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Escritoras que ponen a República Dominicana frente al espejo de su negritud

Celsa Albert Batista durante el Congreso de escritoras dominicanas

(A la izquierda, la escritora Celsa Albert Batista)

Santo Domingo, República Dominicana. De distintas generaciones, y con estilos y trayectorias vitales diversas, las escritoras Celsa Albert Batista y Ana Romero Franco tienen en común el abordaje de la afrodescendencia en sus obras. 

Las autoras también se destacan por llevar la negritud y la afrodescendencia a las escuelas, en un país en el que varias generaciones recibieron clases de historia desde la exaltación de la conquista y la mitificación de los españoles, como recuerda el escritor Mateo Morrison en el prólogo del libro Diversidad e Identidad, de Albert Batista: “Desde los tiempos en que se nos enseñaba la historia de nuestro país diciéndonos, por ejemplo, que la batalla del Santo Cerro fue una lucha entre miles de indios y aproximadamente doscientos españoles y que cuando estos últimos estaban casi perdidos se apareció la Virgen de las Mercedes y cambió el rumbo de la batalla haciendo que las flechas de los aborígenes se devolvieran y comenzaran a extinguir a los indios, sabemos que ha habido transformaciones en nuestros textos escolares acercándose más a visiones realistas y objetivas de los acontecimientos históricos”.

La doctora Albert Batista no solo desmitifica historias absurdas, también rescata y pone a disposición de los maestros de ciencias sociales y del público en general los legados del cimarronaje, es deci,r de la lucha por la libertad de las personas esclavizadas.

“Los nombres de Juan Sebastián Lemba, Diego de Ocampo, Diego Guzmán y Juan Vaquero han quedado inscritos en las páginas de la historia colonial y, por ende, de la rebeldía del pueblo dominicano. Aquí, se distingue Sebastián Lemba, quien estuvo en pie de lucha por más de 15 años, liderando unos 400 aliados rebeldes (…)”, explica Albert Batista en su libro Diversidad e identidad en República Dominicana y añadeque el líder de la rebelión cimarrona fue decapitado por orden del gobierno colonial el 15 de septiembre del 1548 (Ediciones INDAASEL, Universidad Católica de Santo Domingo (UCSD), 2022). 

Este año, la editora Anticanon, enfocada en la publicación y divulgación de literatura escrita por mujeres, dedica su Congreso a la doctora Celsa Albert Batista y su legado. Además de su gran obra académica, premiada por la UNESCO y el gobierno dominicano, escribió el cuento La esclava Elena, que ha sido llevado al teatro, y fundó el Instituto Dominicano de Estudios Africanos y Asiáticos: Sebastián Lemba.

Con otro enfoque, la obra de Romero está centrada en la literatura y la oralidad. Transgrede estereotipos raciales, incluyendo el colorismo que llama a “mejorar la raza”, es decir a que personas negras se casen con personas blancas o de piel más clara para tener hijos menos negros. 

Romero habla, por ejemplo, del deseo de una mujer negra por un hombre negro: “Ven negro del Congo que tu negra arde/ Ven toca y retumba todos los tambores/ Ven con la entereza del negro que lucha/ Voy con la certeza de romper cadenas” (poema Negro).

La investigadora que nació en el batey

El magisterio, su ascendencia cocola (comunidad de migrantes del Caribe anglófono que llegaron a trabajar en la industria azucarera de la República Dominicana a principios del siglo XX y sus descendientes) y el ser negra de piel oscura en un país en el que reina el colorismo, definieron su interés por la investigación y la escritura.

Todo lo que he obtenido es porque soy maestra. Si escribo es porque soy maestra, he tenido que hacer investigaciones y buscar fuentes para convencer de manera científica de que las cosas que una está diciendo son reales y están en el archivo. Ser maestra ha enriquecido el trabajo de escritora”, dice Albert Batista.

Hija de Charles Albert, oriundo de San Cristóbal y Nieves, y de la dominicana Rosa Batista, Celsa nació hace 80 años en el antiguo batey 62, donde no había escuelas. Pequeña aún, se trasladó con su familia al batey 91 y tampoco allá había un centro educativo en esa época. Pero, su familia se aferró con uñas y dientes a la idea de que la educación era el futuro y la ayudó a abrirse camino en un mundo donde era complicado tener una vida digna si se era mujer, negra y empobrecida. También le facilitó el camino el hecho de que, en principio, su familia tenía más recursos que otras en un ambiente de pobreza y exclusión.

“Puedo reconocerte que la situación es difícil, no es solamente negra, sino pobre y mujer. O sea, tres elementos que te llevan a que te hundas o te auto hundas. Pero, puedo decirte que me crié con mi papá y mi mamá, donde vivíamos éramos “importantes”. Mi papá era mecánico del Central (azucarero), ofrecía el agua que se utilizaba para el proceso de la caña de azúcar, o sea que preparaba las piletas, todo eso. Mi papá era don Carlos, mi mamá era doña Rosa. Mi mamá no tenía que hacer fila para comer, eran dos personas que normalmente tenían cómo vivir. Por la misma cultura afroinglesa, en mi casa había rigor. Mi mamá me dio clases hasta que aprendí, cuando tenía cuatro años ya sabía leer letreros”, rememora.

