(Foto de la portada de Teresa Canino Rivera)
El libro La que te parió. Antología puertorriqueña de relatos de parto, de Ediciones del Flamboyán, forma parte de la nueva Colección Madreselva, maternidades feministas -que también integra Mamá desobediente. Una mirada feminista a la maternidad de Esther Vivas (2021)-, y que aspira a seguir creciendo como un espacio específico dedicado a las maternidades feministas, tanto en la literatura como en el ensayo.
La cofundadora de Ediciones del Flamboyán Lucía Orsanic, quien concibió este proyecto a la luz de su propia experiencia de parto, se encargó de seleccionar a las autoras y tuvo al cuidado la edición del libro, del que además escribió la introducción. En este escrito, Orsanic habla de la importancia de este trabajo y se adelantan algunos fragmentos de la publicación, que cuenta con las participaciones de Gloriann Sacha Antonetty Lebrón, Yolanda Arroyo Pizarro, Zayelit Budet Meléndez, Edmaris Carazo, Adli Mariann Cordero Espada, Mayra Ivette Díaz-Torres, Idalís García-Reyes, Anyuli Mercedes González Oliver, Ana Nadal Quirós, Mara Pastor, Ana Teresa Toro y la fotografía de Teresa Canino Rivera; y ya está disponible para la preventa.
Fragmentos de la introducción, por Lucía Orsanic
“Desde que este proyecto empezó a gestarse como parte de nuestro catálogo editorial -no cabe un verbo mejor en este contexto-, quisimos dar cuenta de la gran importancia que reviste hacer un libro como este. ¿Por qué una antología de relatos de parto? ¿Para qué? ¿Quién quiere leer sobre la sangre, el dolor, el cuerpo abriéndose paso para traer la vida del otro lado de la panza, las cicatrices? A todo el mundo le gustan los bebés, pero nadie quiere escuchar un relato con detalles ni pormenores sangrientos ni complicaciones más o menos dramáticas. ¿El bebé está bien? ¿Cuánto pesó? ¿Cuándo les dan el alta? Fin del asunto, ya no hay más que hablar. Lo importante es que tienes un bebé saludable, lo demás vas a olvidarlo, que después solo queda la bendición de tener un hijx en los brazos. Pero sucede que no queremos olvidar, queremos recordar. Queremos recordar aunque el sistema médico hegemónico y la sociedad entera nos empujen a olvidar todas las violencias a las que nos someten para dar a luz.
El recuerdo, el testimonio, la memoria poseen una cosa en común: la historia entretejida más allá de lo puramente anecdótico, que se preserva en el tiempo y en el espacio, y forma parte de la construcción de nuestra identidad. Y qué mayor metamorfosis de nuestra identidad que cuando nos convertimos en madres. ¿Quiénes éramos antes y quiénes somos ahora? ¿Podemos volver a ser las que éramos antes de parir? Ciertamente no. Y si es verdad que el cuerpo tiene memoria, vamos a hacer un relato con los cinco sentidos y a convocar todas las sensaciones físicas unidas al recuerdo. ¿Qué imágenes conservas en la memoria del día de tu parto? ¿Son nítidas o están borrosas? ¿Oyes algo a tu alrededor? ¿Música, llanto, gritos, jadeos, acaso el tilín-tilín del instrumental quirúrgico? ¿A qué sabe? ¿Qué sabores recuerdas al chasquear la lengua? ¿La comida opípara que te dieron después para reponer energías, o más bien conservas la sequedad en la boca, sedienta como un desierto, durante el trabajo de parto? ¿Hueles la sangre, los fluidos, la tensión en la sala, o únicamente sientes el cuerpo pegajoso de un bebé recién nacido sobre tu pecho? Convoquemos también las emociones que nos provoca pensar en nuestros partos y nos daremos cuenta de que no hay una separación tajante porque el cuerpo es capaz de conectarse inmediatamente con nuestro mundo emocional, ligado intrínsecamente a las experiencias personales. ¿Acaso no sentimos nostalgia cuando comemos tal o cual plato que nos preparaba la abuela cuando éramos niñxs y se nos viene encima todo ese mundo infantil, de un solo bocado? El cuerpo tiene memoria y los cinco sentidos están vinculados con la memoria; en esta línea interpretativa, nuestras cuerpas gestantes, parturientas, puérperas, lactantes no son la excepción. (…)
La literatura forma parte de este recorrido y nos permite construir nuestra identidad materna a partir del relato. Faltan muchas historias de madres en la literatura, aunque, poco a poco, esas voces se han ido abriendo paso en un mundo que no consideraba que sus vivencias fueran motivo suficiente para escribir; mucho menos para opinar, para cuestionarse ni para desmitificar el papel que le ha tocado tradicionalmente a la “buena madre”. Por ello, los relatos de parto pueden ser un punto de inflexión en la maternidad y es necesario recuperarlos. (…)
Durante el transcurso de la historia, el parto se ha construido discursivamente desde una voz masculina. Las voces de los hombres de ciencia, de los ginecólogos y obstetras han fijado el deber ser de las mujeres y sus partos, de sus hijxs, incluso de sus lactancias. Los hombres han querido regir nuestras maternidades desde el principio, igual que nuestras cuerpas, por eso no es para nada inocente pensar en los relatos como una forma de construir realidades. ¿Cómo recuerdas tu parto? ¿Lo recuerdas? ¿Es tu historia personal o es la que otrxs hicieron sobre el nacimiento de tu hijx?”.
Lo que relatan las autoras
“Si me portaba bien, pero que muy bien, y seguía sus instrucciones, ellos me recompensarían con una bebita sana y salva”. –Anyuli González Oliver
“Mi médico se volteó hacia el orgulloso padre de mi unigénita, y al parecer único beneficiario de mi futuro hueco no-dilatado, y vociferó: ‘Mira cómo te la voy a dejar después de coserla, como toda una señorita’”. –Yolanda Arroyo Pizarro
“Después de varias horas, la desesperanza, el cansancio, y el trauma acumulado entre la matriz y el alma, me sentí vencida. Cerré los ojos y me dejé caer. El abismo del dolor y de las instrucciones desalmadas de las personas con bata blanca me tragaban toda. Hasta que el reflejo de unas manos santas captó toda mi atención. Eran las manos de mi abuela. Me mostraron la promesa cumplida de parirte con vida. Sus dedos largos se insertaron en mí y te trajeron a mí; ungida en sangre, sebo, lanugo, agua florida, azahares y azucenas”. –Mayra Ivette Díaz-Torres
“¿Y a quién demonios le importa una placenta? La masa que no vi, que no toqué, que no me guardaron y que no me dieron. ¿En qué momento estaba yo tan lejos de mí? ¿En qué momento un pedazo de it era mío como para no tenerlo? Quise decir con la panza de 41.3 semanas inflamada, brotada y abierta en sangre, entubada, saliendo de mía: ‘¡Qué me dejaran ver mi placenta!’ Quería guardar mi placenta, llevarme la placenta envuelta en sábanas tejidas en hilo y aguja”. –Idalís García-Reyes