(Obra de Anaida Hernández, “Fórmula secreta la verdad y nada más que la verdad, de la serie “Manos”)
Anarquía y dialéctica en el deseo: géneros y marginalidad en Puerto Rico es una exposición de artes visuales hechas desde Puerto Rico y la diáspora que presenta obras en diálogo entre ellas y con el género, la colonialidad y el concepto de cuerpo en una sociedad invadida. Se presenta en el Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico (MAC-PR) hasta el 7 de marzo de 2021. Las piezas que componen el proyecto expositivo van desde el performance, el video, la fotografía, la pintura, escultura e instalación.
Raquel Torres Arzola, curadora y organizadora del proyecto, lo presenta en tres fases, a uno lo titula Dialéctica, al otro, Anarquía, y el tercero, Deseo, es un festival de performance y arte con el cuerpo, que se presenta en vivo. Como espectadorxs, al entrar a las salas, nos sentimos abrumadxs, y es que la exposición se compone de 120 artistas. Pero, luego, cuando miramos los trabajos artísticos por separado, vemos que detrás de cada uno hay una historia. Cada artista nos presenta su mirada a la realidad que vive diariamente, un contexto marcado por un género marginalizado y por una colonialidad violenta.
Dialogamos con Raquel Torres Arzola, educadora, artista y curadora, quien nos habló sobre el concepto de la exposición y los problemas a los que se enfrentan las creatividades marginadas en Puerto Rico que la exposición pretende atajar.
Anarquía y dialéctica en el deseo: géneros y marginalidad en Puerto Rico es un nombre muy sugestivo. ¿Cómo surgió la idea para ese título?
–La exhibición pretende dialogar con la historia de las exposiciones de género en Puerto Rico y en el mundo. Ya, desde hace un tiempo, se venía cuestionando la idea de hacer exposiciones simplemente por el género. Ya no es correcto organizar una muestra de “mujeres artistas”, porque todas somos muy distintas y vivimos el concepto “mujer“” de formas diferentes. Validar una exhibición y validar las obras que están ahí porque sus autores son del mismo género, pues era incorrecto. Decidí, entonces, incluir otros géneros, no solamente a las mujeres, y hacer una exhibición sobre géneros y marginalidad, porque, dentro de todo, esos otros géneros disidentes, lo que comparten, por lo menos conmigo, que soy una mujer cis, que me considero artista, no curadora, simplemente, es eso: la marginalidad. Claro, hay muchos niveles de marginalidad. Eso es algo que también establecemos en la exhibición. Pero, por nuestro lugar dentro de ese espectro de género somos marginales y compartimos marginalidad.
En la exhibición, prácticamente ninguna de las personas tiene algo en común. Son temáticas y medios distintos, se acercan a la vida y al arte de manera distinta y los ejercicios conceptuales son muy diferentes. Lo que tenemos en común, es el deseo, el deseo de autoría, de expresión, de creatividad, de acción, de hablar, de posicionarnos socialmente como entes políticos, el deseo sexual, por lo tanto, el deseo de validarnos. Hacemos arte para validarnos, para validar nuestra voz y nuestro derecho a decir y a hablar. Así, que el deseo fue el primer concepto que decidí que debía estar en el título, porque es lo que reúne a todo el mundo.
Decidí llamar a la primera parte Dialéctica, porque me interesaba que analizáramos ese deseo en su dialéctica, contradicciones, discusiones, en las cosas que tienen en común y en las que no tienen en común. Sabemos que, dentro de todas estas discusiones, no estamos de acuerdo tampoco. Y qué bueno que no lo estamos. A la segunda parte, decidí llamarla Anarquía, porque lo que pretendía el ejercicio curatorial era validar el hecho de que el arte es un ejercicio anárquico. Cuando una está estudiando arte, te enseñan las reglas, lo formal de lo que tradicionalmente ha sido el arte. Pero, es nuestra labor romper con eso si yo quiero tener una voz propia, si yo quiero como artista decir ‘esta soy yo, esta es mi voz’. En la segunda parte, nos interesaba validar el arte como un ejercicio anárquico. Por eso, se tituló así Anarquía y dialéctica en el deseo: Géneros y marginalidad.
