Tres pasos para enfrentar al familiar machista, racista u homofóbico

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(Ilustración por Mónica López @lamdemonica)

¿Cuántas veces hemos querido salir corriendo de una fiesta familiar porque parece que regresamos a la época en que hacer chistes homofóbicos, clasistas, machistas y racistas era muy normal? 

Probablemente, a muchas nos ha pasado que estamos en paz disfrutando de una actividad en la que compartimos con familiares y amistades y, de momento, alguien abre la bocota para recordarnos que afuera de nuestra burbuja el mundo sigue siendo cruel y odioso. 

A través de nuestro proceso de desaprender patrones y conductas violentas, también nos damos cuenta de lo tóxicos que son algunos espacios, en especial los familiares. Se torna difícil la convivencia, sobre todo, cuando la confrontación a veces solo resulta en un contrataque a nuestra “sensibilidad” o a que todo lo “cogemos a pecho”. 

Sobre este particular, en una conversación con Gloriann Sacha Antonetty, editora de Revista étnica, comenta de su experiencia como mujer negra y activista en entornos como similares y cuáles han sido sus maneras para confrontarlo. 

La comunicadora expresa que “es un reto porque estamos recibiendo una violencia y se dan de todas, racistas, misóginas, machistas y homofóbicas; se dan incluso entre amistades. Una piensa que porque son amistades entienden, pero algunas cuestionan que ahora solo hablamos de estos temas y es importante encontrar cómo manejar esas situaciones”.

Para el manejo de estas circunstancias, Antonetty comparte tres pasos que para ella son esenciales cuando nos toca confrontar los comentarios o las actitudes homofóbicas, machistas, racistas y misóginas de ese tío o primo con actitudes y prácticas machistas.  

Comunica inmediatamente tu incomodidad con el comentario

Muchas veces, nos aguantamos y tratamos de ignorar los comentarios violentos que apalabran frente a nuestras narices. 

De acuerdo con la profesional “es importante comunicar cuando nos sentimos ofendidas, cuando no nos sentimos cómodas. Muchas veces, la gente parte de la normalidad de estos comentarios, pero hay que dejarles saber que, genuinamente, nos duele y nos molesta. Creo que la primera arma de defensa para que la gente vaya cayendo en tiempo es dejarle saber cómo una se siente”. 

“A mí, en esta situación me ha tocado más, ahora que cada vez soy más vocal con el tema del racismo y la perspectiva afrofeminista, las violencias que recibimos las mujeres negras son bien fuertes y constantes. Y ahora que estamos también tan visibles, hay personas que me cuestionan si voy a seguir hablando de lo mismo, pero mi responsabilidad es hablar y educar y dejar saber de mi experiencia como mujer negra y las cosas que experimentamos. A partir de eso, tratar que las personas claras de piel o las personas que son machistas y violentas puedan entender lo que están haciendo”, continuó.  

Provoca la reflexión y aprovecha el espacio para educar 

Es importante ver la confrontación como un espacio para provocar reflexión. “En este paso es esencial analizar qué es lo que una le deja a la gente para pensar, pues eso abre la puerta para educar de forma asertiva. Buscar la raíz y el problema de lo que nos han enseñado. Reconozco que es difícil porque estamos recibiendo una agresión. A veces pasa, que sucede, se deja pasar y es peor, aunque hay momentos en los que una decide hasta dónde puede llegar”. 

Habla desde tus emociones y conecta con la empatía 

La vulnerabilidad es esencial en esta conversación y lograr que la otra persona sea capaz de ponerse en nuestro lugar. “El asunto de la empatía puede parecer bien complicado para nosotras que ya tenemos conciencia, que estamos claras que es una cuestión de equidad y de justicia, puede parecer simple, pero la realidad es que por ahí es que podemos empezar. El asunto colonial en Puerto Rico también nos ha tocado bien duro y, como siempre estamos siendo pisoteadas, no queremos estar en el lugar de reconocer que pisoteamos y que nos pisotean, pero es necesario. Lo colonial es todo, el daño que nos han hecho con hacernos sentir inferiores nos dificulta el reconocer estas violencias”, reaccionó la editora.  

Estas son algunas de las estrategias que podemos utilizar cuando nos toca confrontar a algún familiar que no reconozca la violencia de sus palabras. 

Muchas veces, como menciona la comunicadora, “se nos hace difícil tener estas conversaciones, es reconocer que estás mal, que lo que nos han enseñado toda la vida está mal”, y no siempre las personas están abiertas o dispuestas a reconocerlo. 

Al final del día, nuestra paz es lo más importante y cada una decide hasta dónde puede tolerar en cuanto a la reacción que recibamos de estos familiares o amistades. Ojalá podamos encontrarnos con más personas abiertas a reconocer las violencias que reproducimos a diario desde diferentes frentes. Solo así se vuelve posible la apuesta por otra munda en la que podamos sentirnos seguras y libres de prejuicios que siguen promoviendo el odio y la separación. Por suerte, nuestras voces andan juntas y el silencio ya no camina entre nosotras.  

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Este escrito forma parte de la campaña ¡Cambia ya!, contra la violencia machista.