Dianissa Resto, de 40 años, tiene dos hijos. Hace 14 años, trabaja para la compañía Cadillac Uniform & Linen Supply, en Bayamón, donde labora más de ocho horas diarias y fines de semana si se le solicita, y aguanta las exigencias de su patrono.
Junto a esta mujer, en las afueras del lugar, se encuentran Luz E. Molina, de 58 años, y Gloria M. Ortiz, de 68 años. Molina reclama mejores condiciones de trabajo en un sitio donde el calor y el polvo ahogan al más saludable. Mientras, a su avanzada edad, Ortiz solo quiere contar con un sueldo justo y un plan médico.
Las tres forman parte del grupo de empleados que, por cuatro días, acampa frente a la compañía por un tranque en las negociaciones de su convenio colectivo.
Los manifestantes, representados por la Central General de Trabajadores (CGT), están en huelga al no llegar a un acuerdo con su patrono, que no aceptó una propuesta de aumentar el sueldo, sin cambios en los últimos 15 años.
Aunque los salarios pueden variar por área -producción, mecánica, transportación-, Resto explicó que la mayoría de los empleados cobra el mínimo federal $7.25. Parte de la propuesta es elevar ese número a $13, $14 y $15, por año, y, además, evitar la reducción a seis días de vacaciones y seis días de enfermedad que se quiere implementar.
Según un comunicado de prensa de la CGT, los unionados exigen la restauración del bono de asistencia, aumento en la aportación al plan médico y protecciones a la salud y seguridad en el espacio de trabajo.
Ante este tranque, los empleados paralizaron sus labores, y se han plantado frente a cada una de las entradas de la compañía de uniformes, ropa, manteles y otros artículos.
Resto dijo que el diálogo no se ha producido, y han tenido que enfrentar las acciones legales y de contratación de guardias de seguridad por parte del dueño, Michael Shulevitz.
Ayer, mientras los puertorriqueños esperaban la llegada del huracán Dorian, Resto y sus compañeros recibieron macanazos y fueron rociados con pepper spray por guardias de una compañía privada.
“Esa cantidad es por los años que no hemos cogido aumento salarial. Es lo justo. Se indignaron y dijeron que era mucho. Con todo y eso, se bajó a $10. Este es el laundry más grande de Puerto Rico y del Caribe. Tienen los recursos. Prefieren pagarles a guardias de seguridad de Capitol (Security Police) para que nos saquen”, destacó Resto, una de las integrantes del comité negociador del convenio colectivo.
“Nos dicen que nos tenemos que retirar, pero no nos muestran evidencias, y tenemos derecho a manifestarnos. Intentamos dialogar y no hubo break para hablar. No tuvieron compasión y nos empujaron. Aquí, trabajan muchas mujeres mayores. Yo estaba defendiendo a una compañera que le estaban dando macanazos y me echaron pepper spray, me tiraron al piso y me insultaron”, añadió Resto.
Aseguró que los malos tratos, la insensibilidad y la falta de diálogo para escuchar los reclamos de los empleados llegaron con el cambio de administración hace 15 años, cuando la compañía pasó a manos del hijo del fundador.
“Aquí, nos cansamos. Nos están explotando. Si no hacemos más de ocho horas, nos sustituyen con gente nueva. El 80 por ciento de los trabajadores son mujeres que las obligan a trabajar más, sacrificando a sus familias. Aquí, en María, no nos dieron nada. Ni nos dejaron bañar ni usar el laundry ni gasolina, que tienen un depósito. Nosotros hemos dejado el alma, el pellejo, porque pasando María y nosotros aquí metidos”, agregó al señalar que la matrícula de los unionados ronda los 110.
Además, hace un tiempo, Resto tuvo que respirar profundo cuando un supervisor humilló a empleadas por no tener estudios universitarios.
“Todo el mundo tiene necesidad. Tengo estudios y muchas tienen estudios universitarios. Hay que ser realista, en Puerto Rico, si no tienes palas, no eres nadie y el título se queda en una pared enganchado, cogiendo polvo”, expresó con la convicción de que se mantendrá junto a sus compañeras en la huelga.
Con esa “necesidad” de la que habla Resto, se puede identificar Gloria Ortiz, de 68 años, quien alza su voz desde la acera, a pesar de que sus familiares le han pedido que no invierta horas bajo el sol. La mujer reconoce que se le haría muy difícil conseguir trabajo a su edad. Lleva 16 años en la compañía.
“¿Quién me va a dar trabajo a esta edad? No estamos pidiendo mucho. Nos quieren dar .50, .40 y .40 centavos de aumento, por año,. No es un aumento justo para el sacrificio que estamos haciendo. De aquí, no me voy, porque son mis derechos. Tengo que pelear”, comentó muy segura.
Por su parte, Luz E. Molina, de 58 años, y quien lleva 28 años en Cadillac Uniform & Linen Suply, se mostró preocupada por las condiciones en su área de trabajo.
“Hay mucho calor, polvo. Esa temperatura nos afecta mucho. Ahora, nos obligaron a usar unos gorros que dan más calor. Estamos con unos abanicos, pero el techo es de zinc. También, llevamos más de 15 años sin aumento. Tanto sacrificio y dejar a nuestras familias para que no puedan negociar de buena fe”, dijo.
Mientras se manifiestan, los empleados reciben el apoyo de quienes tocan bocina, levantan el puño o gritan consignas como “somos más y no tenemos miedo”, que surgió como parte de la lucha del pueblo para lograr la renuncia a la gobernación de Ricardo Rosselló.
Uno de los que se acercó fue el vicepresidente de la Federación de Maestros de Puerto Rico, Edwin Morales Laboy, quien destacó el rol protagónico de las mujeres en las luchas obreras y en el verano del ’19.
“Este es un proceso histórico en este taller de trabajo. Estas mujeres han decido parar el abuso de este patrono. Aquí, lo que hay es un régimen de terror. Estas mujeres han dado un paso al frente para detener esta semiesclavitud”, expresó Morales Laboy a este medio, luego de dirigirse a los empleados.
“Esto es un ejemplo de cómo las mujeres han sido líderes en el proceso de transformación del país, que estamos viviendo desde el verano. Han sido esas obreras y madres las que han estado al frente, y tenemos que apoyarlas”, añadió.
Luego, solo se escuchaba: “Esta huelga la ganamos a la buena o la mala”.