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Retumba en Condado la consigna “Somos más” en defensa de las pensiones

Cacerolazo en Condado en defensa de las pensiones

(Foto por Celeste B. Rodríguez)

“Somos más y no tenemos miedo”, la consigna que se popularizó en las protestas que provocaron la renuncia de Ricardo Rosselló, se escuchó nuevamente ayer en la plaza Antonia Quiñones, en Condado, frente al condominio El Campeador, donde reside José Carrión, el millonario presidente de la Junta de Control Fiscal.

Alrededor de 100 personas se apostaron en la plaza pública, que ubica frente a la remodelada iglesia católica Stella Maris, para apuntar el dedo acusador en dirección a Carrión, quien a través de su poder en la junta ha impuesto medidas que empobrecen a la población, tal como el recorte de 8.5% a las pensiones de $1,200 mensuales o más.

“Ahí, ahí, ahí, está Carrión”, corearon mirando hacia el condominio.

 

Las personas jubiladas y los jóvenes de la campaña Construyamos otro acuerdo sonaron sus cacerolas y cucharas a las 9:00 p.m., en el segundo cacerolazo que se le lleva a quien popularmente llaman “Tres Palitos” por ser la tercera generación de su familia con el mismo nombre. La protesta se extendió durante dos horas con la promesa de que allí volverían.

“Que quede claro que en la noche de hoy (ayer), esta se convirtió en La Fortaleza y aquí es que vamos a dar la lucha en contra del plan de ajuste y en defensa de las pensiones”, enunció la activista feminista Shariana Ferrer, de 30 años.

Las incomodidades no faltaron. Los organizadores manejaron las situaciones suscitadas por un chofer de un auto de marca Jaguar que pretendía cruzar el piquete para llegar a su residencia, y el reclamo de una madre, que bajó a pedir a los manifestantes compasión con su hijo quien “estaba sufriendo por no poder dormir”.

“Señora, déjeme presentarle a más de 50 jubilados, quienes se encuentran aquí hoy, a quienes les van a recortar las pensiones”, le mencionó uno de los coordinadores.

“Ustedes son unos egoístas”, le despepitó la mujer y se marchó, sin comprender que más allá de sus narices también hay gente que sufre, pero -a diferencia de su hijo- por no poder vivir.

“A los vecinos y vecinas de Condado perdonen las molestias, pero aquí estamos construyendo otro país, aquí estamos defendiendo las pensiones, aquí estamos construyendo otra vida y otro acuerdo”, dijo Ferrer.

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En un banquito cercano, una pareja de pelo canoso, con rosario en el cuello, aportaba al ruido golpeando sus cacerolas. Pedro Martínez, de 65 años, le mencionó a Todas que se retiró con 25% menos de su pensión por imposiciones de la Ley 3 de 2016, que firmó el exgobernador Alejandro García Padilla.

“Estoy aquí porque no estoy dispuesto a que me quiten un centavo más”, mencionó el jubilado de la Administración de Servicios Médicos.

Elena Cruz, de 68 años, lo menos que pensó es que a su edad estaría entre los desobedientes contra el Estado.

“Cuando una se jubila, una piensa que va a estar más tranquila. Pero, con tanto problema que hay aquí, hay que luchar y más cuando nos toca tan de cerca”, mencionó con convencimiento y sin perder su sonrisa.

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La jubilada de Educación sostenía una olla deformada, que serviría para hervir solo el coraje.

“Esta cacerola se puso así con el primer cacerolazo que le dimos a Tres Palitos”, explicó sobre el evento similar en el que participaron el lunes, 30 de septiembre.

“Si Carrión y su junta no nos dejan soñar con el país que queremos, nosotros -nuestra generación y la de ustedes- no les vamos a dejar dormir>”, gritó Armando Santiago, de 30 años, desde los micrófonos.

“Si no podemos soñar, ellos no van a dormir”, repitió casi sin voz.

La indignación cubría como manto no solo el recorte de las pensiones y las imposiciones económicas a raíz del plan de repago de la deuda, sino también la corrupción y el malgasto de fondos públicos.

“El dinero lo hay. Si hay tanto malgasto y contratos para los amigos, ¿por qué tienen que recortar de mi pensión de jubilación?”, preguntó Martínez.

El consenso era igual tanto para la indignación como para la estámina y la fuerza para la lucha.

“Llevo una década acudiendo a protestas y parece que hasta que las rodillas y las piernas me aguanten, estaremos”, advirtió Fernando Valls, de 64 años.

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