(Ilustración por Mya Pagán)
Nunca un juego me había hecho tanto sentido. Cuando era niña, mis maestros de Educación Física lo usaban con frecuencia para desarrollarnos coordinación y memoria. Incluso, entre las más pequeñas, para aprender a contar. La peregrina es un juego que ha pasado de generación en generación y que ostenta una variedad de nombres dependiendo del lugar donde se esté.
En el caso de Puerto Rico, hoy toma otro sentido. La pandemia de la COVID-19 y su presencia en el archipiélago han dejado demasiados sinsabores en la realidad puertorriqueña. La vida de cada uno de nosotros y nosotras está en peligro cada vez que el gobierno decide manejar la emergencia como mejor le conviene. Si bien la peregrina sigue siendo un juego, hemos decidido darle otra mirada para enseñarle al gobierno cuáles son aquellas reglas básicas, que de seguro ellos, con sus guisos y billetes, olvidaron.
Tomo un momento y me permito regresar a aquella niña que está a punto de tirar al diez y ni siquiera ha empezado. Estoy en mi clase de Educación Física. Me toca tirar la piedra y no veo bien. Me estresa no llegar al diez. Me paro frente al número uno y pienso que podría brincar de dos en dos o dar un salto largo y llegar al nueve. Como a la gobernadora Wanda Vázquez, se me olvida que no debo saltar pasos.
Salto en una pierna y estoy justo encima del uno. Miro los demás cuadros y la cosa se pone difícil. Si brinco en una pierna, no puedo dar un salto largo ni balancearme en la otra para llegar. Regreso a la adulta que soy y el uno ahora es la distancia. El primer paso para detener la propagación inmediata del virus es detenernos en el uno. Parar. Establecer perímetros, seis pies han dicho. Y en este paso llevamos setenta y un días.
Vuelvo a la niña y brinco al segundo y tercer cuadro. Puedo pisar con los dos pies y ahora me siento más segura. Lista para el próximo salto en el que vuelvo a usar una sola pierna. Acá en la adultez, el dos y el tres son las garantías sociales.
La distancia nos alteró las realidades y, por ende, nuestra manera de trabajar para vivir dignamente (quienes pueden). Ante esta realidad, en la que debemos velar por nuestra salud en masa, el gobierno tiene la responsabilidad de asegurar la vivienda, la alimentación, la educación, la salud y otras necesidades básicas que se han afectado con el distanciamiento.
A juzgar por la realidad presente, ha fallado en cumplir con estos pasos y lo vemos en el hambre, el aumento de los casos por violencia de género y maltrato infantil, el fracaso del Departamento del Trabajo en agilizar los cheques del desempleo, la ineptitud del Departamento de Hacienda en girar los cheques federales y estatales con rapidez, la poca o ninguna proactividad en asegurar alimentos a las beneficiarias del PAN y en distribuirlos de forma masiva para asegurar que cada persona tenga al menos tres platos de comida saludable en la mesa.
Soy una niña que siente miedo de saltar al cuarto paso, porque el segundo y el tercero aún no me convencen. Quiero brincar al nueve, pero es muy riesgoso. En la realidad presente, el cuatro es la protección.
En cada conferencia de prensa, la gobernadora, el Task Force Médico (desaparecido) y los múltiples secretarios del Departamento de Salud que hemos tenido en estos meses han sido enfáticos y hasta reprensivos en exigir el uso de mascarillas y equipo protector a quienes salen de sus casas. Incluso, han exigido y luego se han retractado en cuanto al uso de guantes. Sin embargo, en ninguna de estas instancias han expresado que suplirán a las personas -tanto a las que trabajan en servicios esenciales como a las que no- de este equipo, sabiendo la escasez y la inaccesibilidad que como consecuencia puede ocurrir debido a la demanda. Sobre este asunto, podríamos mirar al gobierno de Corea del Sur, que, ante la crisis de las mascarillas, compró el 50% de estas a casi todos los fabricantes de la nación y las vendieron a un precio estándar bajo. Las farmacias perdieron muchas de sus ventas. Sin embargo, el país hizo frente a la pandemia.
Aquí se detiene el juego. Me quedé con los pies en el dos y el tres. Atrapada y no voy ni a mitad de camino. Escucho que me apuran. Tengo que avanzar porque si no, todo se detiene y no funciona; pero si brincara, podría virarme un tobillo o caerme. Regreso al presente y brincar sería mortal.
El quinto paso son las pruebas masivas y la transparencia. Sin garantías sociales ni medidas de protección adecuadas, el gobierno ha dedicado gran parte de sus energías a este paso. Ha hecho compras sospechosas a compañías de construcción (véase APEX General Contractors) y ordenado pruebas fatulas que no están aprobadas por la FDA para “agilizar” el proceso y hasta ayer se usaban para diagnosticar o descartar el virus.
