Pamela Rosado y Trinity San Antonio, de la Selección Nacional de Baloncesto de Puerto Rico. (Archivo de Ana María Abruña Reyes)
Han pasado casi tres décadas desde que en 1993, la exjugadora puertorriqueña María “Cusa” Rivera usó la plataforma del semanario Claridad para publicar una columna en la cual manifestó su frustración con relación a los múltiples obstáculos que tenían las mujeres que jugaban baloncesto en su época. Sus denuncias llegaron luego de años en los cuales la destacada canastera enfrentó discrimen por razón de su género y orientación sexual de parte de influyentes líderes del deporte puertorriqueño.
En mayo de 2012, la Selección Nacional de baloncesto femenino no podía ni siquiera conseguir una cancha apropiada para entrenar en preparación a un torneo de repechaje de clasificación olímpica que se llevaría a cabo durante ese año. Hace una década, las jugadoras tenían que recurrir a las redes sociales cibernéticas para denunciar que sus prácticas tenían que llevarse a cabo en canchas de cemento incómodas porque ninguna entidad fue capaz de prestar un buen coliseo bajo techo con un tabloncillo apropiado. Esto ocurrió mientras esa misma semana de mayo, el quinteto puertorriqueño de hombres practicaba cómodamente en una de las principales canchas de la región metropolitana.
Hace siete años, en el 2015, la exjugadora, Carla Cortijo, luchaba contra la Federación de Baloncesto de Puerto Rico (FBPR) y la negativa inicial de esa institución de otorgarle la carta de transferencia para que la canastera cumpliera su sueño de participar en la Women’s National Basketball Association en los Estados Unidos. En esa ocasión, figuras aliadas de la equidad de género en el deporte denunciaron que la FBPR trató a la jugadora de manera desigual, ya que en el pasado hubo hombres que, en medio de entrenamientos de la Selección Nacional, también solicitaron excusarse de las prácticas para así poder jugar en ligas extranjeras.
Sin embargo, a diferencia del caso de Cortijo, las peticiones de estos jugadores sí fueron concedidas por el máximo ente rector del baloncesto puertorriqueño. La controversia llevó a Cortijo a escribir una carta abierta en la cual invitaba al país a luchar por la equidad en distintos ámbitos, incluyendo el deporte.
Estas situaciones descritas representan solo un puñado de los múltiples retos y vicisitudes vividas por las mujeres que han jugado baloncesto en Puerto Rico. Es por esto que el anuncio publicado este mes sobre el ascenso de la Selección Nacional en el escalafón (ranking, en inglés) mundial no debe tomarse como una noticia liviana ni insignificante.
Según la actualización más reciente hecha por la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA), Puerto Rico es actualmente el décimo mejor equipo de baloncesto en el mundo.
Es la primera vez que el quinteto puertorriqueño de mujeres figura entre las 10 mejores selecciones, según las evaluaciones hechas por el personal de la FIBA. Asimismo, la Selección Nacional de Puerto Rico es ahora el tercer mejor equipo de América, detrás de los poderosos conjuntos de Estados Unidos y Canadá, que ocupan los puestos #1 y #5, respectivamente, en el escalafón mundial.
No hay duda de que la destacada participación de Puerto Rico en la recién concluida Copa del Mundo de la FIBA contribuyó a que el quinteto boricua ascendiera de la posición #16 a la #10. En ese torneo, las puertorriqueñas terminaron en la octava posición y por primera vez obtuvieron victorias en una justa mundialista de baloncesto. Sin embargo, sería un error limitarse a atribuir exclusivamente esa décima posición a la participación que tuvo Puerto Rico en la Copa del Mundo celebrada el mes pasado. En ocasiones, es necesario entender este tipo de logros en el contexto histórico más amplio posible. Esta es una de esas ocasiones.
El crédito de la celebración actual por la décima posición obtenida en el escalafón de la FIBA también debe adjudicarse a todas aquellas exjugadoras que con sus luchas, triunfos y sacrificios, abrieron el camino para que las generaciones actuales y futuras de atletas puertorriqueñas puedan ser ahora reconocidas como parte de uno de los mejores programas de baloncesto a nivel mundial. El décimo puesto en la FIBA no es solo el logro de jugadoras actuales como Pamela Rosado, Tayra Meléndez, Jennifer O’Neill, Arella Guirantes y otras, sino que también es la gesta de importantes figuras del pasado como María “Cusa” Rivera, Carla Cortijo, Carmen Meléndez, Eva Cruz, María “Cuca” Cordovez, Juanita Rivera, entre otros nombres que por años vistieron los colores de Puerto Rico en diferentes competencias.
Llegó el momento de apoyar el baloncesto de mujeres en Puerto Rico, incluyendo el torneo del Baloncesto Superior Nacional Femenino, que inició el pasado sábado. Ojalá que las empresas que auspician deportes, los medios de comunicación masiva y las celebridades que hacen farándula en los eventos deportivos se activen para apoyar a las baloncelistas con el mismo ímpetu que tienen para los torneos protagonizados por hombres.
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