(Foto por Charles Deluvio en Unsplash)
Hace unos días, y a raíz de la cuarentena, escribía un post en Facebook sobre el privilegio de tener tiempo. Me sentía agotada, entre aprender del día a la noche a dar clases en línea, mi trabajo asalariado, el trabajo doméstico, la crianza, el homeschooling y el trabajo legal-educativo, sentía que me iba a morir. Era como si todo el mundo esperara que produjera desde mi casa como si únicamente estuviera sentada en el sofá esperando que me llamaran para atender inmediatamente sus consultas. El sentimiento de culpabilidad me invadía. Claro está, ¡cómo no, si las mujeres hemos sido educadas para estar disponibles para los demás siempre!