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Feminismo y violencia legislativa: ¿quién representa a quién?

8M 2021 - Nildy Chapman_revista_Etnica

(Foto por Nildy Chapman para revista Étnica)

“Estas feministas a mí no me representan, ni a las miles de mujeres que me honraron con su voto en las pasadas elecciones”.

-Lisie Burgos, 10 de marzo de 2021

Mucho se ha dicho de la manifestación que convocó la Coalición 8 de marzo, el lunes de la semana pasada, para conmemorar el Día Internacional de las Mujeres. No hace falta viajar mucho en las redes para notar cómo Puerto Rico sigue odiando a las mujeres, a las personas negras y a las personas trans. Después de una declaración de estado de emergencia y de la importancia que ha tomado la conversación sobre la violencia de género en la opinión pública, una pensaría que la conciencia colectiva mejora.

Curiosamente, estas personas que, desde la comodidad de sus espacios truenan el teclado con sus creativas ideas sobre cómo protestar, son las que menos han puesto el cuerpo por algo en este país. Así mismo se ve la representante Lisie Burgos, del partido Proyecto Dignidad, quien desde su silla en el hemiciclo narró lo que sucedió el 8 de marzo al basar sus perspectivas en fotos y vídeos porque ella, claramente, no estuvo allí.

Con la frase trillada de que las feministas “no la representan”, esta señora le exigió al gobernador que revise la composición del Comité de Prevención, Apoyo, Rescate y Educación de la Violencia de Género (PARE) o que derogue el estado de emergencia declarado hace un mes.

Según su análisis, por protestar y bailar libremente, hay que tirar por la borda una lucha de años. Una lucha que se han echado en los hombros muchas de las mujeres que estaban frente al Capitolio la semana pasada. Una lucha que visibiliza un problema de violencia de género que todas las semanas nos recuerda que sigue ahí, vivo, intocable, con un nuevo asesinato. Describiéndolo como un “espectáculo bochornoso y abominable”, Burgos entiende que quienes participamos del 8 de marzo frente al Capitolio somos unas “mujeres violentas, que forman parte de grupos feministas extremistas que, para erradicar la violencia del país, actúan de forma violenta e irreprochable”.

La pregunta que me hago es, ¿cuál es la definición de violencia de Burgos? No le parecen violentos los asesinatos de mujeres por parte de sus parejas o exparejas, no le parece violento que ella y su partido persigan a mujeres y personas gestantes que deciden terminar con sus embarazos, no le parece violento estar en contra de la prohibición de terapias de conversión que no son otra cosa que torturas, pero sí le parece violento que nosotras, con toda la razón del mundo, salgamos a tomar las calles para exigir lo mínimo: el derecho y la dignidad de vivir libres y en paz. Sabe poco esta señora sobre los feminismos y sus historias, cuando se nos refiere como violentas y extremistas.

Violento es que tengamos que vivir con miedo de salir a la calle con una falda corta. Violento es que, cuando decidimos denunciar a nuestros agresores, no nos crean y nos cuestionen. Violento es que las desigualdades afecten en mayor proporción a las mujeres, en su mayoría negras y pobres. Violento es que se nos tilde de criminales, cuando desde su poder legislativo, solo buscan silenciarnos a diario. Violento es que no reconozca la diversidad de identidades que nos acompañan y que una y otra vez le diga a las personas trans que su identidad de género es la que a ella le dé la gana reconocer. Violento es que esta señora junto a su compinche de partido, Joanne Rodríguez Veve, saquen de su tiempo y energía para demandar al gobierno y obstaculizar que la perspectiva de género llegue a las escuelas. Violento es que, desde sus poderes legislativos, quieran censurar la libertad de prensa. Violento es que usen a Jesús como instrumento para destilar tanto odio. Lo que yo recuerdo de Jesús es que repudiaba a los fariseos, pero ese es otro tema.

Lo terrible de esta situación es que, como Lisie Burgos, hay demasiadas personas a nuestro alrededor. Se encuentran en nuestros círculos de amistades, en nuestras familias, en nuestro salón de clases, en nuestros trabajos, entre nuestros profesores y profesoras. Personas que tienen el estándar “muy alto” para su imaginario moral de sociedad y que con sus acciones solo prueban la hipocresía que les acompaña.

No es trabajo nuestro educarles ni tolerar sus violencias por evitar conflictos. No a quienes miran para el otro lado cuando ven una injusticia. No a quienes les parece cómodo este mundo y viven para afianzarlo. No a quienes ponen en tela de juicio nuestro derecho de vivir en paz. Lo que sí nos toca es defender nuestra dignidad y aferrarnos a la esperanza radical que siempre nos tira a la calle a juntarnos, a imaginarnos, a protestar, a gestionar y también a construir otro mundo. Yo lo que le digo a Lisie Burgos es que aquí la que se debe a nosotras es ella y que está a años luz de representarnos.

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