Foto de Ana María Abruña Reyes
Nota de la editora: Este escrito de Teresa Córdova Rodríguez fue leído como parte la presentación de la novela ¿Y quién ama esta locura? de Adli Cordero Espada, celebrado en abril en la librería The Bookmark en San Patricio, Guaynabo.
En un momento dado de ¿Y quién ama esta locura? su protagonista, Ania, se pregunta: “¿Quién soy yo sin mi locura?” Leer esas palabras de Ania me recordó a unos versos de un poema de Francisco Matos Paoli, cuya locura se le atribuye al confinamiento solitario que sufrió en la antigua cárcel de La Princesa por sus vínculos con el Partido Nacionalista Puertorriqueño.
Yo, aunque demente,
no me cojo miedo en la insolidaria alondra,
me atrapo en el diáfano estertor de la tiniebla,
me fecundo a mí mismo
al saber que soy el otro rodeado de centellas
Así escribió Matos Paoli sobre ese estado intermedio en el cual algunos dicen que accedemos a otros planos.
Esta es la historia de Ania, una madre periodista que padece de esquizofrenia y revisita la vida de su tío Saulo, quien también tenía este diagnóstico. Nos brinda a todas una mirada en primer plano a lo que pudiera sentirse “estar loca”: desde la compañía constante y abrumadora de voces hasta el terror comprensible de que las voces nos abandonen. Pero algo quisiera yo destacar, como madre, de esta novela por mi querida amiga Adli: es mostrarnos la locura desde la maternidad. La franqueza de Ania al decirnos: “No tengo tiempo para estar loca […] pero como eso de estar loca no se elige ni es una cosa de tener tiempo, estoy enferma de la cabeza de todos modos. Y así he aprendido a existir como mamá”.
Las páginas en las que Adli nos comparte esa dualidad de abrazar la locura y a la vez gestionarla de forma consciente nos transmiten una constante incertidumbre, pero también nos llenan de esperanza. No hubo mejor oración que describiera este rango de sentimientos que cuando la protagonista sentencia: “A veces creo que solo la muerte me liberará de este desconcierto, otras veces pienso que será el amor mi puerta de salida”.
Liberarse. Salir. Dos verbos que rodean las vidas de las mujeres, de las madres, de las personas privadas de libertad, de las personas con padecimientos mentales. La forma que incorpore esta liberación o salida es incierta; para Matos Paoli fue la liberación de la cárcel, para Sylvia Plath fue la muerte, para Ania… no les haré un spoiler.
Las conversaciones de Ania con su tío fallecido Saulo también transitan entre dualidades: entre la realidad y la ficción, entre la locura y la cordura. A veces Saulo le dice a Ania que si volviera a nacer, quisiera hacerlo con la misma locura; a veces le dice que debe volver a la realidad para no olvidarse de quién es.
No existen respuestas definitivas a esto de la locura. No creo que el libro de Adli pretenda darlas tampoco. Pero si en algo el libro de Adli es definitivo es en su honestidad: la honestidad de presentar a una protagonista esquizofrénica que es madre aunque a veces se sienta niña dependiente; la honestidad de mostrar que esa protagonista esquizofrénica que a veces se siente niña dependiente también tiene poder de decidir sobre su destino.
Es poderoso el marco de este libro que habla del poder de decisión y de la dualidad. Reivindica con la historia de Ania que las mujeres con diagnósticos de salud mental son más que almas “trágicas”, “torturadas” o incluso objetos de fetichización por algunos que pretenden salvarnos de nosotras mismas hasta que se dan cuenta de que, parafraseando a Susan Sontag: “la depresión (y las enfermedades mentales) son como la melancolía, pero sin sus encantos”.
Ania, la protagonista de este libro, será recordada como una protagonista polifacética: es más que su locura, es a pesar de su locura, pero también es gracias a su locura. Lejos de los personajes trágicos a los que estamos acostumbradas. Lejos de los versos de Sylvia Plath cuando dice “La mujer llega a la perfección / Su difunto / cuerpo viste la sonrisa del logro”, Adli nos presenta una protagonista y un libro que nos pone de frente la vida con la locura.
A Matos Paoli lo indultan en 1955. Sigue escribiendo. Decidió, en uno de sus versos, declarar: “Si ustedes quieren llamarme loco, / no pongo ningún impedimento a la afrenta”. Recupera su cordura y en 1971 fue nombrado poeta residente de la IUPI y nominado al Premio Nobel de Literatura. Vivió escribiendo. Como Ania, nuestra protagonista.
Gracias, Adli.