Hasta el año 2015, Rachel Dolezal se autoidentificaba racialmente como una mujer negra; incluso, llegó a presidir una rama de la National Association for the Advancement of Colored People (NAACP, por sus siglas en inglés).
Hasta el año 2015, Rachel Dolezal se autoidentificaba racialmente como una mujer negra; incluso, llegó a presidir una rama de la National Association for the Advancement of Colored People (NAACP, por sus siglas en inglés).
(Título: “Loíza”, año 2015, artista Colectivo Moriviví )
Cuando en el otoño de 2019 mi contrato de trabajo como profesora en la Universidad de Puerto Rico (UPR) fue reducido de tiempo completo a tiempo parcial, se esfumaron los beneficios marginales. Sin seguro médico y con un salario paupérrimo, tuve que prescindir, entre otras cosas, de las terapias psicológicas que mantenían mi salud emocional estable.
(Foto de archivo de Ana María Abruña Reyes)
Ante la percepción generalizada de que en Puerto Rico no hay racismo, activistas destacan que una de las formas más evidentes de discrimen es la exclusión de las personas afrodescendientes de los procesos de toma decisiones para el uso de terrenos en sus comunidades tras eventos naturales y otras emergencias, como la pandemia de la COVID-19.
En el conversatorio Racismo ambiental: el impacto que tiene en nuestras comunidades, organizado por la Fundación Segarra Boerman e Hijos, la abogada Ruth Santiago definió el concepto como “la concentración de actividades contaminantes que impactan, de forma desproporcionada, a comunidades mayormente afrodescendientes”.
A pesar de entrar a una industria dominada por hombres, misógina y racista, seis mujeres negras asentaron sus carreras musicales al utilizar el discrimen por razón de raza y género que enfrentan como una razón para avanzar y evitar que futuras generaciones sufran lo que ellas han vivido, sobresalió en el conversatorio Ponte en mi piel: experiencias de mujeres negras en la música.