¿Cuáles fueron tus criterios para la selección de artistas?
–Me pregunté: “¿Desde qué cuerpa me habla?”. Traté de ser lo más crítica posible al mirarlas como cuerpas sexualizadas, racializadas y que viven un prejuicio de clase social también. Intenté hacer una selección relacionada a lo que cada artista argumentaba al respecto de sí mismx. Tradicionalmente, nuestras instituciones hacen alusión a la factura de la obra, a la calidad de la obra y queremos mostrar lo que hemos entendido como la obra máxima. Y yo no estoy de acuerdo con eso. Me interesaba hacer un balance entre obras de la calidad tradicional y obras absolutamente experimentales que no se han validado aun dentro de esa narrativa como obra de arte. Creo que todo ejercicio curatorial debería tener un balance entre obras de arte consagradas y obras de arte experimentales que aún están en proceso de probarse.
Especialmente, si queremos ser feministas y antirracistas, hay que hacer eso.
–Exactamente, porque el criterio de calidad ha sido excluyente en la historia del arte y en la historia de las instituciones. Aceptamos unas experimentaciones a unos géneros y otros no. Aceptamos unas experimentaciones a unos colores de piel, y a otros no, a unas personas que vienen de cierta estrata social y a otras las marginamos por ese criterio de calidad. Así que me interesaba hacer ese balance.
La segunda parte, la de Anarquía, la presento como un salón de artistas. A mí, no me interesaba que hubiera coherencia. A mí, me interesaba hacer constar que todas estas obras, sean más consagradas que otras y sean más experimentales que otras, tienen validez y tienen que estar ahí. Si yo hubiera tratado de darle coherencia, volvemos a encajar las narrativas dentro de lo que estamos acostumbradxs a pensar. La primera parte tenía bastante coherencia en términos de temáticas conceptuales y eso es mucho más fácil; hacer coherencia. Pero, en la segunda parte, que es la validación de la experimentación en lo formal, era imposible que hubiera coherencia. A mí, no me interesa que lx espectadorx venga a la sala a entenderlo todo. Yo quiero que se cuestione, que el público diga “no entiendo” y que se anime a buscar y a vivir otras experiencias. En esa segunda parte, quería una experiencia abrumadora, que pudiera entrar en sala y sentir una enorme conversación de tantxs artistas distintxs como un murmullo o un balbuceo, porque es lo único que se asemeja en experiencia a lo que es el espacio público. Me interesa que esta exhibición se vea no como un ejercicio curatorial, sino como un ejercicio político.
La exposición se ha realizado en tres fases. ¿Cuáles fueron las razones? ¿Estaba planteada así desde el principio?
–Desde el principio, lo que queríamos hacer era una sola exhibición. Pero, no cabía la muestra en el MAC. Hubiéramos necesitado dos edificios más. Siempre pensé en hacerla a partir del ejercicio conceptual y del ejercicio formal, como dos cosas distintas o dos acercamientos curatoriales distintos. Pero, eso se marcó definitivamente cuando entonces la exhibición se permite hacer en dos fases, además de la serie de performance. Yo no quería tener documentación de performance y, para mí, era fundamental tenerlos en vivo y validar lo que es el ejercicio de ver la acción y experimentarla.
Es una exposición extremadamente compleja con 120 artistas. ¿Cómo fue recibida dicha complejidad por el público?
–Yo creo que la reacción más fuerte fue la que se vio en el foro de transfeminismos, que fue un cuestionamiento al principio de la exhibición y creo que es resultado de la necesidad que hay de la comunidad LGBTQA+ de ser validada dentro de las instituciones. Después de toda esa situación, María José me dijo: “Mira, lo que sucedió ahí fue algo verdaderamente transfeminista”. Pues sí, es verdad y es necesario que estos espacios se abran en nuestras instituciones para lograr esa equidad y esa inclusión. Ese también es el propósito y la intención de la muestra.
