Para Anatalia Ortiz Torres
¿Quién es el motor detrás de cada mujer atleta? Siempre se señala a un entrenador, una oportuna beca deportiva, un club o un maestro de educación física como los agentes catalíticos que apoyan y desarrollan a una mujer atleta, pero muy poco reconocimiento se les da a quienes de forma casi anónima contribuyen a la formación de atletas, especialmente mujeres deportistas.
No hace mucho tiempo nos reunimos un grupo de amigas exatletas para almorzar y comenzaron a florecer las anécdotas de nuestros años de entrenamiento y competencias. Ese día, específicamente, comentábamos sobre las veces que nuestros padres nos llevaron a algún entrenamiento o competencia fuera del área de Bayamón. Nos acordábamos muy bien porque fueron pocas veces. La conversación pasó a analizar cómo nos acordábamos con lujo de detalles de esos pocos eventos con nuestros padres porque la mayoría del tiempo nos llevaban nuestras madres y su trabajo lo dábamos por sentado.
Por seis años, nuestras madres se ocuparon, no solo de sus hijas, sino de alimentar, acompañar, llevar y hasta velar a las hijas de otras mujeres, mientras entrenábamos y competíamos. No solamente participábamos en la liga colegial, sino que nuestros fines de semana estaban ocupados entre la Asociación de Atletismo Juvenil e Infantil, la Federación y hasta en competencias universitarias mientras asistíamos a la escuela superior. Varias jugaban en la liga superior de baloncesto y voleibol, además de practicar atletismo. Algunas eran menores de edad, quienes eran llevadas por sus madres a entrenamientos y juegos a través de toda la isla, días de semanas, incluso, a altas horas de la noche.
Nuestras horas de práctica se ampliaron a las 5:30 a.m. y a la salida del colegio, si no es que había otra práctica deportiva. Durante ese tiempo, nuestras madres, -sí, porque era un corillo donde la mayoría de las atletas eran mujeres- eran las que nos preparaban desayuno, nos llevaban almuerzo al mediodía, nos recogían y nos llevaban de una práctica a otra. Nuestros padres trabajaban fuera del hogar, pero nuestras madres también tenían sus trabajos. Florista, cuido de niños, estilista, química, directora de escuela y trabajadora social eran algunas de las profesiones que se sumaban al trabajo doméstico y, en todos los casos, la atención de otros hijos. A veces, lograban que todos los hijos participaran en el mismo deporte, pero esa quimera de todos en un solo lugar se rompe cuando otros hijos e hijas decidían actividades extracurriculares en otras áreas. Si quiere una muestra, busque la página de Facebook Jevas y lea la historia publicada sobre las hermanas Josés, cuatro exatletas de la Selección Nacional de Polo Acuático y medallistas centroamericanas, quienes cuentan sobre los sacrificios familiares en el momento de decidir cuál deporte se practicará por toda la prole.
Pero esta no es solo mi historia. Es nuestra historia compartida. Es el día a día, incluyendo fines de semana, llenos de competencias de todas las madres de atletas en Puerto Rico. El mismo patrón se repite en cada cancha, coliseo, pista, campo de juego.
Muchas mujeres, como mi madre, tuvieron que romper su idiosincrasia, sus percepciones de la construcción de géneros y orientación sexual, sus modelos conservadores de crianzas cuando sus hijas se empeñaban en practicar un deporte que no era considerado femenino y trabajar con los prejuicios sociales arrastrados de épocas anteriores para que sus hijas continuaran con su pasión. Gracias a esas primeras madres de la década de los setenta y ochenta, muchas de ellas ajenas a las luchas feministas de la época, que apoyaron a esas primeras atletas masificadas que nos representaron. Gracias a estas atletas, mi mamá y las madres de todas las demás jóvenes atletas de los ‘90 tuvimos un referente femenino, que aunque no numeroso, sí poseía más visibilidad al ser medallistas en diferentes competencias internacionales.
Con la proximidad de competencias internacionales y el Día de las Madres, varias compañías de alcance mundial como la Nike, Adidas, Procter & Gamble realizan unos emotivos vídeos sobre la importancia de las madres en el proceso de una niña o niño en convertirse de un infante a un atleta olímpico. Los vemos, lloramos, analizamos y compartimos en las redes sociales. Pero, somos incapaces de ver que aquí en nuestra patria muchas mujeres trabajadoras se levantan diariamente de madrugada a carretear a nuestros futuros atletas, amanecerse por toda la isla llevándolos a juegos, confiándole su prole a entrenadores y chaperones en viajes fuera de la isla cuando el presupuesto no alcanza para acompañar. Muchos, incluso, llevando dietas especiales y hasta preparando caldo de paloma.
Este primero de mayo, Día del Trabajador Internacional, y este próximo 12 de mayo, Día de las Madres, reconozcamos la entrega de estas heroínas anónimas que nos comparten sus retoños para traernos alegría como representantes de todas y todos los puertorriqueños.