Rosa aseguró que una de las necesidades principales de las mujeres al salir de la cárcel es de una vivienda transitoria y que, a casi ocho años de estar en libertad, todavía su certificado de buena conducta no está limpio. “No me castigues perpetuamente”, añadió.

 La maternidad desde la cárcel

Alessandra Berríos tiene dos niñas que, al momento de entrar a la cárcel, tenían 2 y 6 años. “¿Cómo puede una estar presente estando físicamente ausente para nuestros hijos”, inició su reflexión. Contó que, en una ocasión, mientras realizaba una de sus dos llamadas gratis de 15 minutos al mes, la mayor de sus hijas le comentó que no quería hablar con ella. “No quiero hablar con mamá porque no quiero llorar”, argumentaba la niña como la razón principal para no acudir al teléfono.

Tampoco la visitaban. Alessandra, comprendiendo que su estancia en la cárcel representaba un duelo para sus hijas también, comenzó a enviarles cartas con dibujos. Su intención principal y su mayor reto era tener una maternidad presente aun desde la ausencia física.

Una vez, les dibujó una luna y escribió: “Esa luna es la misma luna que mamá ve; no estamos tan lejos”, relata. Desde entonces, sus hijas comenzaron a visitarla, pero al toparse, otro día, con las lágrimas de su hija mayor en medio de una de esas visitas mensuales, Alessandra se atrevió a preguntar:  

—¿Por qué lloras?

 —Mamá, es que como no hablo mucho contigo, yo siento como si tú te hubieras muerto.

Entre lágrimas, Alessandra reflexionó sobre aquel suceso para enfatizar los retos de la maternidad desde la cárcel. Asegura que un programa para las madres dentro de las cárceles es necesario.

Alessandra pasó el micrófono a María Martínez, quien permanece en el Hogar Intermedio de Mujeres, y le invitó a contar su historia.

María está a punto de cumplir cinco años de sentencia y recuerda que estuvo tres de ellos sin ver a sus hijos, una niña y un varón de cinco y seis años. Asegura que el apoyo familiar ha sido escaso y, por tanto, cuando la entrevistaron para el programa en que se encuentra, su primera pregunta fue si la ayudarían a localizar a sus hijos. Le aseguraron que así lo harían.

“Mis hijos estaban a una sola vista para que los dieran en adopción”, dijo sobre el momento en que los encontró. Logró comunicación con el trabajador social a cargo del caso y, desde entonces, ha podido verlos.

Con profunda fe, agradeció que el hogar en que se encuentran ambos menores extendiera su límite de edad y, de esta forma, evitar separar a los hermanos. “Yo siempre digo que Dios hace todas estas cosas maravillosas” expresó para luego añadir “no ha sido fácil el camino… Estamos a nada de culminar toda esta película de horror y voy a agarrarme de todas esas herramientas que me brindaron”.

“La justicia debe considerar otras opciones”

Brenda Moya es otra de las mujeres que aún permanece confinada. Asegura que, en la cárcel, hace frío y el ambiente es solitario. “No es nada fácil estar ahí”. Tiene una sentencia de 138 años con agravantes que cumple desde muy joven.

Conversatorio A Flor de Piel Las mujeres y la cárcel

“Yo fui abusada cuando solo era una niña por quien decía ser mi abuelo”, narró. Guardó silencio y se refugió “en la calle”. “En mi primer delito… me encerraron ahí de por vida como si yo no sirviera”.

Desde entonces, su proceso ha involucrado mucha sanación por medio del arte, los estudios, y sus redes de apoyo.  

“Mis sueños se fueron. Todo lo que yo un día deseé se fue”, compartió sobre sus inicios en la cárcel. Sin embargo, afirmó que su pareja fue uno de los pilares que le ayudó a continuar. “Ella me enseñó que los sueños se pueden alcanzar. Por ella estoy aquí”.

De igual forma, el programa de Teatro Correccional se convirtió en una de sus pasiones. Desde entonces, quisiera que el sistema judicial del país considerara otras vías antes de condenar a una persona de por vida. “Creo que la justicia debe considerar otras opciones antes de juzgar a otra persona”, opinó.

Así también lo considera Alessandra quien invitó a la audiencia del conversatorio a instruirse respecto a la justicia restaurativa, definida como un proceso de solución de problemas a través del que se busca la reparación de daños de la víctima y adjudicar responsabilidad al victimario, según las Naciones Unidas

Gracias al programa de Teatro Correccional, Alessandra cumplió su sueño de ser actriz durante su tiempo en la cárcel y María soltó la timidez que le impedía cantar en público. Brenda termina este mes su grado en cosmetología y afirma que es la única barbera de la cárcel. Vanessa inició su programa Rescatando vidas a tiempo para asesorar a jóvenes y Rosa aconseja a cada una de las que se acercan, no desde la abogacía, pero sí desde la empatía.

Conversatorio A Flor de Piel Las mujeres y la cárcel

A Flor de Piel tiene también el programa Apoyo de pares, del que Vanessa forma parte, y con el que busca hacer el camino después de la cárcel más sencillo. “Alguien que no ha estado en la cárcel no me puede decir ‘yo te entiendo’… En base a eso [las experiencias], nosotras entendíamos que era necesario poder llevarlas de la mano en ciertas cosas”, comentó.

Durante la actividad en la Universidad Interamericana, estuvieron presentes Julio Fontanet Maldonado, decano de la Facultad de Derecho de dicha universidad; Elia Enid Cadilla, actriz, fundadora de A flor de piel y directora del programa de Teatro Correccional; Zulnette García, de la Fundación de Mujeres de Puerto Rico; Vilma González, directora ejecutiva de Coordinadora Paz Para la Mujer; y Georgianna Rosario, directora ejecutiva de A flor de piel.

El conversatorio culminó con abrazos entre las participantes.


Es posible apoyar el trabajo de A Flor de Piel a través de ATH Móvil, enviando donativo a aflordepiel. También, a través de PayPal, y por cheque o giro postal a P.O. Box 16353 San Juan PR 00908.

 

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