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Tres trabajos para llegar a fin de mes: maestras dicen ¡basta!

Marcha de maestras 20220209 Foto por Alejandra Lara Infante

Foto por Alejandra Lara Infante

Yesenia Claudio Foster, de 43 años, es maestra bibliotecaria en la escuela pública Montessori Manuel Elzaburu y Vizcarrondo, en San Juan. Hasta diciembre del 2021, también cuidó a una envejeciente de tres a cuatro noches por semana. Entre ambos trabajos, en aquellos días, contaba solamente con unas tres horas libres.

El año pasado, por primera vez, pudo ir a un restaurante con sus hijos –de 23, 22 y 20 años– y decirles, entre lágrimas: “Mis amores, escojan lo que quieran”. 

Claudio Foster contó que su hija menor terminó la escuela superior durante la pandemia. La educación virtual no le funcionó, por lo que decidió que no quería cursar estudios universitarios de la misma manera. Cuando se lo comunicó a su mamá, ya tenía un plan: trabajaría y ahorraría para estudiar repostería en Roma. 

Ante la imposibilidad de poder ayudarla con el salario bruto de $2,011 mensuales que devenga por su trabajo en el Departamento de Educación (DE), decidió tomar su segundo trabajo, como cuidadora, para ayudar a su hija con los gastos de vivir en Italia. 

“Lo dejo, a pesar de que estaba ingresando más dinero a casa, me permitió ahorrar, me permitió apoyar a mi hija. Así que, hubiera sido muy bueno continuar trabajando. No lo dejo porque estoy más holgada, es que el cuerpo no me aguanta”, soltó. 

La también presidenta de la local uno de San Juan de la Federación de Maestros de Puerto Rico añadió que se vio afectada física y emocionalmente a raíz de los casi dos años que estuvo trasnochándose.

Claudio Foster fue una de las miles de maestras lideraron este miércoles la Marcha por la dignidad, desde el parque Luis Muñoz Rivera, en Puerta de Tierra, hasta La Fortaleza, en el Viejo San Juan, en reclamo por un salario justo que les permita a muchas mantenerse con un solo empleo, y un retiro digno. Empleados públicos de otras agencias se unieron a la manifestación con reclamos similares.

Como Yesenia, muchas educadoras del sistema público en Puerto Rico tienen más de un trabajo para costear el elevado costo de vida en el archipiélago. 

“Eso es un robo que uno esté trabajando durante tantos años, que esté pagando con mi salario eso que va a ser mi retiro y que ahora vengan a cambiar los acuerdos unilateralmente, es robar” , apuntó la maestra con 16 años de carrera en el DE. 

Facultad de la escuela pública Montessori Manuel Elzaburu y Viscarrondo, en la Marcha por la dignidad. Foto por Yesenia Claudio Foster.

El Plan de Ajuste de la Deuda (PAD) que avaló la jueza Laura Taylor Swain y la Junta de Control Fiscal establece nuevas fórmulas para calcular el retiro del magisterio que dependerá de lo que cada profesional aporte, retrasa la edad de retiro a los 63 años y permite los maestros coticen seguro social, que también depende de aportaciones individuales. 

Además, plantea un aumento escalonado de $470 en el salario base, condicionado a la asistencia del estudiantado y del personal docente. 

No obstante, María Elizabeth Díaz Santiago, maestra de tercer grado en la escuela Carmen Gómez Tejera, en Bayamón, cuestionó cómo podían condicionar el incremento salarial a la asistencia de los y las estudiantes, si no es algo que el magisterio pueda controlar. 

“Uno, por la necesidad, lo celebra, pero cuando tú te sientas a meditarlo, es una falta de respeto bien grande. Y volvemos a lo mismo, nos hacen esto porque somos una clase trabajadora de mujeres pobres, barren el piso con nosotras”, sostuvo Díaz Santiago, quien entiende que más que precario, el salario de las docentes es indigno. 

Previo al PAD, el retiro de las maestras requería 55 años de edad y 30 años de servicio. Su pensión se calculaba a base del 75% de sus 36 sueldos más altos. 

