A sus 7 años, escogió un deporte para “niños”, y conoció las palabras “machúa” y “cafre”. Cuando era una adolescente, enfrentó prejuicios por tener dos madres y salirse de la estructura de la familia tradicional.
Con una beca, entró a un colegio en Guaynabo, pero solo duró dos días cuando sus compañeros se enteraron de que provenía del residencial Vista Hermosa. En la cancha de baloncesto, tenía que bloquear los insultos de los fanáticos y, en su primer trabajo como comentarista de deportes, los hombres empezaron a explicarle cosas y a decirle cómo luciría “más profesional”.
Desde temprana edad, la analista de deportes y exbaloncelista profesional Natalia Meléndez encaró violencias machistas y discrimen por razón de clase. Contó que, en el trascurso de los años, se encerró en un caparazón para seguir hacia adelante con su ruta ascendente como atleta.