Cuando un grupo o movimiento político atenta contra los derechos básicos de un colectivo que lucha por su reconocimiento como personas plenas, solemos catalogar a esa organización como una antiderechos. No tengo la menor duda de que esa es una de las categorizaciones correctas hacia estos movimientos reaccionarios y de la extrema derecha.
Estos grupos suelen interpretar de las maneras más absurdas sus libros sagrados religiosos para justificar el discrimen hacia poblaciones que han sido históricamente vejadas y privadas de las protecciones más básicas. Sí, son antiderechos. No son organizaciones democráticas. Mucho menos son grupos “provida”, que es como suelen autodenominarse quienes insisten en eliminar el derecho de las personas gestantes a decidir sobre sus cuerpos.
Pero, además de utilizar la categoría “antiderechos” para nombrarles, soy de los que pienso que estos movimientos políticos deben también ser señalados por ser grupos de odio.
Pensemos en el caso de la organización supremacista blanca estadounidense conocida como el Ku Klux Klan. Este grupo violento no tiene reparos en proclamar que las personas blancas son superiores al resto de la población. Con este planteamiento justifican sus violencias hacia personas negras y de otras razas en los Estados Unidos. El Ku Klux Klan es un grupo de odio. No hay otra manera de categorizarlo. Tanto sus líderes como sus seguidores apoyan la idea disparatada de que las personas que no son blancas son las responsables de los males sociales en la sociedad estadounidense.
En Puerto Rico, también existen personas que públicamente realizan planteamientos análogos de odio hacia algunas poblaciones.
En el tema racial, hemos seguido la noticia de una familia en el municipio de Canóvanas que ha sido víctima de racismo antinegro por parte de vecinos que cuelgan desde su hogar mensajes e imágenes de odio. Aunque no nos consta que esta familia racista sea parte de una organización política de odio, desafortunadamente su pensar representa el de muchas personas que continúan perpetuando discursos y actos antinegros en Puerto Rico.
Desde los chistes racistas hasta la ausencia de políticas y el abandono gubernamental a comunidades con mayoría de personas negras, en nuestro país el racismo sigue siendo un problema social prioritario, aunque mucha gente opte por negarlo o por mirar hacia el lado cuando se plantea el asunto.
Otras instancias en las cuales los discursos de odio son la orden del día es con los asuntos relacionados a la diversidad sexual y de género.
En Puerto Rico, existe un partido que debutó en las elecciones del año 2020 bajo una promesa de que lucharía en contra de lo que despectivamente identifican como la “ideología de género”, que supuestamente atenta contra la niñez puertorriqueña. Se trata del partido Proyecto Dignidad, una organización política que ha sido consistente en su oposición a que las mujeres y personas gestantes puedan decidir sobre sus cuerpos. Su liderato, además, le niega su existencia a las personas trans al insistir en no respetarles sus pronombres ni su identidad de género. Ejemplo de este discurso transfóbico fue la columna publicada el pasado 2 de marzo en la cual la integrante del Consejo de Gobierno de Proyecto Dignidad, Ellyam Verónica Martínez, hace un llamado a excluir a las personas trans de las luchas por la equidad de género y la protección de derechos para todes. Sus planteamientos son consistentes con el nefasto Proyecto de la Cámara 764, en el cual la representante de ese partido, Lisie Burgos, presentó una legislación improvisada y carente de datos para limitar la participación de las mujeres trans en el deporte.
Basta con entrar a las cuentas cibernéticas oficiales de Proyecto Dignidad y las de sus líderes para leer los comentarios de odio que escriben sus seguidores. Los portavoces de esta organización política son el motor para que sus simpatizantes compartan burlas y mensajes antiderechos que minimizan a las mujeres y personas de las comunidades LGBTTIQAP+ que se movilizan a luchar en reclamo de mejor calidad de vida. No hay nada de “dignidad” en insistir en negarles la existencia a personas. El peor ejemplo que le podemos dar a la niñez puertorriqueña es odiar a una persona solo por su trasfondo e identidad.
Proyecto Dignidad es un grupo de odio. Cuando se trata de luchar por la equidad y la erradicación de la violencia de género, prefiero confrontar el odio y no buscar negociaciones junto a organizaciones antiderechos. Prefiero llamar las cosas por lo que son y no titubear en identificar a estas organizaciones como grupos de odio.