“Héctor O’Neill es buen alcalde”. Así despachaban algunas personas las serias acusaciones por violación y abuso de poder que enfrentó el ahora exalcalde Guaynabo. Hacían mención de su obra de varios años en este municipio metropolitano para defenderlo y pedir encarecidamente que no continuaran haciendo referencia a las agresiones que este cometió contra una oficial de la policía municipal de Guaynabo. Así como acosaba a las mujeres que supervisaba en su ayuntamiento, su embriaguez de poder lo llevó a impulsar proyectos ambiciosos que hoy tienen a Guaynabo en una crisis fiscal que ha llevado a la actual administración municipal a cancelar proyectos por falta de fondos. Esa actitud de “macho” y “cacique” bajo un manto de impunidad llevó a O’Neill a operar como le diera la gana durante más de dos décadas de mandato.
“Pero él es buen profesor, los estudiantes lo quieren mucho”. A esa apología para obstaculizar cualquier intento de denuncia de acoso sexual en la Universidad de Puerto Rico se une el planteamiento de que “eso siempre ha ocurrido” y “también sucede en otras universidades”.