Desde niña, jugaba a ser maestra. Recuerdo que alineaba a mis muñecas y peluches y, con una pizarra que mami me había regalado, impartía mis clases a esos que fueron mis primeros alumnos. Luego, decidí que iba a estudiar periodismo. En aquel momento, el periodismo se veía como esa profesión que me permitiría educar, pero a grandes escalas. No sé cómo surgió mi amor por la enseñanza, pero lo que sí sé es que quienes nos dedicamos a la pedagogía la mayoría somos mujeres.