Pero, ha habido reacciones muy diversas, algunas muy positivas, otras de cuestionamiento, de personas que dicen que no entienden, que comentan que la muestra está chévere, pero que lo que más les gusta es ver las obras. Pues, genial, esa es la intención. Yo me siento satisfecha por eso. Creo que una exhibición que no causa reacción es un proyecto muerto. El espacio público es un espacio de discusión, de encuentro de contrarios; es un espacio de lucha. Queremos que la gente se anime a venir al museo a discutir y hablar de estas cosas. Porque si no, realmente el arte no sirve de nada.
La exposición parte de una reformulación del “pienso, luego existo” de René Descartes que planteas como “Deseo, hago y pienso, y cuestiono, y soy”. ¿Nos puedes explicar la idea y cómo se relaciona con la muestra?
–Nosotrxs venimos de una tradición occidental de pensamiento. Nos han colonizado desde la academia diciéndonos “piensa, luego eres”. Y, esa frase de Descartes es absolutamente colonialista, porque elimina de tajo todo el conocimiento que el cuerpo y que las emociones pueden traer y que nosotrxs como sujetos y como seres humanos podemos generar, incluso, más democráticamente. La experiencia del cuerpo es una experiencia que se puede compartir y que, por consecuencia, implica unos niveles de crecimiento y de liberación que no necesariamente la teoría te da. Mi interés con la exhibición, además de retar la historia del arte y todos los conceptos que hemos trabajado, es retar también esa tradición occidental. Porque a las mujeres se nos relaciona tradicionalmente con el cuerpo y a los hombres con el pensamiento, además de que la frase de Descartes se ha usado para construir una falacia de que la negritud no es pensante. Yo deseo, yo primero deseo y hago y pienso y, luego, cuestiono y, entonces, soy. Y esa es mi tesis. Es también una manera de invitar a la gente a cuestionarlo todo, a tener una voz propia, que eso es lo que hace el arte.
En la primera parte del proyecto, dedicaste una sala a la lectura y el archivo. Explícanos el concepto y qué querías lograr con este espacio.
–Animar a la investigación. Se suponía que iba a haber dos salas de lectura. En la primera parte, fue dedicada a la Asociación de Mujeres Artistas y a otras lecturas. Me interesaba poner a disposición del público mis referencias y los libros de teoría y crítica de arte, lo que conseguí en internet, todo ese marco teórico y referencial que usé para generar la exhibición. La segunda parte iba a estar dirigida completamente al género y la raza en Puerto Rico, pero no se pudo dar por la pandemia, porque no se pueden presentar materiales que haya que tocar. Eso es algo que, particularmente, me frustra, porque creo que esa exhibición sin la sala de lectura perdió muchísimo.
Para las personas que tienen interés en visitar la exposición, ¿qué tipos de obras podrán ver?
–Van a encontrarse ahí de todo. Tienen que ir con calma, sin prisa, con ganas de exponerse a una experiencia distinta. Sobre todo, deben entender que esa gran cantidad de artistas que hay ahí han producido durante décadas sin remuneración, sin un centavo y lo que la gente va a ir a ver allí es trabajo, a fuerza de desgarrarse la piel, de abrirse el corazón, de abrir su cuerpo y dedicar energía, tiempo y trabajo creativo a hacer aquello en lo que creen, y eso tiene un valor que es incalculable.
La exposición Anarquía y dialéctica en el deseo: Géneros y marginalidad estará abierta en el Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico hasta el 7 de marzo de 2021. El 6 de marzo habrá un recorrido con la curadora, Raquel Torres Arzola, a las 2:00 p.m. de manera presencial. Las personas interesadas pueden hacer cita a través de la página del Museo de Arte Contemporáneo: www.museomac.org.