Entre amigos, amigas y gente que pasquinó para las pasadas elecciones con Ricardo Rosselló, tenemos el desfile de personas que han aprovechado la pandemia para cobrar sus favores. En la Cámara de Representantes se lleva a cabo una investigación en la que ha quedado expuesto el esquema de fraude para la compra de pruebas y, a su vez, hemos visto, una vez más, cómo los chats de estas personas parecen ser el punto de encuentro para seguir degradando nuestro derecho a la dignidad y a la vida. No han sido claros con los números y, hasta los otros días, se les pedía exactitud en cuanto a las pruebas serológicas o “rápidas” y las moleculares. El Task Force Médico no publica nada en su página de Facebook desde el 8 de mayo y ninguno de sus miembros “pudo” estar presente en la conferencia en la que Vázquez Garced anunciaba la reapertura “escalonada” y la flexibilización para el pasado 26 de mayo. Nadie sabe y nadie habla.
Sigo en los recuadros del dos y el tres mirando desesperada como me empujan a seguir. Ya pensando en el sexto paso que acompaña al quinto, lejos de la realidad, está la preparación de los hospitales. Con las medidas de privatización de las pasadas décadas, la mayoría de los hospitales en Puerto Rico son privados. Esto representa una responsabilidad para el gobierno de reforzar y fortalecer esta primera línea de respuesta para las contagiadas, entiéndase establecer protocolos, suplir pruebas confiables, ventiladores, medicamentos y herramientas de aislamiento para los pacientes que presenten síntomas.
Sin embargo, lo que hemos visto es que ha habido una masa de enfermeros y enfermeras cesanteadas durante la pandemia, quienes en algunos casos han tenido que emigrar a otros lugares donde les ofrecen mejor salario para atender la emergencia. No es casualidad, que algunos de estos cesanteados sean en hospitales o CDT’s en el centro del país, lo que dificulta aún más el acceso de la población en las afueras de la ciudad a servicios médicos de calidad.
Me estiro como una liga para ver del séptimo paso en adelante, pero se me hace difícil y mi maestro ya no tiene paciencia. Me grita que avance, que así no es como funciona el juego. Me estiro y me estiro, pero no hay manera de llegar si brinco los cuadros.
Desde acá, el séptimo paso es el rastreo. En armonía con los anteriores, este paso representa una de las herramientas más efectivas para controlar la propagación del virus. De acuerdo con los Centros para el Control de Enfermedades (CDC, en inglés), es importante rastrear y monitear contactos de personas infectadas y notificarles de la exposición, ayudar a garantizar la cuarentena segura, (pero esto solo es posible con la eficacia del segundo y tercer paso) ampliar el grupo de personas que establezcan un rastreo masivo y la implementación de herramientas digitales que faciliten la fluidez de la información en el rastreo de contactos (tomando en cuenta el quinto y sexto paso). Sigo parada en el dos y el tres. No sé como moverme, se me trincan los pies.
A duras penas trato de brincar al cuarto cuadro, pero no me alcanza. Mi maestro insiste. Mi cerebro lo ignora, es muy riesgoso moverme. Avisto los últimos tres pasos de este juego que ahora me tiene atrapada. Si lograra brincar al ocho y al nueve, estaría a la vuelta para terminar y mi maestro se calmaría. Es imposible. Aunque a esta hora y en este día, Wanda Vázquez y su gabinete piensan que sí.
El octavo y noveno paso se dividen entre la recuperación de personas infectadas y retomar lo nuestro. Sin embargo, sin las garantías sociales, la protección, la preparación de los hospitales y el rastreo, es imposible llegar hasta allí. La gobernadora, junto a su equipo económico y religioso -no científico ni salubrista- decidió coordinar una reapertura que solo beneficia y valida los intereses y la seguridad de los bolsillos de la empresa privada. Ahora, apuesta por la culpa para echar sobre los hombros de la gente su responsabilidad gubernamental con la emergencia. Del encierro a la reapertura, sin tomar en cuenta las condiciones materiales, la dignidad, ni la vida.
Desde el dos y el tres, sin facilidad de movimiento, añoro el diez antes de que empezara el juego. Es el de la vida digna para todes. Mi maestro sigue apurándome, pero no me desconcentro. Soy una niña que está clara de que el juego toma tiempo y que tengo mucho qué perder si no me fijo en lo importante. Cierro los ojos, los abro y soy una mujer adulta que vive en un archipiélago colonizado que todos los días lucha contra sus heridas viejas. El dedo que las aprieta es una corrupción criminal que apenas comenzamos a destapar.
La peregrina es solo un juego para darnos luz en el proceso del manejo de esta emergencia. Sus pasos no se pueden saltar, ni ignorar. Hacerlo es mortal.
Mientras nos mantenemos estancadas en el segundo y tercer paso, mientras no hay protección, seguridad sanitaria ni rastreos, el gobierno se empeña en una reapertura irresponsable y temeraria que solo augura un inminente colapso de los servicios de salud y la extrema vulnerabilidad de nuestras vidas. Toca hacerle frente y dejarle saber que las reglas cambiaron. Se nos va la vida y no estamos dispuestas a perder una más.