Luego de la campaña que impulsó, en el 2013, la salida del programa SuperXclusivo de Wapa Televisión tras acusaciones de que su personaje «La Comay» promovía ideologías de odio, Puerto Rico no ha vuelto a tener episodios de movilizaciones ciudadanas que reclamen mayor responsabilidad social a los medios de comunicación masiva. Sin embargo, la oferta televisiva puertorriqueña continúa plagada de contenido misógino, racista, clasista y homofóbico.
Este año, hubo algunas denuncias por un segmento de comedia, en el cual el actor de Telemundo Herbert Cruz se pintó la cara de negro. Lo mismo sucedió, en años recientes, cuando Raymond Arrieta también lo hizo en el mismo canal para recrear a un hombre con supuesto acento de India. La práctica del blackface ha sido cada vez más descartada en la televisión internacional por sus connotaciones racistas y la insistencia en querer caricaturizar a grupos minoritarios en algunas sociedades.
En otro caso altamente cuestionado, el lunes 21 de enero, el segmento Lechonera el Boricua en el programa Pégate al mediodía de Wapa Televisión presentó una trama basada en una transacción en la cual dos hombres viejos “intercambiaron” a una mujer joven por $50.
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Si bien estas representaciones estereotipadas y violentas son denunciadas por algunas personas a través de las redes sociales cibernéticas, la crítica a este tipo de contenido televisivo no tiene consecuencias en las gerencias de estaciones ni en los productores de programación, quienes continúan vendiendo un producto mediático que puede resultar ofensivo para varios grupos y sectores en la sociedad.
Sin embargo, una parte importante de la audiencia boricua no considera problemáticas estas representaciones en la televisión local del 2019. Incluso, en ocasiones, defienden que continúe imperando la mofa a grupos, como los inmigrantes, los homosexuales y las mujeres de escasos recursos económicos.
“A través del tiempo, el televidente ha sido cultivado a ver ‘normal’ esas representaciones. George Gerbner, en su Teoría del Cultivo, intenta explicar esto cuando afirma que una persona puede percibir que la televisión muestra situaciones y personajes diferentes a los de la vida real, pero puede sentir gusto por alguno de ellos”, explicó la profesora Miriam Ramírez Muñoz, del Departamento de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico en Humacao.
Fue a partir de la década de 1960 que Gerbner, aprovechando el ascenso de la televisión, estudió el impacto de este medio de comunicación masiva en el desarrollo de las percepciones que la audiencia tenía sobre algunos temas y grupos sociales.
Aunque hoy la televisión tradicional ha perdido un poco de terreno con el advenimiento de diversas plataformas digitales como Netflix y YouTube, no es menos cierto que en el contexto puertorriqueño continúan existiendo programas televisivos rentables que mantienen una audiencia captiva y leal. Un ejemplo es precisamente Pégate el mediodía, que lleva varios años en el aire.
“La comedia buscar obtener la risa fácil, a través de una historia que tenga pertinencia a la sociedad, para entretener. En muchos casos, se usa el malentendido al confundir el significado de las palabras y así crear una cadena de errores muy jocosos. También, puede validar el uso del ridículo, con elementos prejuiciados y discriminatorios, como burlarse de una manera peculiar de hablar, vestir o andar”, añadió Ramírez Muñoz.
De acuerdo con la académica de la UPR en Humacao, el ejercicio de perpetuar representaciones de grupos basadas en estereotipos e imperfecciones, “puede crear en la mente del espectador un valor negativo de ese objeto burlado y refuerza por contraste lo que es apreciado”.
La publicista Ileana Arliz consideró importante reconocer la responsabilidad que tienen productores, guionistas y artistas en detener este tipo de producción.
“En pleno siglo 21, seguimos careciendo de muchísima educación y, por lo tanto, lo que ofrecemos al pueblo, en términos de programación, es material que continúa perpetrando el maltrato y la desigualdad. Lo triste del caso es que tanto productores como guionistas y artistas viven tan enajenados del asunto que conscientemente no se dan cuenta de su fatal aportación a la sociedad”, dijo Arliz, propietaria de Ileana Arliz Consulting Agency.
“Las excusas de ‘siempre lo hemos hecho así’, ‘eso es lo que la gente quiere ver para divertirse porque a fin de cuentas es comedia’ y ‘eso es lo que da rating’, son eso, excusas. Como comunicadores, tenemos una gran responsabilidad”, agregó.
La responsabilidad de las audiencias
De acuerdo con Ramírez Muñoz, es igualmente necesario estudiar el rol de las audiencias en su ejercicio de buscar contenido mediático que sea afín a sus valores y preferencias. Esa participación más activa de las audiencias en la selección de programación ha cobrado mayor vigencia en los últimos años con la masificación de la Internet y su contenido digital.
El estudio del rol de las personas y sus decisiones de consumo mediático fueron investigadas por Elihu Katz en la Teoría de los Usos y Gratificaciones. Aunque su trabajo fue basado principalmente en la televisión, en años recientes, los postulados de Katz han servido como referente conceptual en el análisis de la selección de contenido por parte de usuarios del Internet.
Un ejemplo fue la reproducción cibernética del segmento Lechonera el Boricua, publicado por la página oficial de Facebook de Pégate al mediodía. Un mes después de su publicación, más de 300 personas lo han compartido y el video ha sido reproducido en 38,000 ocasiones. Los comentarios del público son de risa y aprobación a la trama de esta comedia.
Ante este cuadro, la discusión de nuevas perspectivas sobre las formas estereotípicas en que se representan ciertos grupos en los medios de comunicación masiva, así como exigir mayor responsabilidad social a las estaciones y sus auspiciadores, deben incluirse en los reclamos de quienes promueven una cultura de paz e inclusión.
“Son los televidentes los llamados a detener este tipo oferta. La FCC (Comisión Federal de Comunicaciones) no censura, pero provee el espacio para que cualquier persona que se haya sentido ofendida por alguna transmisión radial o televisiva pueda hacerles llegar los datos de su queja y ellos al evaluarla pueden expedir multas al medio”, puntualizó Ramírez Muñoz.