“Esto no se trata solo de los maestros, esto se trata de justicia salarial para cualquier empleado. No es lo mismo que tú entres bajo estas circunstancias, a que te cambien los muñecos. Aquí, a mí no me están dando opción, yo entré bajo unos estatutos y estoy terminando bajo otros”, sentenció Elsa Castro de Jesús, directora de la escuela especializada University Gardens, quien también trabaja en tres instituciones postsecundarias como profesora de Humanidades y Educación, para poder cumplir con sus obligaciones económicas. 

Añadió que “de 9 años, ahora me quedan 17”. 

“Eso no significa que no tenga la capacidad de seguir trabajando, de seguir produciendo. Se trata de que, cuando yo entré, en el 2000, a mí me dijeron que yo iba a estar a 30 años de servicio con 55 de edad, y me iba a ganar el 75% de los 36 sueldos más altos”, protestó. 

Castro de Jesús aceptó dirigir la escuela especializada en ciencias y matemáticas, en parte, pensando en la antigua fórmula de pensiones, pues su sueldo incrementó unos $415 mensuales.

El teacher flu, como se le ha denominado a las ausencias  de los docentes en protesta por mejores condiciones laborales, tuvo efecto en que el gobernador Pedro Pierrluisi Urrutia anunciara, el lunes, un aumento de $1,000 mensuales a los docentes. El incremento duraría hasta 2024, pues los fondos federales identificados no son recurrentes.

“Tal aumento es una falsedad, creo que más que para calmar al magisterio organizado, tiene que ver con sembrar dudas en aquellos que no lo están y provocar divisiones. […] Pero del saque metió la pata. No es un aumento permanente y no lo plantea así desde el principio. Se nota la intención de engañar, pero comprueba lo que ya sabemos, hay dinero, pero las prioridades de nuestros gobernantes son otras”, expuso Claudio Foster, maestra federada.

El viernes 4 de febrero, cuando los y las docentes marcharon hacia La Fortaleza, Educación reportó un 72% de ausentismo de maestros y maestras. Ese día, también se reportaron manifestaciones frente a escuelas en todo el archipiélago. 

Este miércoles, el ausentismo fue de 82%.

El trabajo no termina cuando ponchan a la salida

Luego de salir de su trabajo, Díaz Santiago, con 15 minutos de intervalo, imparte tutorías en su escuela hasta cerca de las 6:00 p.m. Los viernes en la tarde y los fines de semana, cuando no da tutorías, trabaja como asistente de tasador, un trabajo que puede hacer únicamente con la luz del día. 

Es madre de dos hijas adultas y un hijo, de 14 años, está divorciada y devenga un salario bruto de $2,000 mensuales. Además de sus tres trabajos, explicó que su labor como maestra no termina cuando sale del horario extendido.

El momento de cuadrar los semestres, en ocasiones, implica perder noches para cumplir con las fechas que delimitan para entregar notas. Además, el trabajo se multiplica con las planificaciones de clases, preparar materiales para estudiantes y corregir trabajos de evaluación, como exámenes y ensayos.

“Yo creo que nunca he sentido que estoy 100% al día. Siempre se me queda algo, porque sino tendría que dejar de dormir, dejar de comer o dejar de hacer alguna necesidad vital. Es demasiado”, expuso.

Aunque el DE le ofrece 50 minutos de capacitación, dijo que el tiempo no da para preparar todo y reunirse con padres y trabajadores sociales. Por tal razón, siempre queda trabajo por hacer durante el tiempo libre que muchos maestros utilizan para realizar otras labores asalariadas.

Cuando los hijos de Díaz Santiago eran pequeños y los gastos se multiplicaban, fue secretaria en el vestíbulo de la unidad de pacientes en cuidado intensivo del Puerto Rico’s Children Hospital. Luego de salir de la escuela, a las 3:00 p.m., entraba al hospital a las 5:00 p.m. y salía a las 11:00 p.m. Aunque le gustaba el trabajo, el horario y sus responsabilidades no eran compatibles. 

