Ilustración por Michelle Dersdepanian
La tragedia golpea, una vez más, a nuestro archipiélago, con un rastro doloroso de cuatro feminicidios íntimos en enero. Sí, enero, lo repito y no lo creo. A un poco más de 30 días del inicio del nuevo año, es un recordatorio impactante de la vulnerabilidad de las mujeres. Cuatro vidas truncadas. Mujeres que siguieron los protocolos, pero que, tristemente, no encontraron la protección que merecían.
Nos encontramos en el país del remedio, donde, lamentablemente, las soluciones y los culpables se buscan una vez que el daño está hecho, en lugar de educar para prevenir y proteger antes de que la violencia nos haga el daño irreparable.
El pasado enero, designado como el Mes de Crear Conciencia sobre el Acecho, nos confrontó con una realidad alarmante. El acecho, una conducta estrechamente ligada a la violencia doméstica y machista, sigue cobrando vidas en nuestro país.
El reciente feminicidio íntimo de Linnette Morales Vázquez, y segunda masacre del año, es un eco desgarrador del caso de Karla Rodríguez Ares, quien, en diciembre, fue asesinada por su expareja, a quien el tribunal le determinó no causa para arresto por los cargos de violencia doméstica.
Estos casos nos instan a cuestionar la efectividad, tanto de los mecanismos judiciales, como de la administración de tribunales en lo que concierne a la protección de las mujeres.
Es imperativo que reflexionemos sobre cómo abordamos este problema silencioso que afecta a tantas personas en Puerto Rico. ¿Hasta cuándo permitiremos que el acecho se manifieste en tragedias irreparables? La pregunta resuena, y exige respuestas concretas y acciones contundentes.
Crucial trabajar desde nuevos modelos y enfoques educativos
En este contexto, es crucial explorar nuevas estrategias y herramientas educativas para nuestras comunidades y los sistemas en todas las esferas de nuestra sociedad.
El estigma y los prejuicios desempeñan un papel desafiante en la perpetuación de la violencia, y es nuestra responsabilidad abordarlos de frente. Necesitamos discutir estrategias proactivas que sirvan para proteger a las sobrevivientes del acecho y erradicar la violencia de género en Puerto Rico.
En aras de fortalecer la administración de justicia y garantizar una aplicación equitativa de las leyes, ¿por qué no se propone la redacción y el rediseño de protocolos que aborden de manera integral y estructurada los remedios en estos casos para proteger a las sobrevivientes que siguen los procesos? Los protocolos existentes, que han demostrado ser obsoletos y carentes de sistematización, deberían ser reemplazados por un enfoque unificado basado en un patrón de valores que refleje los principios fundamentales de justicia y proporcionalidad.
Además, la educación temprana con perspectiva de género, el respeto a la diferencia de opiniones y la concientización sobre nuestros derechos son pasos cruciales. Debemos comprometernos a iniciar y continuar desarrollando conversaciones con nuestras juventudes, familiares, compañeros de trabajo y vecinos. La erradicación de la violencia comienza con la comprensión y el respeto mutuo, y todos debemos ser parte de esta conversación.
En Taller Salud, estamos comprometidos a ofrecer herramientas y apoyo. Si eres víctima de acecho o conoces a alguien que lo sea, recuerda que no estás sola/o/e. Nuestra línea 24/7 “Tu Paz Cuenta” (787 697-1120) está disponible para brindar servicios a sobrevivientes de violencia doméstica, violencia sexual y acecho. Todos los días a cualquier hora, siempre responderemos tu llamada.
Sigo trabajando desde mi trinchera en construir un país donde erradiquemos la violencia machista y que podamos ver la transformación que merecemos hoy, que construyamos el país digno que merecen nuestras hijas y nuestros hijos, en el que puedan vivir libres, respetades, valorades y sin miedo.
Mantengo la esperanza de que esta abrumadora sensación de desesperanza y miedo llegue a su fin, anhelando un futuro en el que no sea necesario gritar cada mes “NOS QUEREMOS VIVAS, LIBRES Y SIN MIEDO”.
Anhelo un Puerto Rico donde la realidad sea otra, donde nuestra Isla del Encanto no sea conocida como la isla del remedio. En lugar de eso, visualizo un horizonte de bienestar, seguridad, justicia y libertad, en el que cada persona pueda vivir sin temor y en el que se disfrute a plenitud de la vida en una comunidad que valora y protege a cada uno de sus habitantes.
La esperanza persiste, y trabajaremos juntas para construir un mañana en la que la paz y la igualdad florezcan en nuestra querida isla. Únete a esta transformación de país.