Y agrega: “Cuando llegué como a segundo, mi mamá me buscó un profesor que era el pesador de la caña, que sabe mucho de números. Me pusieron a ese señor, que se llamaba Héctor Rivera, hasta que llegué a tercero. Entonces, nos mudamos, y me mandaron a la Higuera (provincia de El Seibo), que era donde había escuela, hasta quinto, que era como terminar la primaria”. 

Pero, su padre murió joven, con solo 48 años, y su mamá regresó a vivir a La Romana. Allá, Albert Batista se vio obligada a trabajar desde los 15 años, primero vendiendo telas, luego como secretaria y finalmente, como no dejó de estudiar, consiguió su primer trabajo de maestra.

Y nunca paró. Se graduó en Ciencias de la Educación, Mención Letras con mención de honor “Magna Cum Laude” en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña. Realizó una maestría en Estudios Latinoamericanos, mención Historia, en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en 1983 y obtuvo su doctorado en la misma universidad en 1997.

Ha trabajado como técnica en el Ministerio de Educación, profesora universitaria, directora de currículo y muchos otros trabajos relacionados con la enseñanza. En la actualidad, es profesora Emérita de la Universidad Católica de Santo Domingo y hace parte del cuerpo de coordinación académica.

En su trabajo cotidiano como docente, pudo constatar que hacía falta trabajar la identidad racial del pueblo dominicano, que estaba —y quizás aún está— en constante negación de sí mismo. Esto la motivó no solo a investigar, también a divulgar el conocimiento entre un público más amplio.

Durante la conversación, la profesora Albert sacó a relucir una y otra vez la importancia de entender la mezcla en la cultura dominicana, el sincretismo que constituye, según sus palabras, la identidad de la sociedad. Ese sincretismo que empieza desde la opresión, con la llegada de los colonizadores y la resistencia, primero de los pueblos originarios y después de los africanos, y continúa con diferentes migraciones, incluyendo las que ocurrieron el siglo XX, proceso del que ella es parte.

La maestra ha escrito textos fundamentales para comprender la dominicanidad como Los africanos en nuestra isla, 1987; Mujer y esclavitud en Santo Domingo, de 1990, y el cuento La esclava Elena, de 1992. 

Y sigue activa. Le preocupa la situación actual y el futuro de la literatura porque, en su opinión, existen muchas dificultades para leer y escribir en el país. Aunque también tiene esperanzas. Destaca el trabajo de colectivos que trabajan la animación a la lectura, la difusión y publicación de obras nacionales. 

Sus planes: continuar con la promoción de su libro más reciente Africanía en República Dominicanapublicado en 2023, y dejar su biblioteca abierta al servicio de las nuevas generaciones de investigadores y escritores.

Ana Romero Franco

Una mañana cualquiera en Santo Domingo, bajo la influencia de un calor brutal, Ana Romero está junto a otros maestros en el Politécnico Víctor Estrella Liz (La Perito), como jurado de un certamen de oratoria que realiza la escuela. Participa de este espacio a partir de una vasta experiencia en docencia, declamación, poesía oral y teatro. Durante 23 años ha sido maestra en el sector público.

Oriunda de Yaguate, San Cristóbal, ha realizado parte importante de su activismo político y social, y de su trabajo docente y artístico en Los Alcarrizos, comunidad histórica, con un fuerte legado afrodescendiente y una gran carencia de servicios básicos: entre el hacinamiento y la lucha constante de sus habitantes por una vida digna. 

Durante sus estudios de licenciatura, la escritora se integró al Taller Literario César Vallejo de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), en el que permaneció por diez años.

La poesía de Ana Romero se escribe, pero también se recita. Por años, ha participado en grupos de poesía coreada y en teatro.

“Mi literatura, la clasifico como erótica, también trabajo el tema étnico, temas sociales, problemas sociales, trabajo la esencia de esa literatura que es reclamo, que lucha contra las injusticias; por la justicia, el amor”.  

La autora ha tenido presentaciones artísticas en el país y en el extranjero, ha compartido tarima con grandes poetas y narradores orales de Colombia, Puerto Rico y República Dominicana. En 2022 públicó Mis Ancestros y yo y, en 2023, publicó su poemario El aroma de otros versos.

El tema de la afrodescendencia fue central en el Congreso de escritoras dominicanas coordinado por Anticanon, que tuvo lugar el 1 de julio. Residentes de las diferentes regiones del país y de la diáspora se reunieron para hablar de literatura, tanto de formas como de fondos, especialmente de aquellos asuntos que la sociedad se niega a ver, como su propia negritud.

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