(Ilustración por Michelle Dersdepanian)
Luego de casarse, María tuvo que frenar su sueño de ser enfermera para dedicarse a la crianza y los cuidados de sus cuatro hijas. Los años pasaron entre tareas domésticas, atender las necesidades de sus hijas y, eventualmente, los cuidados de sus nietas y nietos.
Llegó a la vejez sin una fuente de ingreso sólida. Al no poder integrarse al mercado laboral, no tuvo derecho a los beneficios principales del Seguro Social y, mucho menos, la opción de un retiro privado. Como contrajo matrimonio, el Seguro Social le provee cerca de la mitad del dinero que recibe su cónyuge. El Seguro Social consiste en un ingreso para personas mayores de edad, trabajadores que se incapacitan y familias en las que fallece un cónyuge o padre. La persona beneficiaria recibe un porcentaje de ingresos basado en sus ganancias vitalicias.