Reflexionó sorprendida que duró tres años en aquel trabajo, con todo lo que conlleva ser maestra fuera del tiempo lectivo.

Experiencias como transitorias

Claudio Foster, pese a llevar 16 años en el sistema público de enseñanza, estuvo 12 como maestra transitoria. Tal posición, implica que el o la docente no tiene una plaza o escuela fija a la que volver luego de las vacaciones de verano, lo que representa inestabilidad laboral, encima de las condiciones indignas. 

“Los procesos de contratación de maestros transitorios, a través del registro de elegibles, eran procesos de mucho atropello, de muchas faltas de respeto”, contó.

Relató que, en la Región Educativa de San Juan, reunían a una gran cantidad de maestros en un salón, muchos acompañados de sus hijos e hijas, donde pasaban horas a la espera de conseguir trabajo. 

El problema era que, si no conseguían plaza y no la llamaban antes que comenzara el año escolar, pasaba meses sin cobrar y no acumulaba los días de vacaciones para recibir su salario durante el verano. 

Uno de los años en que le sucedió esa situación, Claudio Foster decidió cerrar su apartamento y mudarse a casa de su mamá, junto a sus hijas. Durante este tiempo, solo pagaba su hipoteca con los pocos ahorros que le quedaban. Recuerda que sintió vergüenza de depender de sus padres, pero no tuvo otra alternativa. 

En la Región Educativa de Bayamón, donde Díaz Santiago fue docente transitoria por nueve años, la dinámica era bastante similar. “Las primeras veces, salía llorando, después me curé de espantos”, relató. 

“Me adapté pensando que, si no me gusta donde estoy, esto era un año y ya. [Pensaba] ‘yo voy a disfrutar a los nenes y voy a hacer lo que pueda por los nenes’, como que trataba de no enamorarme de la escuela. A veces, se me hacía difícil porque estuve en escuelitas buenas”, añadió Díaz Santiago, a la vez que dijo que le gustaba conocer a personas diferentes y aprender de ellas. 

No obstante, admitió que puede ser drenante porque, cuando llegaba a la nueva escuela, le daban el salón en peores condiciones. Así que, cada agosto, iba con sus hijas a limpiar en profundidad y a pintar un salón diferente, con su propio y escaso dinero. 

Aunque no ha sacado cuentas, entiende que, cada año, gastaba entre $200 y $300 en acondicionar los salones. 

“Todos los años, yo dejaba un salón pintado en una escuela”, acotó.

El gasto no es exclusivo en pintura. También, tienen que invertir, por ejemplo, en materiales y meriendas para estudiantes. Pese a que el DE envía recursos a las escuelas, muchas veces, no están en condiciones aptas para ser utilizados. 

Son maestras porque aportan al país

A pesar de todos los retos que implica ser docente en Puerto Rico, las maestras consultadas por Todas, coincidieron, en entrevistas separadas, que su vocación nace por sus ganas de contribuir al país. 

Claudio Foster dijo que escogió la docencia por su “interés de construir un país mejor, un lugar donde haya unas condiciones justas para la vida y donde la gente pueda ser feliz”.

Mientras, Díaz Santiago admitió que, cuando escogió estudiar Educación, no sabía por qué lo hacía. Sin embargo, cuando comenzó a trabajar, “yo me enamoré de esto y, a mí, mis niños y lo que yo hago, me llenan. Por eso, es que me he mantenido, hasta ahora, porque, cuando llego en las mañanas, esos nenes me hacen el día. Siento que estoy aportando, siento que tengo un impacto positivo en la vida de mucha gente, todos los días”. 

“Cuando tú tienes jóvenes frente a ti, tú tienes a todo Puerto Rico, así que tú contribuyes al país dejando un legado en el área que enseñas porque somos un ente completo. No solo les enseñas contenido, desarrollas en ellos valores y los preparas para la vida”, expresó, por su parte, Castro de Jesús, quien describe a su escuela como “su pedazo de país”. 

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