Turismo, racismo y colonialismo

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(Foto de archivo)

Desde que comenzaron las restricciones para evitar la propagación del coronavirus en Puerto Rico hace un año, la entrada de turistas al archipiélago no ha cesado. De hecho, vale la pena recordar que la última actividad multitudinaria que conmemoramos antes del toque de queda fue el #8M de 2020, a la par que turistas se paseaban entre nosotras por el Viejo San Juan, incluyendo una mujer italiana, víctima fatal del COVID-19.

Una amiga que ha tenido que atenderles en su centro de trabajo ha sido testigo de sus comportamientos inapropiados y actitudes supremacistas. Recientemente, me contó que tuvo que pedirle a un par de hombres extranjeros que se pusieran sus mascarillas antes de entrar al establecimiento. Uno le gritó: “I am American!” (“¡Yo soy americano!”). Además de su desconocimiento sobre geografía, pues Puerto Rico es parte de América, parecería que ser estadounidense le exime de la responsabilidad de comportarse de acuerdo con las reglas establecidas en el país que está visitando. 

Otra amiga que reside en San Juan lleva un año, mientras se ve obligada a salir en su silla de ruedas a hacer diligencias, pidiéndoles a los turistas que mantengan seis pies de distancia y se pongan mascarillas cuando están cerca de ella. A ella, una mujer le lanzó un trago en la cara. También, le dijo: “Speak in English!” (“¡Habla en inglés!”) a pesar de que mi amiga le habló en inglés.

Sé que las anécdotas de mis amigas se suman a las experiencias de otras personas que llevan quejándose todo este tiempo.

Sin embargo, la discusión con respecto al comportamiento de los turistas que están visitando el archipiélago durante la pandemia se ha ensañado, casi exclusivamente, contra las mujeres visiblemente negras, cuyas cuerpas han sido exhibidas en las redes sociales a través de fotografías y vídeos. 

Hace unas semanas, el fotógrafo Doel Vázquez Pérez compartió en Facebook dos fotos que tomó en la calle Recinto Sur del Viejo San Juan. En una, se ve a varias mujeres negras caminando; en otra, una de ellas posa de espalda mientras el viento levanta su traje color amarillo. La publicación ha sido compartida más de 500 veces. Los comentarios que permean dan cuenta del racismo, el sexismo y la gordofobia que imperan en Puerto Rico. Estoy segura de que el veterano fotógrafo se topa con otros tipos de cuerpos de mujeres en traje de baño o con atuendos similares a los de las turistas negras mientras realiza sus fotos diarias por la capital, pero apuesto que si las publica no recibirían los mismos comentarios virulentos. 

Definitivamente, las conductas inadecuadas de los turistas -me refiero al uso de mascarillas y el distanciamiento físico-  hay que señalarlas. No obstante, hay que denunciar la ineficacia de instituciones gubernamentales como el Departamento de Salud, la Compañía de Turismo y la Policía de Puerto Rico que no han sabido establecer protocolos de salud y seguridad que salvaguarden a la población insular, ya que el gobierno no tiene la potestad de controlar la entrada de turistas a través de aeropuertos y puertos marítimos. 

En vez de señalar y burlarse de las mujeres negras, sus cuerpas y estilos de cabello, vale la pena examinarnos como país, como colonia de Estados Unidos. Inclusive, basta con ser conscientes de cómo nos ven desde afuera, como el paraíso del baile, la botella y la baraja, para no contribuir a los ‘ismos’ -racismo, sexismo, clasismo- con ínfulas de grandeza y superioridad. 

Al Estado, le conviene lavarse las manos y hacerse de la vista larga mientras la ciudadanía se sirve con la cuchara grande para despotricar contra comportamientos que el gobierno debería regular para que mis amigas no tengan que exigirles a los turistas que guarden distancia o se pongan mascarillas.

Nuestros prejuicios y estereotipos, a fin de cuentas, son los mismos con los que nos criminalizan, demonizan y degradan cuando nos toca ser pasajeros y turistas y disfrutar haciendo turismo internacional a bajo costo. 

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