Recuerdo pasar mis veranos en la Tienda Carmen Neris, ubicada en el mismo centro del pueblo de Patillas. Pasaba horas entre hilos, tijeras, agujas y uniformes de las escuelas del sureste del país. Me levantaba a las siete de la mañana todos los días y desayunaba una buena avena hecha por la comerciante Carmen Neris.
Esa señora, que es conocida por todos en la Esmeralda del Sur, es mi abuela. Ella es “Mama”, como le decimos todos en la familia.
Para esos días, pensaba que era súper aburrido estar más de ocho horas en la tienda atendiendo gente, recogiendo, hablando sobre política y debatiendo si escuchar las máquinas de coser o la emisora radial del municipio con la salsa encendía de los 80. Sin embargo, esos eran los mejores veranos.
Carmen Neris Flores es la tercera hija de una familia de 16. Es una mujer emprendedora que desarrolló su propio comercio desde muy joven.
Tuvo que dejar la escuela a sus 15 años. Sin embargo, eso no la detuvo para ayudar a sus hermanos, y ser la mujer exitosa que ha contribuido a muchos patillenses.
Su primer trabajo fue en el correo de Patillas. Luego, fue parte de la Empresa González, donde aprendió sobre administración y desarrolló herramientas para construir su futuro negocio: Tienda Carmen Neris.
La máquina de coser ha sido su compañera por más de 60 años. Sus manos cosieron mis primeros uniformes y le cogió ruedo a la mayoría de mis pantalones antes de que llegara la época de los skinny jeans.
Mama ha formado una familia numerosa. Es madre de cuatro hijos, abuela de diez nietos y bisabuela de cinco. Toda una generación llena de historias, regaños, risas, besos y abrazos.
Abuela es la mujer más gregaria que conozco. Es la que cada primero de enero abría las puertas de su hogar para recibir a toda la familia, amistades, vecinos y quien quisiera festejar al son de comida, bebida, música y baile. La fiesta tenía hora de comienzo, pero no de final.
Todos los viernes tenía su cita en el beauty de Amelia, una de sus mejores amigas. El lema “Antes muerta que sencilla” le aplica perfectamente. Allí, también me recortaron y pasaron blower unas cuentas veces.
Mama es una amante de la leche, y me enseñó a tomarla. Un vaso de leche acompañaba mi almuerzo con viandas todos los días de junio y julio. “Para cuidar tus huesos”, me decía con cariño.
Ella me ha enseñado mucho de lo que sé. Quizás soy extrovertida y se me hace fácil conectar con otros porque en la Tienda Carmen Neris no había remedio, tenía que ayudar a Mama a vender uniformes. Desde pequeña, heredé ese don de hablar con la gente porque mi abuela también tiene ese don.
En los tiempos de escuela, solo podía visitarla algunos sábados. El plato de bistec, arroz con habichuelas y unos ricos amarillos nunca faltaron. El chiste de la familia era que siempre era el mismo menú. Aunque no nos quejábamos. ¡Siempre sabía bueno! Ahora, quisiera volver a comer ese plato preparado por sus dulces manos.
A sus 83 años, Mama sigue con nosotros. Aunque ya no me molesta que no recuerde mi nombre, puedo asegurar que al mirarla sabe quién soy. Cada vez que la abrazo, recuerdo todos esos días de verano que pasamos juntas.
Llevo a mi abuela en mi segundo nombre. Me llamo Adriana Del Carmen, y la tengo todos los días presente.
¡Mama, te amo! ¡Feliz Día de las Madres desde lejos en esta cuarentena que nos separa!