Ilustración por Tania M. González.
“Porque la perspectiva de género no es biología, es una ideología”.
Así leía una hoja distribuida en la entrada de un templo protestante de Bayamón, donde el pasado 27 de mayo se ofreció una conferencia sobre los supuestos peligros que traería la integración de un currículo con perspectiva de género en las escuelas de Puerto Rico. El evento fue descrito como un llamado a “proteger a los niños”, al tiempo que se reclamaba “el derecho de los padres a criar a sus hijos de acuerdo a sus valores y conciencia”.
La mención de una ausencia de biología como objeción para educar en la equidad llama la atención, por aparentar ser un discurso en el cual algunas iglesias cristianas ahora relegan lo expuesto en la Biblia a un segundo plano, como parte de sus campañas dirigidas a negar derechos básicos. Es como si el fundamentalismo religioso ahora opte por proyectarse como portavoz de la “cientificidad” para tratar de ganar adeptos y así legitimar sus proyectos políticos de exclusión.
Sin embargo, y a pesar de que la derecha fundamentalista intenta hacer creer lo contrario, los estudios biológicos y la perspectiva de género no son elementos en oposición. Uno de los principios fundamentales de quienes abogan por educación y políticas con perspectivas de género es que las diferencias – incluyendo las biológicas – no sean impedimento para que todas las personas puedan disfrutar de los mismos derechos y oportunidades.
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Actualmente, existen cursos a nivel universitario en los cuales se visibiliza las aportaciones de las mujeres y personas de las comunidades LGBTTIQ+ en las ciencias naturales. Asimismo, una educación científica con perspectiva de género también invita a cuestionar aquellas instancias en las cuales se faltó a la ética en proyectos de investigación. Un ejemplo histórico conocido es cuando se utilizó a las puertorriqueñas como “conejillas de indias” en los experimentos dirigidos a probar la pastilla anticonceptiva que se trabajaba en los Estados Unidos durante la década de los 1950s. Ese nefasto caso nos recuerda que la etiqueta de ciencia también puede utilizarse como instrumento para perpetuar el colonialismo, el racismo y la violencia de género.
Así como el gobierno colonial de los Estados Unidos violentó el principio del consentimiento en aquellas mujeres que fueron parte de la experimentación con la pastilla anticonceptiva, el discurso actual que algunos grupos anti-derechos abrazan bajo la etiqueta de una supuesta verdad científica parte igualmente de la idea de que unas vidas valen menos que otras. Peor aún, estas organizaciones de base religiosa que hoy día son vocales en contra de la educación con perspectiva de género invitan a conferenciantes locales e internacionales para hablar desde una falsa ciencia que no está validada por artículos académicos ni organizaciones científicas. Sus planteamientos son tan válidos como los famosos textos y vídeos que exponen que la vacuna contra la COVID-19 inyectará un dispositivo con poder de señal 5G que aportará a la agenda global para reducir la población del planeta. De esos argumentos carentes de rigurosidad metodológica se basó la mencionada conferencia celebrada en la Iglesia de Jesucristo el Caballero de la Cruz de Bayamón el pasado mes.
“A las mujeres no les agrada los hombres que parecen mujeres, y a los hombres no les gusta las mujeres que parecen hombres. Hay una diferencia cultural, pero sobre la base de una diferencia natural que prexiste a toda diferencia cultural y se llama sexo. Cuando yo desarraigo a la cultura de su base natural, cuando deshecho ese piso natural sobre la cual la cultura se despliega, me queda una cultura totalmente arbitraria”, expresó el recurso de la conferencia, a quien un locutor de una emisora radial evangélica puertorriqueña presentó como Agustín Laje, de nacionalidad argentina.
Aunque burdo y carente de credibilidad, esos planteamientos promulgados por grupos antiderechos no dejan de ser peligrosos. Parten de un renovado discurso basado en un determinismo biológico, que aunque carente de validación científica, es aplaudido por quienes insisten en discriminar a personas por razón de su identidad de género, expresión de género u orientación sexual. En estos ataques contemporáneos a los proyectos en favor de la equidad, no existe ninguna diferencia entre quienes se escudan detrás de la Biblia para oprimir y quienes ahora usan la etiqueta de una supuesta ciencia para invalidar la existencia de algunas personas.
Estos mensajes que tratan de apelar a la racionalidad para justificar proyectos de dominación y exclusión no son nuevos en el contexto político de Puerto Rico. No es la primera vez que extranjeros tratan de hacer radiografías de la sociedad puertorriqueña partiendo de planteamientos deterministas con etiqueta de ciencia. En el 1899, el corresponsal estadounidense del periódico neoyorquino The Evening Post, Albert Gardner Robinson, publicó The Porto Rico of To-Day, documento en el cual el autor presentó su perspectiva sobre el nuevo territorio de los Estados Unidos: Puerto Rico. Como parte de sus planteamientos, el periodista explicó que las temperaturas cálidas de la isla propiciaban que sus habitantes fueran personas vagas. Este determinismo ambiental fue uno de los argumentos utilizados por Robinson para justificar ante sus compatriotas la recién iniciada ocupación de los Estados Unidos en Puerto Rico.
La utilización del término ciencia como instrumento de dominación ha sido parte de la historia de Puerto Rico. Ya sea en términos de legitimar la relación de poder desigual con los Estados Unidos o para justificar la violencia sobre los cuerpos de las mujeres y otros grupos marginados, el discurso cientificista promulgado desde el Estado e iglesias ha jugado un rol importante en la política colonial puertorriqueña. Afortunadamente, hoy día son cada vez más las estudiantes e investigadoras en áreas de las ciencias naturales que se interesan en los estudios de género. Jóvenes de la Facultad de Ciencias Naturales del Recinto de Río de la Universidad de Puerto Rico se matriculan en cursos del Programa de la Mujer y Género de dicha institución para investigar temas relacionados al parto, la justicia menstrual, el aborto, entre otros tópicos en los cuales se intersecan diferentes disciplinas académicas. Lo hacen desde una rigurosidad metodológica que no conocen quienes predican la (pseudo) ciencia desde sus púlpitos de odio. Estas universitarias están conscientes de que la perspectiva de género no está en tensión con la biología. Su agenda ideológica se basa en la creencia de que una ciencia ética al servicio de la humanidad es el mejor legado para proteger a la niñez y a las generaciones futuras.