Imagen por la autora
El aborto siempre ha existido en la historia humana y en el resto del mundo animal.
Es algo que ocurre de manera natural y facilitada, y un proyecto de ley no terminará su práctica ni su necesidad. Solo creará condiciones insalubres e inhumanas para poder obtenerlo.
Las personas abortan por violencia, por pobreza, por capacidad, por necesidad, o, simplemente, porque quieren. Algunas personas no quieren abortar, pero se ven obligadas a hacerlo porque viven en condiciones precarizadas, o porque ya tienen crías que necesitan cuidado. Algunas personas sí quieren abortar. Abortan porque quieren enfocarse en sus carreras, en su desarrollo personal y profesional. Abortan porque así lo desean, porque entienden que criar es más que gestar por nueve meses y parir al final de un proceso duro y permanente al cuerpo que habitamos.
Tus opiniones sobre el aborto no importan. Las personas que abortan lo hacen por razones ajenas a tu voluntad; tu visión de mundo no debe obligar a otra a hacer algo en contra de sus voluntades. Obligar a alguien a continuar con un embarazo no deseado, un embarazo peligroso, un embarazo precarizado es obligar a otra nacer, muy posiblemente en su detrimento, y definitivamente por encima de la vida que ya existe y siente.
El Proyecto del Senado 693, que busca restringir este derecho reproductivo a partir de la semana 22 de gestación, no terminará con el aborto. Las personas adineradas viajarán a atenderse o se evaluarán en consultorios privados, su secreto cobijado por el lujo de su privilegio. Las pobres serán condenadas a la clandestinidad, donde tu afán por “salvar vidas” sólo acabará con la vida misma, empezando por la persona que se ve obligada a parir.
No hay vida “salvada” cuando se prohibe o se criminaliza el aborto. No hay vida digna, mucho menos en un país empobrecido, al que todos los días le roban los mismos que legislan contra nuestro derecho a decidir.
Salvar vidas es educación sexual, inversión en planificación familiar, educación pública de calidad en todos los niveles, movilidad social y compromiso con los servicios públicos y sociales, acceso a calidad de vida. Salvar vidas no está proyectado en el Puerto Rico que vivimos.
Desde chica, supe que no quería ser madre al ver los sacrificios de mi familia, que, con mucho amor, hicieron todo lo posible por criarnos en un país donde nunca hubo apoyo. Lo que he hecho para mantener esa decisión no le incumbe a nadie. Ha costado tiempo, dinero y sacrificio–y muchísimo privilegio y comunidad. ¿Acaso nuestras vidas no valen lo mismo?
Si tanto queremos defender la vida, hay calle para defender la salud, proteger las pensiones, exigir la habilitación de escuelas y obligar a los políticos a la rendición de cuenta que nos deben.
Hoy, decimos #NOalPS693, porque merecemos vivir.