Dominga de la Cruz Becerril, la olvidada heroína afroboricua de la Masacre de Ponce

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“En esta lucha puertorriqueña, no nos olvidamos del pasado porque todo es uno”.

–Dominga De La Cruz Becerril,

Afraid of Neither Death Or Prison

El 21 de marzo de 1937 ocurrió el suceso de represión de Estado más sangriento en la historia puertorriqueña: la Masacre de Ponce.

Esta injusta página en nuestros libros tuvo entre sus protagonistas a una mujer que no se menciona en sus líneas, pero que, indiscutidamente, es merecedora de un sitial en nuestra memoria nacional y colectiva.

Su nombre es Dominga de la Cruz Becerril. Esta mujer ponceña negra fue marcada por un cruel pasado; a la vez, por una valentía que le inyectó dignidad a un día elegido por los poderosos para humillar a nuestro pueblo.

La joven, madre y obrera

La niña Dominga nació el 22 de abril de 1891 en el pueblo de Ponce, siete años antes de la invasión de Estados Unidos a Puerto Rico. Cuando cursaba su cuarto grado, quedó huérfana de madre y padre.

A esa inocente edad, se vio forzada a trabajar como costurera, al igual que otras tantas niñas y mujeres puertorriqueñas durante la primera mitad del siglo XX. La baja compensación que recibía la mantuvo bajo niveles de pobreza, aun cuando su jornada laboral, a veces, culminaba a las 2:00 a.m.

“¿Por qué tengo que vivir una vida de dificultades si no le he hecho daño a nadie?”

La joven adulta se casó y tuvo dos hijas. Ambas niñas murieron de hambre; Dominga cuenta que solo tenía dinero para alimentarlas con te de naranja y leche. Sumergida en su dolor, terminó con su matrimonio.

Ante este triste cuadro, nuestra obrera comenzó un nuevo trabajo como lectora en la industria tabacalera. Este oficio estaba reservado en las grandes empresas ausentistas para la minoría de la clase obrera que pudo aprender a leer. Creada para entretener al obrero en su faena, esta posición fue utilizada con más conciencia por mujeres históricas como Luisa Capetillo Perone.

Fue en ese lugar y momento, llena de duelo y hambre, que Dominga leyó sobre la práctica nacionalista en los escritos de Pedro Albizu Campos.

La nacionalista y feminista

Nuestra heroína comienza su activismo yendo a un encuentro del Partido Nacionalista en Mayagüez para escuchar a Albizu Campos. Allí sintió un nuevo propósito luego de la muerte de sus hijas y tomó el juramento para convertirse en miembro.

“Esta no es una aventura sin sentido. Si tomo este juramento, tendré que luchar y sacrificar por el resto de mis días y tal vez pierda mi vida en el proceso. Si bien todo eso es cierto, este es el tipo de lucha que le da significado a mi vida”. 

Pero, aún en la organización política, Dominga vio y denunció la segregación de labores por motivo de género. Con el objetivo de hacer visible la labor de las mujeres nacionalistas, fue una de las fundadoras del Cuerpo de Enfermeras del Partido. 

La heroína

Su cita con la inmortalidad llegó ese Domingo de Ramos de 1937. Dominga subió a un autobús de Mayagüez hacia Ponce, ciudad natal suya y de Albizu Campos, para exigir la libertad del revolucionario y conmemorar el Día de la Abolición de la Esclavitud.

Al llegar, se sorprendió por la cantidad de policías armados y se enteró que el gobierno había revocado esa misma mañana el permiso para marchar. Ante el inminente peligro, el Partido no quería dejar marchar a las mujeres y a la niñez. Dominga insistió en que el Cuerpo de Enfermeras debía participar a la par que los hombres y se colocó en su posición.

«Imagínate. ¡Nuestras mujeres teniendo que pelear para participar en la lucha!»

Como estaba previsto, sonó La Borinqueña y se dio la orden de marchar. Sonó un disparo en algún lugar y la Policía abrió fuego. En medio de la conmoción, Dominga vio que la mujer abanderada fue herida y recordó que Albizu Campos decía “la bandera no toca el suelo”. Dominga corrió hacia los tiros y rescató la monoestrellada.

“Juntamos los brazos y apretamos nuestros cuerpos contra la pared, esperando los disparos. Perdimos nuestra inocencia en Ponce y desde ahí no recuerdo haber sentido esa felicidad juvenil de nuevo”.

El testimonio de Dominga dejó claro que hubo familias acaudaladas que le cerraron las puertas cercanas mientras intentaban huir. Allí, se abrazó a un grupo contra la pared esperando la muerte, pero alguien tumbó una puerta y lograron refugiarse. A poco tiempo, llegó la Policía a arrestarles.

A pesar del heroísmo de personas como Dominga, ese día fueron asesinados(as) 19 boricuas.

La sobreviviente

Luego de la Masacre, se realizó una investigación independiente conocida como la Comisión Hays, por la cual conocemos el recuento de sobrevivientes. La misma concluyó que el acto fue promovido y encubierto por el propio gobierno colonial.

Cuando el investigador le preguntó a nuestra Dominga “¿por qué usted levantó la bandera en vez de correr a cubrirse si estaba en riesgo?”

Ella le respondió “porque el maestro (Albizu Campos) nos enseñó que la bandera nunca debe tocar el suelo”.

La vida de Dominga quedó permanentemente marcada por los sucesos de Ponce. Ella sintió que exiliarse era la mejor manera para comenzar de nuevo.

En Cuba, se dedicó a escribir poesía afroantillana. Tuvo una larga vida. Murió en 1981, a los 90 años.

Es nuestro deber como boricuas recordarla y nombrarla: ¡DOMINGA!

De igual manera, ante la represión del Estado: ¡PROHIBIDO OLVIDAR!


Referencia

Nationalist Heroines: Puerto Rican Women History Forgot, 1930s-1950s, Olga Jiménez de Wagenheim, 2016


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