No recuerdo en qué momento de mi niñez me hablaron de la muerte por primera vez. Lo que sí recuerdo es la solemnidad y los rituales del luto que iban desde el vestirse de negro, negro con blanco o lila, evitando el uso del color rojo, el presentar los respetos ofreciendo el pésame y obsequiar ofrendas florales. Aprendí que no se podía escuchar la radio ni ver la televisión si la persona que fallecía era cercana a la familia y que había que bajar el volumen si la persona difunta era del vecindario.