Foto sobre el documental Serán las dueñas de la tierra
Disfruto mucho aprender. Alimentar la curiosidad, como ejercicio diario, es algo que puede ser muy emocionante. ¡Hay tanto mundo! Tantas historias, conocimiento y sabiduría, alegría, belleza y esplendor, pero también tanto dolor y heridas por sanar. Y un documental tiene la capacidad de contener y sostenerlo todo a la vez.
Siempre me ha parecido que Puerto Rico es algo complejo de explicar, aunque puede parecer lo contrario. Pero existe un espacio desde donde las heridas sociales y políticas se visibilizan y se intentan sanar: los documentales locales.
La historia de Puerto Rico que se cuenta en ellos se siente muchísimo más fiel a la realidad de lo que sentimos en la piel quienes habitamos esta inconsolable nación. Ahora, que se acerca el cierre del año, y merecemos un 2023 más benévolo, se vale mirar nuestro país desde otro lugar. Uno más realista y esperanzador. Porque los documentales nos acercan a nuestrxs héroes y heroínas, pero también a la maldad de quienes más daño nos han hecho.
La magia de un buen documental está en que, no solo te cuenta su historia, sino que te obliga a encontrarte en ella. Y hoy quiero conectarte obras donde quizás también te encuentres tú. (¡Muchos están disponibles en línea y gratis!)
Negritud, grandeza y realidad
Todavía recuerdo cuando vi, en el 2014, el documental El Antillano, de Tito Román, en Fine Arts. La música afro, los visuales animados y coloridos, las escenas profundas como parte de la oda obligada a quién fue el doctor Ramón Emeterio Betances. Me sentí viendo una majestad ancestral negra que pude disfrutar desde toda su magna aportación política, científica y académica. También, su complejidad y aspiraciones de vida. Y experimenté la angustia de ver su legado olvidado por gran parte del pueblo que le debe tanto.
Lo plasmado en el documental Afro-Latinx Revolution: Puerto Rico, de la reconocida periodista negra Natasha S. Alford, es una fiel fotografía de la experiencia actual de ser una persona negra y boricua. Es ser, existir en grandeza, cultura, poder y honra, y también en invisibilización y discriminación. Es querer conectar y hacer comunidad, pero encontrar la colonia, el privilegio blanco y el mito de las tres razas entremedio. Pero también es la urgencia de reconocer a las mujeres negras por lo que han sido, guías y guerreras por nuestra cultura y bienestar político y social.
Coloniaje, indignación y libertá’
Ante lo anterior, existe una asfixiante realidad: Puerto Rico es una colonia de los Estados Unidos, la última. Mientras que en la discusión general se habla incesantemente sobre si queremos ser estado, independientes o quedarnos como colonia, muchas veces, falta la realidad de que esta decisión está en poder del Congreso de los Estados Unidos. El documental The Last Colony, que documenta el país del 2014, deja en concreto dónde estábamos, antes del huracán María, PROMESA y la Junta de Control Fiscal. Un Puerto Rico que, en mi opinión, se sentía mucho más libre de lo que en realidad es.
El país del 2022, casi 2023, es uno de rodillas. No porque se venció ante el reto (jamás), sino porque los golpes han sido demasiados, de todos los lados y sin pausa. Cualquiera se tumba. Pero es precisamente otro documental el que le puso rostro a la sostenida lucha por la tierra, nuestra tierra y por nuestro futuro.
La película Serán las dueñas de la tierra sigue a tres jóvenes agricultores que tienen todo para servir a su país, pero se enfrentan al monstruo de la burocracia que nos enloda el progreso. Y, con tenacidad y autenticidad, sus tres protagonistas, que buscan rescatar tierras agrícolas y ponerlas a producir, le encienden el corazón a cualquiera.
Hacia un futuro, mirando el pasado
Recientemente, conversé con la productora de esta obra, la psicóloga comunitaria y ecoactivista Mariolga Reyes Cruz. El absoluto poder que emite este documental a través de sus protagonistas y compromiso en dirección por parte de JuanMa Pagán, se ve manifestado en la fundación del Fideicomiso de Tierras Comunitarias para la Agricultura Sostenible. La doctora Reyes Cruz fundó y dirige esta organización que “busca proteger las tierras con potencial agrícola y hacerlas disponibles a agricultores y agricultoras ecológicas sin tierra”. Es el primer fideicomiso agrícola de las islas. Y nació de la investigación para el documental, como me contó su productora.
Hay documentales boricuas que muestran el futuro con esperanza, pero también lo tétrico del pasado que al final cuestiona cuánto realmente hemos evolucionado con relación a nuestra idea de dignidad de persona, salud y vida.
El Puerto Rico de los documentales es un país antillano, caribeño, comunitario, diverso, de amor y libertad; es opresión pero también poderosa ancestralidad. Es historia y jolgorio. Como La cuna del dembow, del que aprendí que el dembow empezó en Puerto Rico. Pero fue, en la República Dominicana, donde le dieron identidad, vida y finalmente su estatus de ícono cultural.
El apagón, uno de los sencillos del último álbum Un verano sin ti, de Bad Bunny, y el tema más político, después de resaltar algunos de nuestros mejores atributos, termina con un canto lento y dulce: “No me quiero ir de aquí, que se vayan ellos, que se vayan ellos”. Luego, pasa al documental Aquí vive gente sobre la gentrificación y el desplazamiento de boricuas (que contó con el trabajo y la narración de la periodista Bianca Graulau). Me gustaría pensar que, al igual que yo, Bad Bunny entiende el urgente poder de documentales como los que producen Bianca Graulau, Juan C. Dávila, Mariem Pérez, y otres.
Si algo nos enseña el género documental, y cómo se manifiesta de la mano de tantos talentos locales, es que hay poder en nombrar las cosas, en visualizarlas, contarlas. Hay poder en hacer el ejercicio de causa y efecto. Quizá ahí, en las consecuencias del desastre por diseño, encontremos razón para tanto sufrir. Y, finalmente, logremos vislumbrar un futuro que nos sostenga a todes, y en dignidad.